Lali se acurrucó en uno de los
extremos del sofá de tapicería suave y brillante del salón con las piernas
dobladas. La casa estaba en silencio y el resto de la familia dormía en la
planta de arriba. El único sonido que se oía era el tictac metódico del reloj.
Tenía un libro abierto sobre el regazo, pero no lo leía. De vez en cuando,
pasaba una página, pues sus manos sentían el impulso de hacer algo. Tras oír unos
pasos silenciosos que bajaban las escaleras, Lali levantó la vista y vio a Stéfano,
quien entró en la habitación vestido con su camisa de dormir de algodón y unos
pantalones de montar desgastados. Parecía cansado y malhumorado. Se dirigió al
sofá arrastrando los pies y se dejó caer en el otro extremo.
—¿Por qué esperas levantada?
—preguntó Stéfano mientras contenía un bostezo—. Peter dijo que no volvería
hasta mañana.
—No tengo sueño. ¿Y tú por qué
no estás en la cama?
—No paro de despertarme
pensando que he oído un ruido.
Stéfano cerró los ojos y
reclinó la cabeza despacio en el respaldo del sofá.
—¿Stéfano?
—¿Mmmm? —murmuró él sin abrir
los ojos.
—Me alegro de que no te vayas
a Carolina del Norte con los demás. Me gusta tenerte aquí.
Stéfano frunció los labios en
una expresión huraña, como hacía siempre que le hablaban de sentimientos.
—No me quedaré aquí para
siempre.
Lali sonrió levemente.
—Lo sé, hermanito.
Lali también cerró los ojos.
El silencio y la presencia del muchacho la adormecieron y, de una forma
gradual, el libro resbaló de su regazo hasta el asiento del sofá. Ella dejó
caer la cabeza, pues le pesaba demasiado para seguir aguantándola erguida.
«Watts», murmuró Lali para sí misma. Mientras daba vueltas a aquel nombre e
intentaba recordar alguna cosa, la cabeza le dolió. Poco a poco, fue
cayendo..., cayendo..., y su corazón palpitó con más lentitud.
Estaba acurrucada junto a Benjamín,
pegada a su costado, y sus esbeltos dedos se deslizaban por el pelo de color
caoba de su nuca. Ella se inclinó y rozó con su boca la comisura de los labios
de él.
«Ayúdame con el nombre», le
había pedido él.
Ella pegó los labios al oído
de Benjamín y susurró en voz baja:
«Inténtalo con George Watts.
Hará cualquier cosa por dinero. Cualquier cosa. Estoy segura.»
«¿Y también estás segura
acerca de todo lo demás?»
«Claro que lo estoy. No
tenemos elección, ¿no?»
Ella lo besó con dulzura, con
una promesa silenciosa.
Lali gimió en sueños y agitó
la cabeza con intranquilidad.
Después de salir del saloon, Peter
regresó a Sunrise. Todos los pensamientos racionales habían abandonado su
mente. La sed de sangre hacía que le ardiera el estómago, se le clavaba en los
costados como si se tratara de unas garras y lo empujaba a exigir el máximo de
su caballo. La tierra pasaba a toda velocidad por debajo de ellos, pero el
viaje le parecía lento, insoportablemente lento.
La caseta de madera de
vigilancia era el único contorno que rompía la línea del horizonte. La caseta y
la valla rota. Entre los tablones de la caseta se filtraba la luz tenue de una
lámpara. Peter saltó del caballo incluso antes de que éste se detuviera. En
pocos pasos, llegó a la puerta y la abrió de golpe con la punta de la bota.
Watts se puso de pie sobresaltado, su silla cayó al suelo y un Colt.45 apareció
en su mano. Cuando vio que se trataba de Peter, empezó a bajar el cañón del
arma, pero, de una forma instintiva, interrumpió el movimiento.
Peter fue consciente de que el
arma estaba encañonada hacia él, pero sentía tanta rabia que no le importó.
—¿Por qué? —preguntó
respirando con pesadez y con el pulso acelerado—. ¿Fue sólo por el dinero?
¿Regateaste con ellos o aceptaste la primera cantidad que te ofrecieron?
¡Bastardo! ¡Cuéntame por qué lo hiciste!
Watts lo miró a los ojos con
calma.
—Porque me ofrecieron el dinero
suficiente.
—¿Y por qué otra razón?
—Por ninguna.
Aunque esto era lo que Peter
esperaba oír, la confesión de Watts constituyó un shock para él, una flecha
blanca y ardiente que le atravesó el pecho. Peter contempló de una forma
inexpresiva el rostro decidido y desvergonzado de Watts y el dolor le atenazó
la garganta. Todavía era peor que hubiera asesinado a Nico sin una razón
personal, sólo por dinero. Ningún hombre se merecía algo así, pero todavía
menos Nicolás Espósito, cuya muerte no debería haberse vendido barata.
Nada de lo que Peter pudiera
hacer o decir podría conseguir que Watts se arrepintiera. Peter, temblando de
rabia y desesperación, sintió la inquebrantabilidad de Watts, la falta de
emoción en aquel cuerpo sólido y fornido. Watts esperaba que Peter realizara el
menor movimiento para dispararle con la rapidez de un ejecutor. Estaba decidido
a matar a Peter, si no, no le habría confesado el asesinato.
Peter dedicó un angustiado
pensamiento a Lali y se lanzó hacia Watts con el hombro derecho hacia delante
para presentar un blanco menor. Watts apretó el gatillo. Se oyó un ruido
ensordecedor y Peter recibió un impacto en el cuerpo. El impacto de la bala lo
empujó hacia atrás. Peter tropezó con la mesa y la lámpara cayó al suelo. El
cristal se hizo pedazos y el petróleo se derramó por el suelo. Peter se tocó el
hombro y sintió una humedad cálida que salía a chorros.
Una neblina ligera pareció
rodearlo y Peter se desplomó en el suelo. Sentía un zumbido en los oídos y sus
fosas nasales se llenaron de un olor dulce. Transcurrieron unos segundos,
aunque quizá fueron horas, durante los cuales Peter luchó por recuperar la
fuerza de sus piernas. Tenía que ponerse de pie, tenía que moverse. El sonido
de alguien arrugando papel llenó sus oídos. No, se trataba del crujido de unas
llamas. El olor a queroseno lo rodeó y Peter entreabrió los ojos.
Watts había cogido unas
cuantas cosas y se dirigía a la puerta de la caseta dejando que muriera
quemado. Una de las paredes ya ardía y lanzaba llamas hasta el techo. Un pánico
salvaje se apoderó de Peter, quien avanzó a tientas mientras Watts pasaba junto
a él camino de la puerta. Peter consiguió coger el talón de la bota de Watts y
se agarró a él con todas sus fuerzas.
Watts se tambaleó y cayó al
suelo con un ruido sordo. Peter giró sobre sí mismo para esquivar la patada que
dio Watts con la pierna libre. La desvencijada caseta empezó a crujir. El fuego
los asaría vivos a los dos. Peter y Watts avanzaron a rastras por el suelo,
forcejeando y gruñendo de dolor. Watts intentó levantarse y Peter se agarró a
él hasta que los dos quedaron medio de pie. Durante una fracción de segundo, Peter
se vio a sí mismo como si avanzara por debajo del agua. Intentó soltarse de
Watts y mantenerse en pie por sí mismo, pero sus reacciones eran demasiado
lentas.
Watts le dio un puñetazo en la
mandíbula y lo envió, dando tumbos, hasta la puerta. El techo y las paredes se
plegaron sobre sí mismos como si un pie gigante hubiera pisado la caseta. Peter
se tapó los ojos con uno de los brazos, salió al exterior dando trompicones y
cayó al suelo, donde dio una, dos vueltas sobre sí mismo antes de detenerse.
No pasó mucho tiempo antes de
que los vigilantes de la valla y otros vaqueros del rancho, alertados por el
distante resplandor del fuego, se concentraran en el lugar de los hechos con
mantas, sacos y escobas para golpear los distintos incendios que se habían
iniciado en la hierba. Si no se sofocaba, un fuego podía recorrer kilómetros y
kilómetros de praderas y arrasar condados enteros destruyendo propiedades y
matando a hombres y ganado. Los hombres llegaron de ambos lados de la línea
divisoria para ayudar, tanto del rancho Sunrise como del Double Bar. Peter
recuperó poco a poco la conciencia y contempló, con los ojos enrojecidos por el
humo, cómo los vaqueros trabajaban codo con codo, advirtiéndose unos a otros
del peligro. Consiguieron contener el fuego dentro de los límites de la caseta
y ésta quedó reducida a un montón de escombros y cenizas.
Peter se pasó el resto de la
noche aturdido. Aunque había curado unas cuantas heridas de bala, nunca había
experimentado una en su propia carne. Tras diagnosticar que la bala había
atravesado limpiamente la carne, uno de los peones del rancho le vendó la
herida con torpeza y Peter tuvo que esforzarse para no decirle, con brusquedad,
que tuviera más cuidado, pues la maldita herida dolía más de lo que parecía.
Pero quejarse le habría hecho
parecer menos hombre a sus ojos y habría perdido parte de su confianza, de modo
que Peter mantuvo la boca cerrada, salvo para tragar el whisky que le hacían
beber. Cuando decidieron que ya había bebido suficiente, Peter subió como pudo
a lomos de su caballo y se dejó caer sobre el cuello del animal mientras lo
conducían de regreso al rancho. Que alguien llevara las riendas de su caballo
constituía una indignidad, pero era mejor que ser transportado tumbado sobre la
silla como un saco de harina.
Nada más llegar, los vaqueros
lo entraron en la casa. La familia Espósito al completo estaba levantada.
Cuando Lali se entero de que se había producido un incendio y de que era
probable que Peter estuviera implicado en el incidente, el mundo se detuvo para
ella, y cuando lo vio se sintió aliviada y frenética. La ropa de Peter estaba
ensangrentada, y su rostro demacrado y cubierto de hollín. Todas las arrugas de
su cuerpo hablaban de shock y agotamiento. Lali ordenó, con precipitación, a
los hombres que lo transportaban sujetándolo por los brazos que lo llevaran al
salón. Peter se dejó caer sentado en el sofá y apoyó la cabeza en las manos mientras
Lali corría a la cocina en busca de unas tijeras y el botiquín. Cuando regresó,
Emilia se estaba quejando de los desgarros y arañazos que las espuelas de los
vaqueros habían ocasionado en la alfombra y las patas de los muebles.
Peter protestó cuando Lali
insistió en quitarle lo que quedaba de su camisa y limpiar y vendar la herida
de nuevo. Sin hacer caso de sus protestas, Lali le curó el hombro y lavó su
magullada cara. Al final, Peter se quedó quieto y adormecido por el suave roce
de las manos de Lali. Si Emilia no estuviera allí, habría apoyado la cabeza en
el blando regazo de Lali y se habría dormido. La idea era tan tentadora que
consideró utilizar la bebida como una excusa para hacerlo, pero su sentido
común se lo impidió.
—Lali —declaró con voz pastosa
mientras levantaba la mano para tocar la de ella—, Watts...
—Lo sé.
La mirada clara y serena de Lali
se encontró con la de él. Peter se dio cuenta de que, de algún modo, la muerte
de Watts había aligerado el peso de los hombros de Lali. Peter quería decirle
que todo aquello todavía no había terminado, pero se sentía demasiado cansado
para hablar.
—El resto... mañana.
Lali asintió con comprensión.
—Lo haremos juntos —declaró
ella, y Peter sacudió la cabeza agotado.
—No, no, Lali.
Estas fueron las últimas
palabras que Peter pronunció antes de exhalar un suspiro y caer dormido con la
cara pegada al cojín del sofá.
Lali permaneció junto a él
durante horas, ignorando las indicaciones de su madre para que se fuera a
dormir. Lali se arrodilló junto a Peter y acarició su pelo negro. De vez en
cuando, deslizaba la vista por su cuerpo para asegurarse de que realmente
estaba allí. Emilia dormitaba en un sillón. Cuando se despertó, vio que Lali
estaba acurrucada al lado de Peter, con una mano apoyada en su hombro y la
mirada fija en su rostro dormido.
—¡Por todos los santos!
—exclamó Emilia algo enojada—. Has estado a su lado desde que lo trajeron. Deja
que el pobre hombre duerma tranquilo. ¿Por qué tienes que cuidarlo como si
fuera un niño?
Lali la miró con ojos serios.
—Le han herido —declaró sin
levantar la mano del hombro de Peter—. Y es mío.
¿Acaso quería decir que Peter
necesitaba realmente unos mimos tan desorbitados como aquéllos o que su forma
de tratarlo era cosa suya? Emilia no estaba segura, pero no volvió a recriminar
su forma de actuar. Quizá decidió que Lali constituía para ella un enigma tan
grande como lo había sido Nicolás y que era inútil intentar comprenderla.
Durante el silencio que se produjo a continuación, las dos mujeres
reflexionaron acerca de las palabras que habían intercambiado y ambas llegaron
a una conclusión.
Lali ya no era la hija más
dependiente de Emilia, la hija necesitada de mimos, cuidados y comprensión. Lali
ya era tan mujer como Emilia, incluso más fuerte que ella, tanto que resultaba
desconcertante, y más autosuficiente. Y Emilia también se dio cuenta de que el
cambio que se había producido en su hija se debía, en gran parte, al hombre que
dormía en el sofá.
Continuará...
+10 :')
Massssss
ResponderEliminarMas noveeeee
ResponderEliminarSube otro!
ResponderEliminarEspero el próximo capitulo, esta novela me tiene enganchada...
ResponderEliminarMaaaaas
ResponderEliminarmaaas
ResponderEliminarmaassss
ResponderEliminarmuerooooo maaasss
ResponderEliminarsi rebelan que todo fue idea de Mariana....cómo reaccionaran los demás y ni hablar de Peter?
ResponderEliminarK ingrato Watts,yo k confiaba k el no fuese.
ResponderEliminarMas porfa. No te la puedo creer pobre Peter u.u
ResponderEliminarmaaaaas
ResponderEliminarAl fin entiende Emilia.
ResponderEliminarYo lo dije!! Algo no me convencia en Watts y mira vos!! Desagradecido obsesionado con el dinero! Quiero mas!!
ResponderEliminarUn beso, Giu!
Otroooo :)
ResponderEliminarseguiiii! quiero saber que pasa!.... ahora como van a probar que fue benjamon si esta muerto?? falta que lo culpen de matar tambien al vaquero! lolazh
ResponderEliminar+++++++
ResponderEliminar@x_ferreyra7
+++++++++++++
ResponderEliminarFue watts ? Ni se me ocurrió esa posibilidad.. sube otro
ResponderEliminaruna pregunta lali y peter se siguen en twitter???????????
ResponderEliminar