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viernes, 4 de enero de 2013

CAPÍTULOS 1 y 2


Menos de diez minutos después cesó todo el fragor del combate, aunque cientos de pasos aporreaban la cubierta. Lali permaneció en el camarote, a pesar de lo mucho que deseaba salir y enterarse de qué había pasado. Lo único que podía hacer era esperar con aterrada expectación.

Se estremeció al oír pasos que descendían por la escalera. Alguien intentó abrir la puerta.
—¡Está cerrada con llave! —bramó una voz. 

Lali dio un salto cuando un objeto contundente golpeó la puerta astillando el fino panel de madera. Con decisión, amartilló la pistola. Otro golpe y las bisagras rechinaron.

La joven se secó el sudor frío que perlaba su rostro. Se llevó el cañón de la pistola hasta la sien. Al notar el contacto del metal, su cabeza se convirtió en un hervidero de pensamientos. Si Pablo había muerto no quería seguir viviendo. Y si no usaba el arma para acabar con su propia vida en ese momento, tendría que afrontar un horrible destino en manos de aquellos crueles bandidos del mar. Pero algo en su interior se rebeló ante la idea de apretar el gatillo. Respiró hondo y relajó la mano.

La puerta acabó cediendo. Paralizada, Lali observó a los dos hombres que irrumpieron en el camarote, ambos morenos y desaliñados. El más bajo empuñaba una corta espada curva y el otro, un garfio de abordaje manchado de sangre.

El hombre de menor talla, aunque de aspecto duro, bajó la espada, se relamió y le dedicó una mirada penetrante.

—Baja el arma—ordenó con marcado acento americano, haciendo un gesto hacia la pistola.

Lali no pudo responder. «Hazlo ahora —insistió su mente—. Acaba con todo...» Pero lo que hizo fue bajar el brazo. Sintió una punzada de odio hacia sí misma por ser demasiado cobarde para quitarse la vida.

—Voy a tomar mi parte del botín ahora mismo —le dijo un pirata al otro. Entreabrió la boca, mostrando una dentadura amarillenta, y echó a andar hacia ella.

Como guiada por una fuerza ajena, Lali alzó la pistola y apretó el gatillo. La bala que tendría que haber puesto fin a sus días se hundió en el pecho de aquel hombre. Una mancha carmesí fue extendiéndose por su sucia camisa. La sangre salpicó en todas direcciones y Lali se oyó gritar cuando el hombre cayó a sus pies.

—¡Maldita zorra! —Furioso, el otro pirata la agarró del brazo y la lanzó contra un tabique.

La pistola cayó de su mano y su cabeza golpeó contra la dura madera. Casi perdió el conocimiento, sumiéndose en una niebla gris. Gimoteó mientras tiraban de ella escaleras arriba hasta la cubierta, donde la arrojaron sobre el entarimado. Por todo el barco se oía ruido de voces, barriles y cajas trasladados de un sitio a otro. Un extraño olor se mezclaba con el del agua salada y la brisa marina.

Lali parpadeó con fuerza varias veces y logró sentarse. Vio cómo un pirata dejaba caer un cajón con pollos, parte de los animales vivos que el Golden Star llevaba para que la tripulación dispusiese de carne fresca. El cajón se rompió y las asustadas aves huyeron en todas direcciones, provocando carcajadas y exabruptos. Al observar la dantesca escena que la rodeaba, Lali se llevó una mano a la boca para contener las náuseas.

Había cadáveres por todas partes, con horripilantes heridas, miembros amputados y ojos vidriosos e inertes... La sangre corría por la cubierta. Reconoció algunos de los rostros sin vida: el tonelero de la embarcación, siempre tan alegremente ocupado con sus aros metálicos y sus tablas; el encargado de las velas; el cocinero; el muchacho que hacía las veces de sastre y zapatero; algunos de los oficiales con que Pablo se había sentado a la mesa. «Pablo»... Se lanzó frenéticamente hacia los cuerpos, desesperada por encontrar a su marido.

Un pie calzado en una bota la devolvió al suelo de la cubierta. Lloró de dolor cuando una mano la agarró por el pelo y tiró de ella hacia atrás. Inmóvil, clavó la mirada en los ojos más crueles que jamás había visto. El hombre, bien afeitado y de tez morena, tenía una mandíbula angulosa y su nariz era una marca de resolución en su bien dibujado rostro. Llevaba el cabello castaño rojizo recogido en una tirante coleta. Al contrario que los demás piratas, vestía ropas de calidad, sin duda confeccionadas a medida para su enjuta complexión.

—Me has costado uno de mis mejores hombres —dijo con sequedad—. Pagarás por eso. —Evaluó su cuerpo de caderas estrechas y pecho escaso con una mirada fría. Ella intentó bajarse el dobladillo del vestido, que dejaba a la vista sus pies desnudos y sus pantorrillas. Él sonrió revelando una irregular dentadura—. Sí, le servirás de entretenimiento a mi hermano André. —Le tiró otra vez del pelo haciéndola gemir de dolor—. André necesita una provisión constante de mujeres. Por desgracia, nunca le duran mucho.

Un pirata se le acercó. Era un joven achaparrado con los brazos y el pecho voluminosos.

—Capitán Legare, todavía nos llevará una hora trasvasar lo mejor del cargamento. No hay mucho oro, señor, pero sí buenas mercancías; canela, coñac, vasijas de aceite...
—Bien. Al resto de la tripulación encerradla en la bodega. Prenderemos fuego al barco cuando nos hayamos alejado. Ata a esta joven y guárdala con el resto del botín. Nos la llevamos a la isla. Y dile a los hombres que no la toquen. Es para André.

Al oír hablar de la tripulación del Star, Lali intentó liberarse.

—Lali: ¿Ha quedado alguien con vida? —preguntó entre jadeos.

El joven tiró de ella y se la llevó como si no la hubiese oído.
—Lali: S'il vous plaît, aidez-moi —suplicó ella. Al comprender que el joven no podía entenderla, pasó al inglés—: Ayúdame, por favor. Mi marido tal vez está vivo... Él... él te hará rico a ti si ayudas. Es un Vallerand, Pablo Vallerand...
—Si está vivo no será por mucho tiempo —replicó el pirata fríamente—. Legare no deja a nadie vivo por donde pasa. ¿No habéis oído hablar de los hermanos Legare? Son los amos del Golfo. Sólo un tonto intentaría cruzar...

El joven fue interrumpido por un grito de horror.

—Lali: ¡Pablo! —se retorció frenéticamente, mordiendo y golpeando, y el pirata tuvo que soltarla con una maldición. Ella se abalanzó sobre un cuerpo tendido sobre cubierta—. ¡Oh, Dios mío, Pablo!

La camisa de su marido estaba empapada de la sangre que manaba de una herida causada por un arpón. Tumbado de espaldas, tenía los ojos cerrados y la boca torcida en una mueca de dolor. Sin dejar de llorar le buscó el pulso en la garganta. No detectó signo alguno de vida. Cuando intentó volver el cuerpo, el capitán la alcanzó de nuevo.

—¿Éste es vuestro marido? —preguntó con desdén—. Menudo rescate conseguiré por un hombre muerto. —Y con un decidido movimiento cogió el cuerpo de Pablo y lo lanzó por la borda. Cayó al agua y quedó flotando entre los otros cadáveres.

Lali se quedó sin respiración. Una ola negra pareció engullirla. Sin poder evitarlo, se desmayó en brazos del pirata.


CAPÍTULO 2

Encerrada en las entrañas del barco junto al botín rapiñado del Golden Star, Lali fue despertando poco a poco. Tenía los pies y las manos atadas. Con un leve quejido, se sentó y oteó la oscuridad. No podía ver nada. Exploró cautelosamente con el pie y descubrió que se encontraba entre una pila de cajas, cubas y barricas. El balanceo de la goleta pirata evidenciaba que avanzaban a velocidad considerable. El capitán Legare había dicho algo sobre una isla. Se preguntó cuánto tiempo pasaría hasta que echasen el ancla allí adonde se dirigían.

Volvió la cabeza al oír un leve ruido, como si rascasen en la madera. Dejó de respirar. Alzó las rodillas y esperó en tensión, preguntándose si había imaginado aquel ruido. De repente notó un tentativo mordisquito en el dedo del pie. Lanzó un agudo chillido y dio un puntapié a lo que fuese... ¿Un ratón? ¿Una rata? Oh, Dios, ¿cuánto tiempo tendría que pasar encerrada en aquel sitio inmundo? Oyó más ruidos en la oscuridad, pisadas sigilosas en el entarimado, una breve escaramuza, un chillido de roedor.

Lali se echó a llorar al percatarse de que había algún otro animal en la bodega además de los roedores. ¿Debía gritar pidiendo ayuda? Nadie se molestaría en prestarle atención. Sus pensamientos se vieron interrumpidos de golpe por un suave ronroneo a escasa distancia. Se sacudió sorprendida al notar el roce de algo cálido y peludo en el brazo. Un gato. Sus largos bigotes le hicieron cosquillas al frotar la cabeza contra su brazo. Lali se movió con cuidado y con el pie notó el ratón muerto. Con un escalofrío de desagrado lo apartó de una patada.

Pasando una pata tras otra, el gato se encaramó sobre su regazo. Lali no se movió para no alterarlo. Siempre había odiado a los gatos, las creía criaturas taimadas y traicioneras, pero con éste esperaba trabar amistad.

—Lali: Mon ami, me has protegido como nadie en el día de hoy —dijo con voz llorosa y la cabeza inclinada hacia el animal, que jugueteaba enredando las zarpas en su vestido. El gato no tardó en dar un salto para ir a investigar un ruido desconocido, pero al poco regresó a su regazo.

Lali ladeó la cabeza y la apoyó en un barril. No dejó de murmurar plegarias hasta que, exhausta, desistió. Las imágenes flotaban ante sus ojos, recuerdos de su infancia y su familia; aunque la mayoría tenía que ver con Pablo. Recordó la primera vez que se vieron. Su padre, el doctor Robert Verité, lo había invitado a comer.

—Aquí está Pablo Vallerand —le dijo su padre, dándole la bienvenida a su pequeña pero acogedora casa—. Es uno de mis alumnos de Medicina. Es americano, pero aun así está bien educado.

Habían dispuesto un cubierto para él en la larga mesa. Perplejo y divertido, Pablo observó a los miembros de aquella numerosa familia.

—Ocho hijos —dijo Verité tras soltar una risita—. Una prole sana y numerosa. No hay hombre que pudiese desear nada mejor. Lali, ven y sientate al lado de nuestro invitado.

Lali tuvo que esforzarse para no escapar del comedor. Vergonzosa y tímida, se sentó en la silla que había quedado vacía al lado de aquel extraño.

La familia empezó a comer con sus habituales modos bulliciosos. Todos los miembros de la familia Verité hacían gala de una personalidad dominante. Por lo tanto, para Lali, la hija mayor, no había resultado difícil mantenerse en un segundo plano y dejar que fuesen los otros los que llamasen la atención. Desde la muerte de su madre, diez años atrás, ella se había ocupado de todos adoptando el papel de ama de casa. 

Lali vio cómo Pablo Vallerand formulaba numerosas preguntas sin sentirse intimidado por el barullo que lo rodeaba. Su sonrisa era agradable y natural; sus rasgos, elegantes y bien delineados; su cabello, tupido y bien cortado, era de un tono castaño tan oscuro que parecía casi negro.

Por fortuna, a Lali no le dirigió la palabra. A ella le aterrorizaba la mera idea de tener que responder incluso a la pregunta más nimia. Pero de vez en cuando le dedicaba miraditas con sus brillantes ojos color verde, y a ella le parecía que podía leerle el pensamiento. Mientras la familia reía con estrépito el divertido relato del padre sobre un paciente maleducado, Lali sintió que algo se deslizaba del bolsillo de su delantal y caía al suelo. Era un pequeño libro que estaba leyendo en sus ratos libres. Al agacharse para recogerlo, estuvo a punto de darse un cabezazo con Pablo.

Cogió el libro y casi se le paró el corazón al notar la mano de Pablo sujetándola suavemente por la muñeca.

—Pablo: Ya... ya lo tengo —logró mascullar. La charla de la familia prosiguió sin tenerla en cuenta, pero él no le soltó la muñeca mientras con la otra mano se adueñaba del libro.

—Pablo: Rousseau —leyó en voz baja—. ¿Le gusta la filosofía, mademoiselle?
—Lali: A... a veces.
—Pablo: A mí también. ¿Me prestarías el libro? —Aquel ejemplar parecía absurdamente pequeño en su mano.

Pensó en denegar su petición, pues dejarle el libro entrañaría pasar por el engorro de que se lo devolviese. Pero su temor a parecer tosca era mayor que el temor que sentía por aquel apuesto extraño.
—Lali: Por supuesto, monsieur —dijo con timidez.

Aun así, él no le soltó la muñeca.
—Pablo: Llámame Pablo, por favor —la corrigió él con un destello divertido en la mirada.

Ella le miró asombrada. Sin duda él sabía muy bien lo inadecuado que resultaría que ella le llamase por su nombre de pila.

En ese momento resonó la voz de su padre.
—Joven Vallerand, ¿puedo preguntar qué trama bajo la mesa con mi hija?
Sonrojada y desconcertada, Lali tiró de su brazo, pero él no la soltó.
—Lali: De acuerdo, Pablo —dijo en un frenético susurro, y fue recompensada con una picara sonrisa y la muñeca liberada.

Él regresó con el libro a los pocos días, y con la tranquilidad que le caracterizaba pidió que Lali le enseñase el jardín de la casa. Mientras conversaban, ella se percató de que su habitual timidez parecía haberse evaporado. De repente confiaba en él más que en sus propios hermanos y hermanas. No le tenía miedo... al menos no hasta que la llevó contra una pared cubierta de rosales e inclinó la cabeza para besarla.

—Lali: No... —dijo ella, apartando la cara con el corazón desbocado.
—Pablo: Intocable —murmuró él contra su mejilla al tiempo que la estrechaba entre sus brazos—. Eso es lo que todo el mundo piensa de ti, ¿verdad? No necesitas a nadie. No necesitas más que tus libros y tu soledad. —Ella sintió el calor de sus labios quemándole la piel.
—Lali: Sí —se oyó susurrar—. Eso es lo que piensan de mí.
—Pablo: Pero no es verdad. —Tenía la boca junto a la comisura de sus labios—. Te entiendo, Lali. Necesitas ser amada, y vas a ser mía...

Ahora, en la oscura bodega de aquel fétido barco, Lali notó cómo caían las lágrimas sobre su hombro. Le había costado mucho tiempo comprender que el amor que Pablo sentía por ella era auténtico y duradero. Él se había ido a Nueva Orleans para quedarse allí tres años, hasta el final de la guerra entre americanos e ingleses, cuando las aguas internacionales volvieron a ser seguras. Tres años de espera y de cartas, tres años de esperanza, frustración y dudas.

Pero Pablo había vuelto a Francia para hacerla su esposa y llevársela consigo a Nueva Orleans. Finalmente, Lali se permitió pensar que tendrían una vida juntos, pero todo acabó en cuestión de minutos. Ahora Pablo había muerto y ella se avergonzaba de sí misma, porque no sólo la consumía el dolor, también estaba enfadada con él. Era absurdo culparlo —nada de lo ocurrido había sido culpa suya—, pero aun así sentía rabia por el hecho de que no hubiese sabido prever el peligro. Clavó la mirada en la oscuridad mientras el gato se acomodaba en su regazo. Ahora que Pablo ya no estaba, no sentía deseo alguno de seguir viviendo. Lo único que podía esperar era que la muerte le llegase pronto, y que dispusiese del valor suficiente para asumirla con dignidad.

Continuará...
_________________________________________

Holaaaaaa! :)
perdón por subir tan tarde... que horror mi internet :S esta super lento!!
Les dejo dos capítulos y no se desesperen por Peter... pronto pronto aparece ;)
Hoy estoy muy feliz! en verdad! primero que me paso algo personal re bonito y segundo... GERMILI!! ay que lindos momentos salieron a la luz <3!!... les dejo el link de donde yo los vi: PICA AQUI en mi apreciación apreciativa creo que Mili tienen más química con Ger que con Juanse!... :D pero bueno lo digo yo que soy re laliter!

espero que le gusten los caps! 

Besos...

18 comentarios:

  1. si lastima q alfinal german no es bueno

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  2. Me encanta
    Esta buenasa
    Super misteriosa

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  3. Hahah germili y hasta ahora nos damos cuenta q feo eso jaja ...
    Me encantarin mis caps :) quiero más

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  4. me encanta nasssssssssss

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  5. mas nove mas nove mas nove
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  8. massss me gusta @lypsiempre

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  9. Me gustaron!
    Espero mas! :D
    besos

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  10. Espero mas!! me encantaron los caps.. besos!! Giu

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  11. Que lindos capitulos pobre lali espero que aparezca pronto peter! aunque a lo mejor es malo peter y no la cuida nose!! habra que seguir leyendo! jajaa espero mas y germili son un amor!!

    @casiamaia Amaia

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  12. Muy bueenos, espero mas caaps :)
    Besooo

    Arii

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  13. pobre lali... y si que viva porque todavia le falta conocer a peter jajaja....

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  14. Ay no nos podes dejar asi!! Sube otro u otros por fas!!!! jjajaja

    Pobre Lali :( Esepro que no le pase ada malo y me da un poquito de miedo ese André (espero que no sea Peter) jajaja
    Espero mas!!
    Besos

    PD: tengo que avisarte cuando voy a subir la nove en http://laliteritaly.blogspot.it/ ?

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    1. Si avisame!!!... tengo una ganas de leer una nove! :D

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  15. Lina (@Lina_AR12)7 de enero de 2013, 16:50

    Me gusta es "distinta"como "distinta ves la quimica de Mili con German respecto a la de Juanse con quien directamente NO HABIA QUIMICA!y no es q seas laliter es así aunq muchas no quieran aceptarlo!Lastima q nos privaron de eso q tanto disfrutaron grabando,no?

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  16. Te juro que me es chocante Lali con Pablo como que no me gustaaa :( quiero Laliterrr!!!!!!!!! por fisssss =$ te haria ojitos como mi sobrino pero de aca se complica(? jajajaja muchas gracias por lo caps Daniii ahora me tengo que volver a poner al dia porque estuve enferma otra vez asi que hoy voy al medico -.- jajaja pero bueno apenas pueda leoo todo ahora empiezo pero no creo que termine, un beso enormeee @LuciaVega14

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