Capítulo VEINTISIETE y VEINTIOCHO

Furioso consigo mismo por cómo habían ido las cosas, Peter pasó el resto del sábado y buena parte del domingo como casi todo el mundo en la ciudad de Chicago y los alrededores: limpiando la nieve.

Limpió la nieve de la entrada asfaltada para coches que conducía desde la calle a la casa, la de las aceras que rodeaban la casa y daban acceso a las puertas de entrada, y cuando terminó, muerto de frío y agotado, buscó algo más que hacer. Cualquier cosa para estar ocupado y no pensar.

¿Cómo podía haberlo hecho tan mal?, se preguntó. Jamás había pensado que Lali lo rechazara. Ahora se preguntaba cómo podía haber sido tan estúpido.

No lo sabía.

Para cuando las niñas y Julia regresaron a casa el domingo por la tarde, poco después de que los trenes de cercanías y el metro volvieran a funcionar de nuevo, Lali y él estaban haciendo lo imposible para evitarse.

El domingo por la tarde, Peter estaba en su habitación, cuidando de su corazón destrozado y el hombro, que lo tenía casi tan dolorido como cuando había salido del hospital. Probablemente limpiar nieve durante cinco horas y media no era exactamente lo que quería decir el médico cuando le recomendó que descansara.

—¿Tío Peter?

Aleli y Luz estaban en la puerta de su habitación, viéndolo trabajar en el ordenador. Llevaba un par de meses retocando y ordenando fotos que había hecho a las gemelas desde que nacieron, ya que había pensado en hacer un álbum de fotos especial para Lali como regalo de Navidad.

—Peter: Hola, niñas —dijo, levantando la cabeza del ordenador con una sonrisa—. ¿Lo pasaron bien en el centro?

—Luz: Lo pasamos genial, tío Peter —dijo saltando en la cama y cruzando las piernas—. Comimos en un hotel. Yo un perrito caliente y patatas fritas.

—Aleli: Sí, y yo me comí un perrito caliente, y dos bolsas de patatas fritas —dijo, saltando a la cama al lado de su hermana—. ¿Qué hicieron mamá y tú?

Peter se quedó paralizado.

—Peter: ¿Qué... er... que hicimos tu madre y yo? — repitió nervioso.

Desde luego no iba a decirles que Lali y él se habían pasado la noche haciendo el amor apasionadamente.

—Peter: Fui a recogerla al colegio con su trineo.

—Luz: ¿En trineo? — pataleó, entusiasmada—. ¿De verdad usaste el trineo para ir a recoger a mamá al colegio?

—Peter: Ya lo creo que sí —confirmó con una sonrisa.

Se levantó de la silla y se sentó en la cama en medio de las dos niñas. Pasó a cada una un brazo por los hombros y se cruzó de piernas, al estilo indio, en la misma postura que estaban ellas.

—Aleli: ¿Y después qué hicieron? —preguntó.

—Peter: Después cenamos —miró primero a una y luego a la otra—. Fue como un picnic, pero dentro de casa. Cómo no teníamos electricidad, ni luz, ni calefacción, puse una parrilla de las del horno en la chimenea y así cocinamos unos filetes y asamos unas patatas.

—Luz: ¿Podemos hacerlo alguna vez también nosotras, tío Peter? —preguntó, tapándose la boca con la mano, tratando de reprimir un bostezo.

—Peter: Claro, cariño. No creo que a su madre le importe.

—Aleli: ¿Tío Peter? ¿Nos vas a venir a buscar al colé mañana? —preguntó, frotándose en la nariz—. Porque tenemos ensayo de ballet, ¿te acuerdas? Para el recital. Tenemos que estar allí a las tres y media, y para entonces mamá aún no habrá terminado en el colé.

—Peter: A ver, yo tengo que recogerlas y llevarlas al ensayo, y después su madre las recogerá cuando salga del colé, ¿verdad? —dijo, orgulloso de haberse acordado.

—Aleli: Sí. Y mañana es lunes, tío Peter —le recordó.

Intercambió una mirada de complicidad con su hermana y se frotó el estómago.

—Luz: Y los lunes nos devuelven los exámenes de ortografía.

Desde la llegada de Peter, todos los lunes habían pedido pizza para cenar. A las niñas les encantaba, y así Lali no tenía que cocinar.

—Peter: Sí, lo sé —dijo él—. Y si no me acuerdo mal les prometí que podíamos pedir pizza si aprobaban el examen.

Las dos niñas sonrieron encantadas.

—Así es. Y las dos lo hemos hecho muy bien —le aseguraron las dos a la vez.

—Aleli: Seguro que lo aprobamos —dijo.

—Luz: Oye, tío Peter, ¿cuándo nos vas a decir qué es lo que estás haciendo en el garaje de los carruajes? — preguntó, cambiando bruscamente de tema.

Peter se echó a reír.

—Peter: Se lo diré cuando llegue el momento. Ya les dije que era una sorpresa.

—Aleli: ¿Para quién es? —preguntó con curiosidad.

—Peter: Es una sorpresa para su madre, preciosa — dijo él, bajando el tono de voz, sintiendo cómo su corazón se entristecía de nuevo—. Es una sorpresa que he preparado para su madre.

Peter pensó en Lali, en la maravillosa noche de sábado que había vivido con ella, en lo feliz que había sido durante aquellas breves y esperanzadoras horas compartidas con ella.

Pensó también en el hecho de que ella no quería casarse con él. Lali no quería ser su esposa, ni tampoco deseaba compartir su vida con él. Peter miró a las niñas y sintió que el corazón se le hinchaba de amor por ellas. Al menos aún tenía a sus dos hijas, pensó.

Sí, aún tenía a sus hijas, al menos de momento, pero él a quien quería, a quien también necesitaba era a Lali.

—Aleli: A mamá le encantan las sorpresas —dijo, acercándose más a él.

—Luz: Sí —añadió —. Pero ¿nos lo vas a decir pronto? Tenemos mucha curiosidad. No sabemos cuanto tiempo más podremos aguantar.

—Peter: Lo sabran muy pronto —les prometió él.

Aunque en realidad lo que estaba pensando era que había sido él quien se había llevado la verdadera sorpresa cuando Lali había respondido con una negativa a su propuesta de matrimonio.

Capitulo VEINTIOCHO

— ¡Tío Peter! ¡Tío Peter!

Blandiendo el examen de ortografía en el aire, Luz corría hacia el coche de Peter que acababa de aparcar delante de la puerta del colegio.

—Peter: Hola, cielo.

Peter bajó del coche, miró a su alrededor, y frunció el ceño.

—Peter: ¿Dónde está Aleli? —preguntó, preocupado, intentando distinguirla entre los grupos de niños que salían por la puerta doble del colegio.

—Luz: No lo sé —respondió, encogiéndose de hombros—. He tenido un sobresaliente en el examen, tío Peter.

La niña daba saltos de alegría, arriba y abajo, emocionada, pensando en la pizza de por la noche. Peter sonrió.

—Peter:  Sí, muy bien. Esta noche pizza para todos — dijo.

Abrió la puerta del coche e hizo una indicación a su hija para que subiera.

Pero estaba preocupado. No podía ver a Aleli. Las dos sabían que él iba a ir a recogerlas para llevarlas al ensayo de ballet, y normalmente eran dos niñas muy obedientes.

—Peter: Luz, ¿cuándo ha sido la última vez que has visto a tu hermana?

—Luz: En clase de pintura —dijo la niña, sentándose en su asiento—. Estábamos dibujando y alguien ha venido a buscarla. Tenía que ir al despacho.

—Peter: ¿Al despacho? —repitió, con el ceño fruncido—. ¿Para qué?

—Luz: No lo sé —dijo, encogiéndose de hombros otra vez.

—Peter: Vamos, cielo —Peter tomó la mano de la niña y la ayudó a bajar del coche de nuevo—. Vamos a buscarla.

—Luz: Bien.

—Peter: ¿Sabes dónde está el despacho?

—Luz: Claro, todo el mundo sabe donde está el despacho.

—Peter: Todo el mundo menos yo.

—Luz: No te preocupes, tío Peter —dijo, sujetando su mano con fuerza—. Yo te llevaré.

—Y otra cosa, jovencita —dijo Benjamin, en tono amenazador a Aleli—. Tengo entendido que han vuelto a encontrar comida en tu armario. ¡Eso está prohibido! ¿Cuántas veces te tengo que explicar estas cosas?

—Aleli: Pero...

—Benjamín: No, no...

Aleli estaba sentada en una silla, mientras el subdirector del colegio, de pie ante ella, la amenazaba y reñía señalándola con el dedo.

—¿Me estás escuchando, jovencita? —gritó Benjamin, furioso —. No me extraña que no te acuerdes. No escuchas.

—Aleli: Sí escucho —susurró ella, mirándose a la punta de los zapatos—. De verdad, escucho.

—Benjamín: No escuchas —repitió él.

—Aleli: Sí, de verdad —susurró, levantando un poco la cabeza—. De verdad.

Aleli tenía los ojos llenos de lágrimas.

—Benjamín: ¿Te estás burlando de mí? —preguntó de nuevo, justo en el momento en que se abría la puerta de su despacho de par en par.

Peter, con Luz a su lado, había escuchado las palabras del subdirector desde el pasillo. 

Cuando vio las lágrimas rodando por las mejillas de Aleli y la expresión de terror en su cara, maldijo a Amadeo para sus adentros.

—Peter: Ven aquí —dijo, agachándose en el suelo y abriendo los brazos.

De momento ignoró a Amadeo. Primero quería tranquilizar a Aleli. Después se ocuparía de él.

Aleli se deslizó de la silla al suelo, se alejó del subdirector, y corrió directa a los brazos de su tío. Se colgó de su cuello y empezó a llorar.

—Aleli: Me ha gritado otra vez, tío Peter —gimió en un susurro.

—Peter: Lo sé, lo he oído.

Que Benjamin le hubiera obligado a romper la solemne promesa que le había hecho a su hija no hizo más que enfurecerle mucho más.

—Peter: Y lo siento, pero ahora yo me ocuparé de todo, te lo prometo —le secó las lágrimas—. No llores. No llores. Ya se acabó. Nunca volverá a asustarte. Y esta vez lo digo de verdad.

Peter alzó la barbilla de Aleli y le besó en la mejilla.

—Peter: No llores, cielo — le tranquilizó él.

Aleli se limpió las lágrimas y la nariz con el dorso de la mano, y asintió.

—Aleli: ¿Podemos irnos, tío Peter? —susurró, alzando la cabeza—. Por favor, tío Peter. Quiero irme a casa.

—Peter: Enseguida, cielo —dijo, y le besó en la mejilla.

Después se volvió a mirar a Luz.

—Peter: Luz, ¿quieres llevar a tu hermana al coche? Esperadme allí. Yo enseguida voy.

—Luz: Sí, tío Peter.

Luz tomó a su hermana de la mano, y la llevó hacia el pasillo.

Dejando escapar un largo y lento suspiro, y haciendo un gran esfuerzo para controlarse, Peter se puso en pie.

—Benjamín: No me extraña que esa niña no escuche —le espetó, ajeno a la rabia que se había apoderado de Peter—. La mimas demasiado.

—Peter: ¿Ah, sí? —preguntó, dando un paso hacia el subdirector, hasta que éste se vio obligado a retroceder.

—Benjamín: ¿Qué estás haciendo? —preguntó nervioso, con la espalda prácticamente doblada hacia atrás, sobre su mesa.

—Peter: Te lo advertí... —dijo , en un tono frío y letal—. Te lo dije muy claro, pero no hiciste caso, ¿verdad?

—Benjamín: Escúchame —le advirtió—. Si te acercas un paso más, llamaré a seguridad.

—Peter: Estupendo —sonrió, un momento antes del levantar el puño—. Así tendrás a alguien que te ayude a recoger los dientes.

Sin decir otra palabra más, Peter le sacudió un puñetazo en pleno rostro.

Continuará...

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WIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!! jajaja.... bueno bueno suguro estarán de acuerdo conmigo de que le hacia falta un golpecito!! ;)

Bueno espero que les haya gustado la maratón! mañana continuamos y terminamos con esta nove!!! :)

Gracias por las firmitas... 

nos leemos mañana :DD