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jueves, 10 de enero de 2013

CAPÍTULOS 24 y 25



El aire de la mañana estaba saturado de olor a levadura. Las mesas estaban cubiertas de planchas de piedra untadas con manteca de cerdo y llenas de masa de pan. Las mujeres amasaban y le daban forma a la masa antes de colocarla en los moldes de hierro. Julia, ama de llaves de los Vallerand desde hacía muchos años, saludó a Lali entre dientes mientras acarreaba una bandeja con harina que había estado al sol.

Gimena estaba junto a una de las mesas, en un rincón, haciendo panecillos con trozos de masa que se comerían en el almuerzo. Su hija Evelina estaba frente a las barras sin hornear, y les pasaba por encima un pincel untado en manteca antes de meterlas en el horno. Angeline estaba sentada en la mesa royendo un crujiente currusco de pan. Lali sonrió al comprobar lo mucho que las hijas se parecían a la madre, todas con el pelo canela recogido a la altura de la nuca. 

—¡Lali! —gritó Angeline, saltando de la mesa y pasándole los brazos por la cintura—. Estamos ayudando a mamá con el pan.
—Lali: Ya lo veo —respondió acariciándole el pelo a la niña.
—Tú no estás ayudando —le dijo Evelina a su hermana pequeña—. Tú sólo comes. 
Angelina hizo una mueca. 
—Mamá me dijo que podía.
—Lali: Bueno —intercedió—, es necesario que alguien compruebe si sabe bien, ¿non? —Tomó una rebanada de pan de la pequeña mano de Angeline y le dio un bocado—. Mmm... ¿Qué es lo que dicen los americanos? ¿Está estependo?
Las niñas rieron y exclamaron para corregir su pronunciación. Gimena las miró con ceño. 
—Gime: Sean respetuosas, niñas.
—Lali: Non, les he pedido que me ayuden —dijo entre risas—. Ellas hablan mucho mejor que yo.
—Gime: A mí me llevó mucho tiempo aprender a hablarlo —confesó Gimena—. Pero en Nueva Orleans es necesario. Aquí hay muchos americanos, más y más cada año. Algunos criollos, sin embargo, jamás se rebajarán a hablar una palabra de inglés. Y tampoco permitirán que se hable inglés en su presencia. Nico insistió en que los niños tenían que hablar ambos idiomas. Decía que sería una desventaja para ellos verse aislados de alguna de las dos culturas.
—Lali: Pablo tenía muy buen oído para los idiomas —dijo con aire melancólico.
—Gime: Y Peter también, pero... —se detuvo a mitad de la frase al ver que Lali se estremecía—. Perdon.
—Lali: No importa—murmuró.
—Gime: No sé por qué lo he mencionado. Durante los dos últimos días he pensado mucho en Peter. Incluso salió en uno de mis sueños. —Gimena se encogió de hombros y sonrió—. Julia dice que es la señal de un loa.
—Lali: ¿Un qué?
—Gime: Tendrás que preguntárselo a Julia —respondió, y le tapó las orejas a Evelina antes de componer con los labios la palabra «vudú».

Proveniente de una familia católica, Gimena no creía en los dioses africanos y haitianos que veneraban algunos esclavos —oriundos de Santo Domingo— y también algunos blancos de Nueva Orleans. No quería que sus hijas fuesen supersticiosas. El culto vudú había arraigado en la ciudad. Cada año, centenares de creyentes se reunían en el lago Ponchartrain o en el pantano St. John para celebrar un ritual en el que adoraban a sus deidades.

Lali no sospechaba que Julia creyese en el vudú. Llevada por la curiosidad, salió afuera, donde la digna ama de llaves acarreaba otra bandeja de harina.
—Lali: ¿Julia?
La vieja mujer alzó la cabeza.
—Julia: ¿Oui, madame?
—Lali: ¿Podrías explicarme que es loa, s'il te plaît?
—Julia: Loa —repitió, dejando la bandeja sobre un enorme tronco y enderezándose después. Sus brillantes ojos negros centellearon con una sonrisa—. Hay de diferentes tipos, madame. Loa es un espíritu vudú. Cada loa tiene dos partes, una buena y una mala. Legba, por ejemplo, controla todos los cruces de caminos... Legba es el dios de los pecados, hace que la sangre corra caliente... ¿Comprende?
Lali asintió sonrojándose ligeramente.
—Julia: Pero Legba también se apiada de los hombres. Con la ayuda de Legba, los hombres pueden evitar su destino. Erzulie y Damballa...
—Lali: Ya entiendo —la interrumpió antes de que Julia le describiese todos los loa que conocía—. Dime... ¿por qué le has dicho a Gimena que la presencia de Peter en su sueño podía ser la señal de un loa?
—Julia: Los loa trabajan en sueños, madame. —entrecerró los ojos—. ¿También ha soñado con él?
—Lali: Con Peter no —respondió—. Con mi marido. Sueño que está vivo.
—Julia: Ah. —Julia inclinó la cabeza mirándola con simpatía—. Eso no es loa, madame. Cuando un hombre ha muerto queda un vacío en el corazón... y en la cama, ¿c'est vrai? Pero algún día encontrá otro hombre para llenar ese vacío, y ya no soñará.
—Lali: No lo sé. No creo que vuelva a casarme nunca más.
Julia sonrió.
—Julia: Soy una mujer vieja, madame, y sé que lo que decís que no ocurrirá siempre ocurre.

CAPÍTULO 25

Esa tarde, los Vallerand recibieron en casa a algunos familiares. Unos primos mayores llegaron de visita, y también el hermano de Nicolás, Alexandre, y su esposa Henriette. Se reunieron en el salón y hablaron sin tapujos. Mientras avanzaba la conversación, tomaron café solo y baba, un esponjoso pastel bañado en ron.

Lali permaneció en silencio, prefería estar sentada en un rincón y escuchar a charlar con la familia. A menudo su mirada se centraba en Gimena y Nicolás, que estaban sentados en el sofá. Por lo general, a esas horas su hijo ya se había acostado, pero esa noche Rafe estaba acurrucado contra el pecho de su padre, durmiendo plácidamente. De vez en cuando, Nicolás le acariciaba la suave melena. A Lali la conmovía aquella muestra de ternura hacia al niño.

Los invitados se quedaron hasta después de la medianoche, cuando desapareció la última migaja de pastel y se acabó la última gota de café. Tras pasarle el niño a Gimena, Nicolás acompañó a Alexandre y Henriette a la puerta. Luego volvió para comprobar si quedaba algún invitado más.

—Gime: Todos se han ido —dijo Gimena.
—Nico: Gracias a Dios. —se desabrochó la corbata negra y la dejó colgando de su cuello. Le sonrió a su esposa, que arrullaba suavemente a su hijo. Gimena miró los dorados ojos de Nico y su expresión cambió. La pareja se dedicó una mirada que hizo subir varios grados la temperatura del salón.

Con una punzada de incomodidad, Lali se percató de que estaba interrumpiendo un momento íntimo. Se aclaró la garganta.
—Lali: Eh... bonne nuit, yo también me voy —dijo sofocando un bostezo fingido y encaminándose hacia la puerta—. Ha sido una velada adorable.
—Nico: Espera —respondió dejando de centrar la atención en su esposa—. Haré que Ellias o Arnaud te acompañen hasta la garçonniére. Es demasiado tarde para que vayas sola.
—Lali: Merci, pero no es necesario. Está muy cerca de la casa. He hecho este trayecto muchas veces por la noche.
—Nico: Si tú lo dices...
—Lali: Oh, sí, sí —confirmó apresuradamente—. No necesito un acompañante.
—Gime: Buenas noches —dijo, volviéndose para subir las escaleras con el niño en brazos.

Lali salió de la casa con la misma sensación de desazón que la había perseguido todo el día. No había duda de lo que iba a ocurrir entre Nicolás y Gimena en cuanto llegasen a su cama. Qué maravilloso habría sido gozar de la seguridad que proporciona un marido, una familia. Sintiéndose culpable intentó borrar de su mente un arrebato de envidia, pero no pudo.

Echó a andar por el sendero que llevaba a la garçonniére. Se preguntó cómo sería que Pablo la estuviese esperando.

Empezaron a escocerle los ojos. Nunca en su vida se había sentido tan sola. Ni siquiera durante los años en que Pablo y ella estuvieron separados, porque sabía que él iría a buscarla algún día. Ahora no podía echar mano de ese consuelo. Miró al suelo mientras caminaba, imaginando que seguía vivo, esperándola en la pequeña casita. «Estaba deseando que llegases», podría haber dicho rodeándola con sus fuertes brazos, rozándole el pelo con los labios.

La imagen se evaporó de forma abrupta, y no le quedó otra cosa que oscuridad. Sonaban los grillos y la brisa susurraba entre los árboles. La noche era densa y oscura a su alrededor. El corazón le latía con fuerza, y supo con una punzada de pánico que el miedo iba a apoderarse de ella otra vez, el mismo miedo a estar sola en la oscuridad que no había vuelto a sentir desde que escapara de la isla de los Cuervos. Por lo visto, era algo que nunca iba a superar.

Nerviosa, aceleró el paso y centró la vista en la tenue silueta de la garçonniére.

Algo o alguien la observaba. Una oleada de pánico la inundó. Abrió la boca para gritar, pero una mano se la cubrió amortiguando el sonido. Ella se revolvió, los ojos desorbitados y el cuerpo luchando por librarse de las férreas manos que la retenían.

Una voz ligeramente familiar le habló al oído:
—Tranquila. No estas en peligro conmigo. Soy tu viejo amigo, Vico. ¿Te acuerdas de mí?

Conitnuará...
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Mmm... que querrá Vico y ¿dónde estará Peter?!!! :O

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18 comentarios:

  1. Vicoo?? Que querra vicoo?

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  2. I N T R I G A !!!!!!!

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  3. mmmmmmmmmaaaaaaaaaaaaaassss

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  4. nnnnnnnooooooooooooveeeeeee

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  5. Será que Peter mandó a Vico por ella??

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  6. Estará Peter enfermoo?

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  7. y Peter? y Peter? y Peter?
    y Peter? y Peter? y Peter?
    y Peter? y Peter? y Peter?

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  8. Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas!!!!!!! Al fin, mucha soledad para la pequeña Lali!
    y Peeeeter? sabes que sospeche desde un principio que eran hermanos? jajajjaa
    Me encanta esta nove, va todas las que subis, me atrapan desde el primer instante...
    Mas y gracias por subir!!
    Besos!

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  9. Vico?Lo envio peter?o viene por su cuenta?

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  10. maaas, no me podes dejar asiiiii ajajaja!

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  11. AHHHHH CHAN CHAN CHAN!!!! QUE PASARAAA <3 @LuciaVega14

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  12. :O ¿para que habra vuelto Vico?

    novela solo tu: http://morithalaliter.blogspot.mx/

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