Demasiado sobresaltada para reaccionar, Lali notó que Peter le bajaba la
camiseta de un tirón. Agarró una caja de la isla de la cocina y la llevó hasta
la encimera, cerca del fregadero.
—Ya
estamos aquí —anunció Mery, entrando en la casa con una caja en los brazos—.
Duane viene detrás. ¡Caray! ¡Mira! ¡Esto es fantástico!
A
Lali le costaba pensar más allá de la nube de calor que como en sueños la
rodeaba.
—¿Verdad
que es bonita? —preguntó, sintiéndose como mareada y poco firme mientras
recogía el control remoto del suelo.
—Es
bonita y una gran inversión —repuso Mery—. No tendré ningún problema para
alquilarla cuando deba hacerlo. Buen trabajo, Peter.
—Gracias
—murmuró él, abriendo la caja con una navaja.
—¿Ya
te has quedado sin aire, vejestorio? —le preguntó Mery sonriente—. Menos mal
que ha venido Duane para ayudarte a levantar lo más pesado.
—Mira
esto, Mery —dijo Lali antes de que Peter pudiera decir ni pío—. Peter ha
instalado una puerta especial para Byron.
Estuvieron
admirando debidamente la puerta electrónica para la mascota mientras Duane
entraba en la casa con otro par de cajas.
Duane
era un buenazo que asistía a su iglesia de moteros con regularidad. Tendía a
ser impulsivo y escandaloso, pero era leal con sus amigos y siempre estaba
dispuesto a ayudar a quien lo necesitara. Tenía un aspecto que intimidaba, con
unos brazos musculosos que llenaban a reventar sus chaquetas de cuero, tatuados
de la muñeca al hombro, y patillas negras en forma de bota. Lali había tardado
cierto tiempo en sentirse cómoda estando él cerca, pero por lo que parecía
adoraba a Mery, con quien había salido casi un año.
—No
soy de las que se enamoran —le había dicho en una ocasión Mery alegremente
cuando Lali le había preguntado si su relación con Duane podía convertirse en
algo permanente.
—¿Quieres
decir que temes enamorarte o que Duane tiene algo que...?
—¡No
temo enamorarme! Y Duane es estupendo. Sencillamente, no quiero amar a nadie.
—Si
tú eres muy cariñosa —había argüido Lali.
—Con
los amigos y con la familia, sí. Pero no puedo amar a alguien del modo
romántico al que tú te refieres.
—Tienes
relaciones sexuales, sin embargo —le había dicho Lali, perpleja.
—Sí,
claro. Las relaciones sin amor son posibles, ¿no los sabías?
—No
estaría mal que algún día probaras las dos cosas al mismo tiempo —le había
dicho Lali con nostalgia.
Fueron
entrando más cajas, incluidas las que contenían las cosas de Elena. Cuando Peter
y Duane se fueron a buscar los muebles del almacén, Mery y Lali desembalaron
zapatos y bolsos. Los pusieron en el zapatero y los estantes del armario del
dormitorio principal.
—No
recuerdo que hubiera todos estos elementos empotrados en la factura —comentó Mery—.
Parece que Peter ha estado haciendo algunos trabajos extra. ¿Le has pagado tú
algo aparte?
—No.
Lo ha hecho sin siquiera preguntar —dijo Lali—. Quiere que la casa sea
verdaderamente cómoda para Elena.
Mery
sonrió son regocijo.
—No
creo que haya hecho todo esto para Elena precisamente. ¿Hay algo entre tú y el
iceberg humano?
—No,
nada de nada —negó Lali categóricamente.
Mery
arqueó las cejas.
—Te
habría creído si me hubieras dicho que «algún que otro flirteo» o «nos estamos
haciendo amigos», pero... ¿«nada de nada»?, ni hablar, no me lo trago. He visto
cómo te mira cuando cree que nadie se da cuenta.
—¿Cómo?
—Como
un escalador hambriento que acaba de ser rescatado tras tres días sin alimentos
y tú fueras un pastel de crema.
—No
quiero hablar de esto.
—Vale.
—Mery siguió ordenando zapatos.
—La
cosa no va a pasar de los besos. Lo ha dejado muy claro —saltó Lali al cabo de
un momento.
—Me
alegro de oírlo, porque ya sabes lo que opino. —Abrió otra caja.
—Es
mejor hombre de lo que tú crees —no pudo evitar decirle Lali—. Es mejor hombre
de lo que él cree que es.
—No
lo hagas, Lali.
—¿A
qué te refieres?
—Lo
sabes perfectamente. Te estás planteando hacerlo y buscas cualquier cosa para
justificar tu atracción por los hombres emocionalmente inabordables.
—El
otro día me dijiste que tú eras emocionalmente inabordable para los hombres.
¿Quiere decir eso que nadie debería acostarse contigo?
—No.
Significa que solo determinado tipo de hombre puede acostarse conmigo o va a
salir mal parado y que, si le pasa, es por su culpa.
—Muy
bien. Si yo salgo mal parada por liarme con Peter o con quien sea, no te pediré
que me compadezcas.
El
tono irritado de Lali sorprendió a Mery, que la miró con curiosidad.
—¡Eh,
que yo estoy de tu parte!
—Ya
lo sé, y estoy bastante segura de que tienes razón, pero sigue pareciéndome que
intentas darme órdenes.
Mery
iba sacando zapatos de la caja.
—De
todos modos no importa —dijo al cabo de un momento—. Vas a estar muy ocupada
con Elena, así que no tendrás tiempo para tontear con Peter.
Más
tarde, Duane y Peter transportaron los muebles y los colchones al interior de
la casa y colocaron varias piezas allí donde les indicó Lali. El sol estaba ya
bajo cuando el trabajo duro estuvo hecho. Ya solo quedaba colocar algunas cosas
pequeñas en su lugar, cosa que Lali podría hacer al día siguiente.
Peter
llevó el maniquí de modista de Lali al dormitorio pequeño, que estaba todavía
sin pintar, y quitó la sábana que lo cubría. Estaba completamente cubierto de
un sinfín de broches de cristal, piedras semipreciosas, esmalte o laca.
—¿Dónde
lo quieres?
—En
esa esquina está bien. —Había dejado la mayor parte de su colección de broches
en el maniquí y solo había quitado una media docena, los de más valor. Los sacó
del bolso y fue a clavarlos con los demás.
—Siento
que esta habitación no esté terminada todavía. —Miró a su alrededor con el ceño
fruncido. La moqueta era nueva, pero había que repintar y cambiar las lámparas
viejas. Aunque ya estaba instalado el marco de un nuevo armario empotrado que
iba de pared a pared, no tenía puertas y faltaba enlucirlo.
—Has
hecho una cantidad de trabajo asombrosa —le dijo Lali—. Lo más importante eran
la cocina y el dormitorio de mi abuela, y son preciosos. —Observando atentamente
el maniquí, clavó un broche en un hueco—. Tendré que dejar de coleccionarlos o
conseguir otro maniquí.
Peter
estaba de pie a su lado, mirando todas aquellas joyas.
—¿Cuándo
empezaste la colección?
—Cuando
tenía dieciséis años. Mi abuela me regaló este por mi cumpleaños —le enseñó una
flor de pequeños cristales—. Me compré este para celebrar mi graduación en la
escuela de cocina. —Sostuvo en alto un broche de esmalte en forma de langosta
con las antenas de oro antes de clavarlo en el pecho del maniquí.
—¿Y
este? —le preguntó Peter mirando un antiguo camafeo de marfil antiguo con el
borde de oro.
—Fue
el regalo de boda de Chris. —Sonrió—. Me dijo que si posees un camafeo durante
siete años, se convierte en un amuleto.
—Mereces
un poco de suerte.
—Me
parece que la gente no siempre sabe cuando le está ocurriendo algo afortunado,
que solo se da cuenta después. Mi divorcio de Chris, por ejemplo, ha resultado
ser lo mejor para los dos.
—Eso
no es suerte. Eso es recuperar la libertad tras cometer una equivocación.
Lali
le hizo una mueca.
—Intento
no plantearme el matrimonio como un error, sino como algo que el destino puso
en mi camino para ayudarme a aprender y crecer.
—¿Qué
has aprendido? —le preguntó él con un brillo burlón en los ojos.
—A
ser más indulgente. A ser más independiente.
—¿No
te parece que podrías haberlo aprendido sin que un poder superior te hiciera
pasar por un divorcio?
—Seguramente
tú ni siquiera crees en la existencia de un poder superior.
Peter
se encogió de hombros.
—El
existencialismo siempre ha tenido para mí mucho más sentido que el destino,
Dios o la suerte.
—Nunca
he sabido exactamente en qué consiste el existencialismo —le confesó ella.
—En
saber que el mundo es una locura sin sentido y que debes encontrar tu propia
verdad, tu propio sentido, porque nada más lo tiene. No hay poder superior sino
solo seres humanos a trompicones por la vida.
—Pero...
¿te hace más feliz no tener fe? —le preguntó ella sin convicción.
—Para
los existencialistas, uno solo puede ser feliz si logra vivir en un estado de
negación de lo absurdo de la existencia humana. Así que... la felicidad queda
fuera de la ecuación.
—Eso
es espantoso —dijo Lali riendo—. Y demasiado profundo para mí. Me gustan las
cosas de las que puedo estar segura, como las recetas. Sé que la cantidad justa
de levadura hace que el pastel suba, que los huevos dan cohesión a los demás
ingredientes y que la vida es básicamente buena, como la mayoría de la gente, y
que el chocolate es la prueba de que Dios quiere nuestra felicidad. ¿Lo ves? Mi
cerebro trabaja al nivel más superficial de todos.
—Me
gusta como trabaja tu mente. —La miró a los ojos y en los suyos hubo un
destello de pasión—. Llámame si tienes algún problema —le dijo—. Si no me
llamas, nos veremos dentro de un par de días.
—Ni
se me ocurriría molestarte en tu tiempo libre. Has estado trabajando
prácticamente sin parar desde que empezaste con el proyecto.
—Trabajar
no es tan duro cuando me pagan bien.
—De
todos modos, te lo agradezco.
—Vendré
el lunes. De ahora en adelante, no empezaré a trabajar hasta las diez de la
mañana, para que tu abuela tenga tiempo de levantarse y desayunar antes de que
empiece el ruido.
—¿Vendrán
contigo Gavin e Isaac?
—No.
La primera semana, solo yo. No quiero apabullar a Elena con demasiadas caras
nuevas.
A
Lali la conmovió y la sorprendió un poco que Peter hubiera tenido tan en cuenta
los sentimientos de su abuela.
—¿Qué
harás este fin de semana? —le preguntó, obligándolo a detenerse en el umbral.
La
miró con los ojos opacos.
—Viene
Darcy. Quiere arreglar la casa para que se venda más rápido.
—¿No
habías dicho que era impersonal? ¿No es el objetivo de arreglarla que lo sea?
—Por
lo visto, no siempre. Darcy se trae a un experto. En teoría hay que llenar la
casa de colores y objetos que hagan que el comprador potencial conecte
emocionalmente con ella.
—¿Crees
que funcionará?
Peter
se encogió de hombros.
—Opine
lo que opine yo, la casa es de Darcy.
Así
que Peter iba a pasar parte del fin de semana, si no todo, en compañía de su
ex. Lali recordó que una vez le había dicho que él y Darcy se habían acostado
tras el divorcio por pura conveniencia. Probablemente volvería a hacerlo, se
dijo, deprimida. No había razón para que Peter rechazara una oferta de sexo si
Darcy estaba dispuesta a hacérsela.
A
lo mejor no estaba deprimida. Se sentía peor que deprimida. Se sentía como si
hubiera hecho un pastel de fruta envenenada y se lo hubiera comido entero.
No.
Definitivamente aquello no era depresión. Aquello eran celos.
Intentó
sonreír a pesar de lo que sentía, como si no le importara. La boca le dolió.
—Buen
fin de semana —logró decirle.
—Lo
mismo digo. —Se marchó.
Siempre
se iba sin mirar atrás, pensó Lali, y pinchó otro broche en el reluciente
maniquí.
—¿De
qué iba todo ese rollo? —le preguntó el fantasma con hosquedad, caminando a su
lado—. Existencialismo... la vida no tiene sentido... No puedes creer todo eso
de verdad.
—Sí
que lo creo. Y deja de escuchar todo lo que digo.
—No
lo haría si tuviera otra cosa que hacer. —Lo miró con mala cara—. Mírate. Te
acecha un espíritu. Eso es lo más poco existencialista que puedas echarte en
cara. El hecho de que esté contigo significa que no todo acaba con la muerte y
también que alguien o algo me puso en tu vida por alguna razón.
—A
lo mejor no eres un espíritu —murmuró Peter—. Puedes ser un producto de mi
imaginación.
—No
tienes imaginación.
—A
lo mejor eres un síntoma de depresión.
—Entonces
¿por qué no tomas Prozac, a ver si desaparezco?
Peter
se detuvo junto a la puerta de la furgoneta y miró al fantasma meditabundo, con
el ceño fruncido.
—Porque
no quieres —dijo por fin—. Estoy atado a ti.
—Pues
no eres un existencialista. No eres más que un idiota —le dijo el fantasma con
aire de suficiencia.
Continuará...
+10 :o
El siguienteeee
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ResponderEliminarConcuerdo con el fantasma, Peter es un idiota xd
ResponderEliminar:)
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ResponderEliminarMaaaaas
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ResponderEliminarNo nos dejes así! Más capítulos plis! ����
ResponderEliminarPD: (Los símbolos que no se ven eran besos)
ResponderEliminarEspero ansiosa un nuevo capítulo!
Jjajajajja,Gus ,lo amo
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