Lali permaneció sentada y
masajeándose las sienes. Un silencio inusual reinaba en la casa y en el rancho.
La calma después de la tormenta. Lali esperó hasta que oyó que la puerta del
despacho de Nicolás se abría y el sonido de unas voces apagadas llegó hasta
ella. Entonces salió con cautela de la cocina y permaneció en las sombras
mientras Nicolás subía las escaleras para dormir al menos una hora antes del
inicio de un día difícil. Peter se quedó al pie de las escaleras frotándose la
nuca y, a continuación, se dio la vuelta para irse. Al ver a Lali, se detuvo y
ella se acercó a él.
—¿Te ha escuchado? —preguntó
ella con suavidad.
—Un poco. —Peter suspiró con
una mezcla de cansancio y preocupación—. Pero no sé cuánto.
Lali apartó un mechón del pelo
de Peter, el cual había caído sobre su frente.
—Él siempre respeta tu
opinión.
Lali se acercó más a él. Peter
percibió la ternura en su rostro y se quedó helado. Nunca había recurrido a
nadie en busca de ánimo. Lo habían educado para soportar sus propias cargas y
había salido adelante con éxito sin la ayuda de nadie. Lo último que necesitaba
era el consuelo de una mujer. Sin embargo, sentía una imperiosa necesidad de
abrazar a Lali y descargar en ella sus frustraciones. Y allí estaba ella,
exigiéndoselo, obligándolo a incluirla en sus emociones privadas.
Lali percibió la indecisión en
su rostro y lo comprendió más de lo que él podía imaginar. Hasta que lo
conoció, ella también se había esforzado en mantener una distancia entre ella y
todo lo que amenazaba con acercársele demasiado. Pero, tanto si lo admitía como
si no, Peter la necesitaba. Lali se puso de puntillas y le rodeó el cuello con
los brazos mientras rozaba su áspera mandíbula con los labios.
—No intentes mantenerme a distancia.
No te lo permitiré —declaró Lali con voz ronca.
Peter permaneció inmóvil unos
instantes. Entonces inclinó la cabeza y la besó mientras ponía la mano en la
nuca de Lali y tiraba de su cabeza hacia atrás. Ella suspiró y lo cogió con
fuerza por los hombros. El cansancio y las dudas se esparcieron por el aire
como las hojas por el soplo de una brisa. Peter hundió su boca en la curva que
unía el cuello con el hombro de Lali y ella le rodeó la espalda con los brazos
sintiendo la tensión de sus músculos.
—Primero yo y, después, los
derribadores de vallas —susurró Lali—. Esta noche no has podido descansar nada.
—Tú me has agotado mucho más
que los derribadores de vallas —murmuró Peter mientras deslizaba las manos por
el esbelto cuerpo de Lali.
—¿Podrás dormir un poco?
—Sólo falta una hora para el
amanecer. Muy pronto tendré que despertar a los hombres y asegurarme de que
saben lo que tienen que hacer durante el día. Será mejor que permanezca
despierto.
Peter dio por sentado que ella
se quedaría con él, la cogió en brazos y la llevó al salón, que estaba
iluminado por una luz tenue. Peter se sentó en el sofá de suave pelo de
caballo, acomodó a Lali en su regazo y, a continuación, se besaron con pasión.
—Estaba preocupada por ti
—confesó Lali abriéndole la camisa y apoyando la mejilla en la piel desnuda de
su pecho.
—¿Por mí? —Peter deslizó los
dedos por el cabello de Lali y enrolló uno de sus mechones alrededor de su
mano—. No tenías por qué preocuparte, cariño. El tiroteo había terminado mucho
antes de que yo llegara allí.
—Cuando oí que llevabas el
cadáver de uno de los atacantes al pueblo, temí que alguien te disparara.
Peter medio sonrió por primera
vez aquella noche e inclinó la cabeza hasta que sus narices se tocaron.
—Me parece que me gusta que alguien
se preocupe por mí.
—Tú no eres el único por el
que estoy preocupada.
Peter se puso serio de
inmediato.
—¿Nico?
—No me gusta la situación en
la que se ha colocado.
—Admito que tendrá que tener
cuidado de ahora en adelante, pero no creo que sea necesario preocuparse tanto
como tú pareces creer.
—Creo que la situación es más
grave que todo esto —replicó ella con voz seria—. Resulta evidente que luchará
con todas sus fuerzas para mantener la valla en pie. Si tú fueras los Amadeo o
cualquiera de los otros rancheros que están perdiendo dinero y propiedades por
esta razón, ¿no pensarías que la única cosa que podías hacer es quitarlo de en
medio para siempre?
Peter la contempló con fijeza
y en silencio mientras una negativa flotaba en sus labios.
—Nicolás está en peligro
—continuó Lali—. Lo sé.
—Hablaré con él.
—Necesita protección. —Aunque
intentó hablar con naturalidad, su voz sonó tensa—. Quizá te parezca una
exageración, pero no estoy segura de que esté a salvo en la casa.
—Lali, no saques problemas de
donde...
—¿Considerarías la posibilidad
de ordenarle a alguien que vigile la casa durante la noche? Por favor.
—¿Lo dices en serio? —Peter
sacudió la cabeza sorprendido—. Cariño, nadie podría atravesar la línea de
vigilantes que están apostados a lo largo de la valla. Y aunque alguien lo
consiguiera, ¿de verdad crees que tendría los huevos de entrar a hurtadillas en
la casa? E incluso si llegara tan lejos como esto, ¿cómo se supone que sabría
en qué habitación duerme Nico? Y si...
—¿Y si se tratara de alguien
que conoce bien el rancho?
—Si te vas a pasar el tiempo
preocupándote, hay muchas otras cosas que merecen tu preocupación por encima de
esto.
—Por favor. —De una forma
inconsciente, Lali lo agarró por la camisa—. Haz que alguien vigile la casa por
las noches. —Lali buscó las palabras más adecuadas a fin de conseguir que Peter
accediera a su petición—. Por favor. Estoy asustada.
Sus últimas palabras afectaron
a Peter de una forma visible.
—Lali, ¿has oído o visto algo?
—preguntó él mientras le cogía la cara entre las manos y la observaba con
atención.
—No exactamente.
—No puedo ayudarte a menos que
me lo cuentes.
«¿Contarte qué, que viví en el
futuro durante veinte años y que descubrí que mi padre actual había sido
asesinado? Ah, y no sólo esto, sino que yo ayudé a planificar su muerte, aunque
no me acuerdo de cuál era el plan. Y, por cierto, si no me hubiera enamorado de
ti, te consideraría un sospechoso y es posible que, aun estando enamorada de
ti, si no supiera lo mucho que te preocupas por Nicolás seguiría sospechando
que tú eres el asesino. ¿Cómo quieres que te cuente todo esto?»
—Sólo haz lo que te pido
—suplicó Lali—. Y no permitas que papá se entere o lo impedirá. Él cree que
puede protegerse a sí mismo.
—No sé cómo se le ocurre
pensar esto, al fin y al cabo, sólo lleva viviendo treinta años en las praderas
sin haber recibido apenas un rasguño.
—¿Apostarás a un hombre en los
alrededores de la casa? —Lali frunció el ceño hasta que Peter asintió a
desgana—. ¿Esto es una promesa o sólo dices que sí para que me calle?
Peter la miró y respondió con
una voz inquietantemente suave:
—Yo nunca te mentiría, Mariana.
—No pensaba esto, sólo
estoy...
—Asustada —murmuró él mientras
deslizaba un dedo por el lateral de su cara.
A pesar de la dulzura de su
roce, Lali tembló con inquietud.
—Estás enfadado.
—Te retorcería el pescuezo si
creyera que así descubriría qué ha ocurrido para que te sientas de este modo.
—No es importante.
—Para mí, sí.
—Sólo estoy preocupada por
papá. Esto es todo. Pero ahora que sé que alguien vigilará la casa, me siento
mucho mejor.
Su respuesta no apaciguó a Peter,
quien, a pesar de que Lali le decoraba la cara con besos invisibles, siguió
frunciendo el ceño.
—Esto no ayuda, Mariana.
Cuando se dio cuenta de que su
actitud juguetona no tenía éxito, Lali dejó de besarlo y lo miró a los ojos.
Todavía estaba asustada y ambos lo sabían. El día del asesinato se acercaba y
traía consigo una inevitable sensación de fatalidad. Lali tenía miedo por Nicolás
y también por Peter. A él lo habían culpado del asesinato de Nicolás, había
huido de Sunrise y había vagado por ahí durante cincuenta años. Ella lo había
visto: un anciano patético y sin hogar. Lo opuesto de lo que era ahora. La
imagen era tenue, pero todavía permanecía en el fondo de su mente,
persiguiéndola.
—Abrázame —pidió ella
sintiéndose terriblemente culpable.
Peter la rodeó con los brazos
y habló con voz áspera y cariñosa al mismo tiempo:
—Tontuela, ¿crees que voy a
permitir que te ocurra algo malo? Por ahora puedes guardar tus secretos para
ti, pero ésta es la última vez que me mantienes al margen de otro de tus
pequeños misterios. Llegará un día en que te formularé algunas preguntas y
esperaré obtener respuestas, Lali. Y será mejor que no intentes esquivar el
tema con zalamerías, ¿comprendes? —Peter esperó hasta que ella asintió con la
cabeza junto a su pecho y presionó los labios contra su cabeza—. No tengas
miedo, todo saldrá bien. Sabes que cuidaré de ti.
Ella se apretujó contra él y
el miedo y la culpabilidad desaparecieron. Una oleada de calidez invadió su
cuerpo. Lali disfrutó de la protección que le ofrecía el cuerpo de Peter y se
derritió de placer cuando él deslizó las manos por su espalda. Mientras
estuviera en sus brazos, Peter la mantendría a salvo de cualquier cosa. ¡Si
pudiera abrazarla para siempre! Lali ansiaba contarle lo que le daba miedo de
verdad, pero no podía hacerlo, a menos que lo hiciera de una forma indirecta.
—Peter, ¿si quisieras a una
persona y descubrieras que había hecho algunas cosas malas en el pasado, tus
sentimientos hacia ella cambiarían?
—Depende —contestó Peter de
una forma pensativa. Sus manos se detuvieron en mitad de una caricia y, a
continuación, reiniciaron el movimiento—. Supongo que dependería de lo que
hubiera hecho. Si fuera muy malo, sí que cambiarían mis sentimientos hacia
ella.
—Pero ¿y si hubiera cambiado y
se arrepintiera de corazón de lo que había hecho?
—Yo no soy quién para juzgar a
nadie. Estás hablando con un antiguo ladrón de terneros sin marcar, ¿recuerdas?
—¿Esto es lo peor que has
hecho en toda tu vida?
Peter sonrió ligeramente.
—Bueno, si no tuviera más
remedio, reconocería que he hecho cosas peores que ésta. Cualquiera que me
conozca de antes de venir a Tejas te dirá que tuve una juventud disipada.
—¿Ahora te arrepientes de las
cosas que hiciste entonces?
—No suelo pensar en el pasado.
Y no, no pierdo el tiempo arrepintiéndome de nada. He pagado de sobra por mis
peores equivocaciones.
Peter contempló el hueco que
había en la base del cuello de Lali y que asomaba por su bata entreabierta y
mordisqueó aquella zona sensible.
—¿A qué se debe este repentino
interés por el pecado y la expiación? —preguntó Peter con voz apagada—. ¿Te has
acordado de una travesura escolar por la que nunca te pillaron? Supongo que le
esconderías la tiza a la profesora o hablaste en susurros con tus amigas en
plena clase de geografía...
—No —respondió Lali
sintiéndose aliviada por el cambio de rumbo de la conversación. Apoyó la cabeza
en el hombro de Peter y disfrutó del movimiento de su boca—. Yo siempre me
porté bien.
Peter desabotonó con destreza
uno a uno los botoncitos del cuello del camisón de Lali y fue descendiendo
hacia sus pechos.
—No es esto lo que yo he oído,
Mariana.
—No creas ni una palabra de lo
que te han contado. Además, lo más probable es que tú tampoco fueras ningún
ángel.
Peter esbozó una sonrisa
amplia.
—Cada dos por tres me
expulsaban.
—¡Alborotador!
—Mmm. En cierta ocasión,
escondí una serpiente en el pupitre de Mary Ashburn. —Peter soltó una risita—.
Ella la cogió cuando buscaba un lápiz.
—¡Qué malo eras!
—Sólo se trataba de una
serpiente pequeña de jardín. No se merecía tanto escándalo.
—¿Por qué lo hiciste?
—Porque Mary me gustaba.
—Tu manera de cortejar ha
mejorado.
—Cuestión de práctica
—contestó Peter mientras deslizaba la mano por debajo de los pliegues del
camisón de Lali.
Ella le cogió la mano para
detener sus exploraciones.
—¿Has practicado con muchas
mujeres?
—No tantas como tú pareces
pensar. ¿No hemos hablado ya sobre esto?
—Dijiste que algún día me
contarías por qué eres tan liberal con las mujeres y que me hablarías acerca de
la mujer que causó este efecto en ti.
—¿Por qué estás tan segura de
que la causa es una mujer?
—Intuición. ¿Es por una de la
que estabas enamorado?
—En cierto sentido.
—¿Tenías pensado casarte con
ella?
La expresión de Peter cambió.
Se lo veía incómodo, receloso, un poco amargado, quizá.
—Lali, no estoy preparado para
hablar de esto.
—Te hizo daño, ¿no?
A pesar de la irritación que
sentía, la insistencia de Lali, y su buen tino, hicieron reír a Peter.
—¿Por qué es tan importante?
—Apenas conozco nada de tu
pasado. ¡Hay tantas cosas de ti que no comprendo! Me preocupa que tú sepas
tanto de mí y que yo sepa tan poco sobre ti. Eres un misterio para mí. Me
pregunto por qué eres como eres y por qué...
—¡Está bien! Antes de que te
explique nada, quiero señalar que yo no lo sé todo acerca de ti, ni mucho
menos.
—¿Ella era importante para ti?
—preguntó Lali ignorando el intento de Peter de desviar el tema.
—En aquella época, yo creía
que ella lo era todo para mí. —Peter reclinó la cabeza en el respaldo del sofá
y miró hacia el techo—. ¿Alguna vez has querido algo tanto que habrías bajado
al infierno para conseguirlo? Y aun así, una vez lo tuviste, cuanto más
intentabas retenerlo, menos lo conseguías. Ella era así. Nunca he conocido a
nadie tan elusivo. Y cuanto más distante se mostraba ella, más la quería yo.
A Lali le sorprendió sentir un
latigazo de celos. De repente, no estaba segura de querer oírle hablar acerca
del deseo que había sentido hacia otra mujer. Sin embargo, al mismo tiempo,
ardía en deseos de conocer el misterioso pasado acerca del que apenas hablaba.
—¿Quién era ella?
—Era la hija de uno de mis
profesores de Harvard. Su padre era uno de los hombres más brillantes que he
conocido nunca. Muy de Nueva Inglaterra, distante, inteligente, dinámico... A
veces, cuando hablaba, te quedabas boquiabierto. ¡Dios, sus ideas eran
realmente radicales, sorprendentes! Su hija tenía muchas cosas de él, su
inteligencia, su genialidad... Nunca he oído a ninguna mujer hablar como lo
hacía ella. Su padre le permitió estudiar lo mismo que el resto de sus alumnos
y le dejaba decir y hacer lo que ella quería. Ella era más lista que la mayoría
de los hombres que yo conocía. Una mujer con formación. Había crecido en una
pequeña ciudad cercana a Chicago donde nunca se había visto nada parecido en
una mujer. Yo estaba fascinado.
—¿Era guapa?
—Mucho.
Los celos que sentía Lali se
duplicaron. Guapa, inteligente, fascinante...
—Parece perfecta —comentó Lali
de una forma inexpresiva.
—Eso pensé yo durante un
tiempo. Resultaba enloquecedor no saber nunca en qué situación me encontraba
con ella. Un minuto era toda dulzura y, al siguiente, explotaba con rabia sin razón
aparente. A veces, simplemente actuaba como una loca, corría riesgos y me
arrastraba a aventuras salvajes. Con ella, yo me sentía o extremadamente feliz
o completamente miserable.
—¿Cómo es que era tan salvaje?
La mirada de Peter se perdió
en la distancia, como si intentara concentrarse en unas imágenes que lo
eludían.
—No había un lugar para ella.
Le habían concedido la posibilidad de ser exótica, diferente y, después, todos
intentaron situarla en un lugar al que no pertenecía. Incluido yo. Ella era
como un pájaro en una jaula que chocaba, una y otra vez, contra los barrotes.
Yo me preguntaba por qué no podía actuar un poco más como las otras mujeres,
por qué quería hablar de cosas que sólo los hombres... —Peter se interrumpió y
miró a Lali con una expresión inescrutable—. Tú deberías comprenderlo. —Lali
asintió de una forma casi imperceptible—. Pero ella no tenía tu fortaleza
—continuó Peter—. No albergaba esperanzas de encajar en ningún lugar. Yo la
veía ahogarse, pero no entendía la razón. Creí que la única forma en que podía
ayudarla era intentando cambiarla, pero cuanto más la presionaba, peor era la
situación. Yo la amaba y ella sentía lo mismo por mí, pero todo lo que yo
quería de ella, matrimonio, hijos, una vida juntos, habría constituido una
prisión para ella. Ella no quería nada de todo esto.
Peter inhaló hondo y soltó el
aire poco a poco. Le sorprendió la ligereza repentina que experimentó en el
pecho. Era la primera vez que hablaba de aquella etapa de su pasado. No tenía
planeado contárselo a Lali, pero en aquel momento le pareció lógico descargar
en ella el peso que experimentaba. ¿Quién más podía comprenderlo? ¿Quién más
podía entender por lo que había pasado?
—¿Cómo acabó todo?
—Ella... —Peter carraspeó y se
interrumpió. No podía pronunciar las palabras. Lali no dijo nada y esperó con
paciencia, aunque, en su interior, habría deseado gritar debido a la necesidad
de conocer la respuesta—. Ella averiguó que estaba embarazada —susurró Peter
con una mirada destellante debido al recuerdo de la culpabilidad y el dolor que
había experimentado—. De mi hijo. Yo insistí en que nos casáramos. Sólo me
faltaban unas semanas para licenciarme y había planeado regresar a Illinois y
conseguir un empleo en el banco de mi padre. Ella se sentía muy mal respecto a
su embarazo, pero yo estaba emocionado. Yo quería aquel bebé y la quería a
ella. Al día siguiente de contármelo, ella casi murió mientras abortaba. Cuando
descubrí lo que había hecho, deseé que hubiera muerto junto con el bebé. No
volví a verla nunca más.
Lali experimentó una profunda
compasión.
—¿Cómo conseguiste terminar el
semestre?
—Introduciendo dinero en los
bolsillos adecuados. Mi padre estaba decidido a que su hijo se graduara en
Harvard y ningún precio era demasiado alto con tal de conseguirlo. A mí no me
importaba nada, estaba totalmente insensible.
—Siento mucho lo que ella hizo
—murmuró Lali—. Me refiero al bebé.
—En parte fue culpa mía. Yo
habría utilizado al bebé como unas esposas para mantenerla junto a mí.
—No, ella debería habértelo
consultado. Tú la habrías ayudado a encontrar una forma de resolver la
situación. Ella debería haber confiado en ti. Tú la habrías escuchado.
—No, entonces yo era
diferente.
—No tanto. Nada me hará creer
que tú habrías ignorado una petición de comprensión. Tú no habrías convertido
su vida en una prisión.
—¿Cómo puedes estar tan
segura? —preguntó Peter con voz áspera.
—Porque te conozco. Porque me
lo dice el corazón.
Peter volvió el rostro. Lali
se sentó en su regazo intentando interpretar su silencio. De repente, Peter se
tapó los ojos con la manga de la camisa y secó unas lágrimas que no eran
habituales en él. Lali deslizó los brazos alrededor de su cuello y lo abrazó
con fuerza. Tenía que convencerlo de que ella no era como la otra mujer que había
amado, y que no se sentía aplastada por la desaprobación del mundo.
—Yo no soy como ella, Peter.
—En cierto sentido sí.
—Bueno, es verdad que odio no
poder decir lo que pienso ni hacer lo que quiero sólo porque soy una mujer,
pero no me siento como un pájaro en una jaula. Y quiero pertenecerte.
—Yo no quiero tenerte
atrapada.
—Me da más miedo estar sola.
¿No comprendes que disfruto de más libertad contigo que sin ti?
Peter la contempló con
atención y la cogió por los hombros. La combinación de inocencia y experiencia
que reflejaba su rostro nunca había sido tan pronunciada. Peter percibió en
ella el entusiasmo de una niña, el amor apasionado de una mujer y una
comprensión profunda que correspondía a alguien que le doblara la edad.
—¡Dios, nunca te dejaré ir, Lali!
—Lo sé.
—Y no intentaré cambiarte.
—Yo no te lo permitiría.
—Ya sé que no me lo
permitirías —contestó él, y se relajó un poco—. Eres toda una mujer, Mariana Espósito.
—¿Demasiado mujer para ti?
—preguntó ella con voz suave y provocadora.
De repente, Lali se encontró
tumbada sobre la espalda. Sonrió y levantó la vista hacia Peter, cuyos ojos se
volvieron cálidos por el deseo.
—De ningún modo —contestó Peter.
Y procedió a demostrárselo de
una forma que no dejó la menor duda en la mente de Lali.
Continuará...
+10 :)
Pobre Peter es un bajón muy grande lo q hizo la mina esa :'(
ResponderEliminarAww maass
ResponderEliminarcontinualaa, me encanta
ResponderEliminarMassssss
ResponderEliminar++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
ResponderEliminarmuy bello
ResponderEliminarMe encanta mas cjeldnekdkxn
ResponderEliminarPlis massss!
ResponderEliminarMaaaassss
ResponderEliminarMaaaaaaas
ResponderEliminar++++++++++++
ResponderEliminarhola... a las que les tas las novelas laliter pasense por el blog
ResponderEliminarnovesadaptadaslaliter.blogspot.com
Peter se dio cuenta mucho antes k Lali ,no es igual a la otra.
ResponderEliminar