Una parte esencial del código
de los rancheros era que cuando unos vaqueros pasaban por la zona se les
ofrecía una comida gratis, alojamiento y todo lo que incluyera la hospitalidad
del anfitrión. La media docena de hombres que aparecieron un día en el rancho
Sunrise eran unos desconocidos y resultaba obvio por su aspecto y su olor que
llevaban viviendo en la montura todo el verano. Las mujeres de la casa
estuvieron ocupadas toda la tarde repartiéndoles toallas y jabón para el
afeitado y el baño que tanto necesitaban. Después hubo un montón de ropa para lavar
y coser, tanta que el aire se llenó del olor acre a agua caliente y lejía.
Cuando los visitantes se
sentaron a la mesa, Emilia y Candela estaban tan cansadas que apenas pudieron
disfrutar de la cena. Sin embargo, Lali, quien había trabajado tanto como
ellas, no estaba nada cansada, pues la invadía un nerviosismo que apenas podía
contener. Lali comió lo que había en su plato de una forma metódica y sin
apenas saborearlo, pues estaba pendiente de la conversación que Nicolás y los
vaqueros mantenían.
Ella y Peter intentaron
ignorarse mutuamente, pero Lali sentía una llama en su interior que, de una
forma constante, le advertía de su presencia. Lali fue consciente de todos los
movimientos que Peter realizó y de todas las palabras que pronunció y, cuando
en determinada ocasión ella levantó la mirada del plato, donde la tenía clavada
de una forma deliberada, y vio a Peter de reojo, una oleada de placer la
invadió.
Cuando la cena terminó y el
hambre de todos estuvo satisfecha, los hombres se quedaron en la mesa charlando
mientras las mujeres retiraban los platos con discreción. Y cuando ya casi
habían terminado de recoger la cocina, Candela se puso la mano en las lumbares
y suspiró con cansancio.
—Estoy tan cansada que apenas
puedo moverme. Mamá, ¿puedes acompañarme arriba y ayudarme a quitarme la ropa? Agustín
tardará mucho en subir, pero yo tengo que descansar.
—¿Quieres que te ayude yo? —se
ofreció Lali.
—No te preocupes —declaró Emilia
dándole unos golpecitos en el hombro—, yo la ayudaré. Después de todo lo que
has hecho hoy, tú también deberías acostarte temprano.
—Sí, mamá.
Lali se sentía extrañamente
perdida y salió al pasillo. El sonido de las voces de los hombres, el golpeteo
de las cartas y el tintineo de las botellas y los vasos era claramente audible.
Para ellos, la noche justo acababa de empezar. Lali contempló las escaleras. La
idea de subir a su dormitorio y encerrarse entre sus cuatro paredes le resultó
insoportable. Entonces contempló la puerta principal y ansió disfrutar de la
libertad que ésta prometía, de modo que se escabulló al exterior sin pensárselo
dos veces.
El aire era suave y dulzón y
el cielo parecía de terciopelo negro. Lali descendió titubeante los escalones
de la entrada y paseó sin dirigirse a ningún lugar en concreto. En las noches como
aquélla, Alelí y ella solían sentarse con las ventanas abiertas para disfrutar
de la brisa mientras escuchaban la radio durante horas.
El fantasma de una canción
vagó por su mente. «Nunca imaginé que el corazón pudiera doler así... Nunca
imaginé que echaría de menos tu dulce abrazo... » Lali intentó recordar el
resto de la canción. Se detuvo y permaneció inmóvil. «Sé que no te olvidaré. No
puedo aceptar que hayamos terminado... Hasta el día en que me dejaste, amor, no
supe que...»
Algo conmovió su corazón. El
recuerdo de estar sentada delante de la radio soñando despierta. El recuerdo de
entrar en el dormitorio de Alelí y contarle los últimos cotilleos. El recuerdo
de pintarse los labios de color rojo antes de salir con Bernie. El recuerdo de
hacer reír a Alelí mientras bailaba el charlestón, de una forma cómica, en
medio de la habitación. Le resultaba difícil acordarse de la cara de Bernie y
de la de Alelí. ¡Qué borrosas eran las imágenes de su casa al final de la calle
Main, de las habitaciones de ésta y del hospital en el que había trabajado!
De una forma distraída, Lali
cantó en un susurro el resto de la canción: «Ahora todas las noches cierro los
ojos y sueño contigo. Nunca imaginé lo dulce que podía ser un sueño. Sé que no
puedo esperar que lamentes que hayamos terminado... Hasta el día en que me
dejaste, amor, no supe que... »
Lali cruzó los brazos sobre su
pecho y suspiró. Le resultaba difícil creer que la casa en la que había crecido
había desaparecido. Alelí también había desaparecido y ella nunca podría
regresar al Sunrise que había conocido. ¿Y qué tenía a cambio? Ésta era una
pregunta interesante. Lali reflexionó en sus nuevas circunstancias. Tenía un
hermano, una hermana, una madre, un armario lleno de vestidos rosa, una yegua
de mal carácter, una reputación de rompe corazones, un ex novio, un padre que
la quería y un hombre que la amaba. Y al que ella también amaba.
«¿No comprendes lo que estás
haciendo? Deja de pensar en él. Deja de soñar con él. Si no lo haces por ti,
hazlo por el bien de Nicolás. No nos pertenecemos.»
Lali percibió el sonido casi
imperceptible de unas botas que bajaban los escalones de la entrada y se quedó
helada. Su pulso se aceleró cuando oyó que los pasos se acercaban a ella y vio
que se trataba de Peter. Él se detuvo a su lado. Sus ojos se veían translúcidos
en la oscuridad de la noche. Lali sabía lo que él quería.
«No permitas que suceda»,
pensó presa del pánico, pero, al mismo tiempo, experimentaba una sensación de
inevitabilidad. Que estuvieran juntos era algo tan natural como la salida y la
puesta del sol.
Peter no se movió ni habló.
Percibía un vacío en el estómago, una sensación que había experimentado pocas
veces en su vida. La percibió cuando fue a ver a su padre el día después de su
graduación y cuando le perseguía una multitud con una soga. Él nunca se había
sentido nervioso por una mujer, ni siquiera por la primera. Sin embargo, Lali
no era una mujer cualquiera y él la quería como no había querido a nadie en su
vida. La necesitaba demasiado para su propio bien. Él lo sabía pero podía hacer
nada para evitarlo.
Ningún hombre podía resistirse
a la tentación de su cuerpo esbelto, su cabello sedoso y su rostro, que era
lozano y sensual a la vez. Y había otras cosas en ella que lo atraían con igual
intensidad. Lali tenía una gran fuerza de voluntad, era franca al expresar sus
opiniones y apoyaría a su compañero en los momentos difíciles. A veces, era
vulnerable y tenía una expresión de soledad en el rostro que le encogía el
corazón. Peter quería que ella confiara en él y le concediera el derecho a
consolarla y protegerla.
—¿Cómo sabías que estaba aquí?
—preguntó Lali.
—Porque deseaba que estuvieras
aquí.
—Los demás...
—Están concentrados en una
botella de licor y una baraja de cartas. El juego no me interesaba.
Lali se esforzó en sonar
indiferente.
—Seguro que te echarán de
menos.
—No tanto como tú.
—¡Eres tan presuntuoso! Yo
n-no te habría echado de menos.
—Es igual, pero no podía
dejarte sola bajo las estrellas.
—No me habría importado estar
sola —declaró ella. Y se le cortó la respiración al notar la mano de él en la
nuca—. Nunca me ha importado.
Peter deslizó las manos a
ambos lados de la mandíbula de Lali. Ya no podía resistirse más a tocarla.
—Entonces dime que me vaya.
Vamos, dímelo.
Ella cerró los ojos y se
esforzó en pronunciar aquellas palabras, pero éstas no salieron de su boca.
—No puedo —susurró
desesperada.
—Porque me perteneces.
—No, no le pertenezco a nadie.
Yo... no sé por qué te quiero. Ni siquiera me gustas.
Él sonrió y la besó en los
labios con tanta suavidad que ella apenas lo notó, pero la calidez que
experimentó fue suficiente para hacerla jadear. Peter esperó con paciencia.
Esperó mientras los segundos transcurrían, retándola en silencio a que diera el
paso siguiente. Al final, Lali deslizó el rostro entre las manos de Peter y su
boca buscó la de él. Los labios de Lali estaban blandos y ansiosos. Peter
realizó un sonido grave y tensó los brazos de tal modo que ella tuvo que
ponerse de puntillas. Lali respondió a la presión de los labios de Peter y a los
movimientos de su lengua con pasión. Sabía que, con él, nunca tendría
suficiente.
Peter colocó una mano en la
nuca de Lali e introdujo los dedos en su cabello deseando hundirse en la
suavidad de ella. Lali lo acarició como había soñado tantas veces, deslizando
sus manos en círculos por su espalda, entrelazando sus dedos con su cabello,
rozando su cara con las yemas de sus dedos y disfrutando de la superficie
áspera y suave de su mandíbula.
—¡Por fin! —suspiró Peter
cuando sus labios se separaron.
Lali asintió, pues comprendía
el alivio infinito que él experimentaba. Ella también lo sentía.
—No me mires así —pidió Lali
mientras deslizaba los dedos hasta la nuca de Peter.
—No puedo evitarlo.
Peter realizó una media
sonrisa y ella también le sonrió con incertidumbre.
—Me pone nerviosa. Parece que
estés a punto de engullirme entera.
Él presionó los labios contra
la frente de Lali y la besó desde la base del cabello hasta la punta de la
nariz.
—Tengo cosas mejores en mente,
cariño.
A Lali le sobrecogió el placer
que experimentaba al estar cerca de él.
—Esto es... horrible —declaró Lali
con voz entrecortada—. ¿Qué voy a hacer?
Nada podía impedir que Peter
siguiera besándola, llevado por una necesidad que había ido creciendo en su
interior durante semanas. La boca de Lali se movía con la de él, a veces
juguetona y a veces ansiosa. Su pasión ardió con más intensidad que antes y él
perdió la noción de todo salvo de ella. Peter se estremeció, cogió a Lali por
las caderas y encajó sus cuerpos.
Lali rodeó sus anchos hombros
con los brazos. Equivocada o no, no podía oponerse a él, pues todo su cuerpo
deseaba que él la llenara. Lali sintió que las manos de Peter se deslizaban por
su espalda y su cintura, pero la sensación se vio amortiguada por su grueso
corsé. Nunca había lamentado tanto aquella prisión de varillas y cordones. Lo
único que quería era estar desnuda en la cama con él, aprendiendo los secretos
que los amantes compartían.
De repente, Lali se dio cuenta
de lo lejos que había ido, de la distancia que había entre cómo había sido y
cómo era ahora. Con un estremecimiento, apartó la boca de la de Peter y apoyó
la frente en el hombro de Peter para evitar que él volviera a besarla.
—Lali —susurró él. Ella
sacudió la cabeza y gimió—. Cuéntamelo —pidió Peter con la boca pegada a la
oreja de Lali—. Cuéntamelo.
—Esto no está bien.
—Sí que está bien. Lo que hay
entre nosotros tenía que ocurrir.
—Yo no debería... No contigo.
—¿Por qué no?
—Algo me dice que debería
tener miedo —declaró Lali con un susurro acongojado.
—¿De mí? —preguntó él con
tanta amabilidad que ella apenas lo reconoció—. ¿Por qué?
—Porque el hecho de que nos
queramos de esta forma no es suficiente. Cuando el deseo esté satisfecho nada
nos mantendrá unidos y yo no lo resistiré. ¿No lo comprendes?
—No, no lo comprendo. ¿Crees
que algún día te dejaría de lado? ¿Es esto lo que te preocupa? Yo nunca te
haría daño, Lali. No podría aunque lo intentara. Tienes que creerme.
Ella lo miró y asintió con la
cabeza mientras sus ojos centelleaban a la luz de la luna. A Peter se le cortó
la respiración.
—¡Dios, qué guapa eres!
—No, no lo soy.
Lali, avergonzada, intentó
apartar la mirada, pero él la cogió por la barbilla y la miró a los ojos.
—Sí que lo eres. A veces, no
puedo apartar la vista de ti. Y siempre sueño contigo.
—Yo también sueño contigo.
—¿Y también sueñas con esto?
Peter le cogió un pecho con la
mano y acarició con la boca el cuello de Lali. Ella suspiró y apoyó la cara en
su camisa mientras apretaba la mejilla contra la dura musculatura del pecho de Peter.
Un estremecimiento de placer recorrió todos sus nervios cuando él mordisqueó
con suavidad una zona sensible de su cuello. Peter acarició con el pulgar el
pezón de Lali, excitándola y haciendo que todo su cuerpo sintiera placer con
cada roce de su dedo.
—¿Esto te gusta? —Peter la
apretó contra él con firmeza y siguió acariciándola con dulzura—. ¿Te gusta?
—Sí —balbuceó ella sabiendo
que su admisión constituía una invitación a que él continuara.
Peter volvió a besarla con el
corazón palpitante. Su sabor y su tacto lo embriagaban, y su olor parecía
flotar desde su nariz a sus entrañas. Ahora que la había probado, ninguna otra
mujer lo satisfaría. Existía una combustión natural entre ellos, el tipo de
afinidad que algunas personas nunca lograban encontrar, aunque la buscaran
durante toda la vida.
Lali amoldó su cuerpo al de
él, muslo con muslo, pecho con pecho, pero no le bastaba. Quería meterse en su
interior, de modo que rodeó la cintura de Peter con sus brazos y apretó con
fuerza. De repente, Peter separó sus labios de los de ella, realizó un sonido
en voz baja y apretó la boca contra la sien de Lali.
—Espera. ¡Chsss...! No hagas
ruido.
—¿Qué...?
—Silencio, cariño.
Lali se dio cuenta de que Peter
estaba prestando atención a algo, que había oído algún ruido, de modo que
permaneció inmóvil. Se oyó el sonido de unos pies que se arrastraban en la
oscuridad, el roce de unos pasos tambaleantes sobre la tierra compacta y el
murmullo de alguien que hablaba solo. Peter miró con atención hacia el origen
del sonido mientras intentaba calmar su mente y su cuerpo.
Lali notó que se separaba de
ella y no pudo evitar realizar un sonido de consternación.
—¡Chsss! —susurró Peter
mientras le acariciaba la espalda de un modo tranquilizador y fijaba la vista
en la oscuridad que había más allá del corral.
Lali se apoyó en el pecho de Peter
con la oreja pegada a los latidos de su corazón y oyó que él exhalaba un
suspiro de desesperación.
—¿Qué ocurre? —preguntó Lali
con voz pastosa.
—Es Watts, uno de los
muchachos, que está un poco alegre.
—¿Quieres decir que ha bebido
demasiado?
Peter sonrió a pesar de la
frustración que sentía.
—Litro más, litro menos.
Peter separó, a desgana, las
manos de Lali, quien las tenía entrecruzadas sobre su nuca.
—¿Qué haces?
—Tengo que ocuparme de él.
—Él no puede vernos —protestó
ella mientras Peter soltaba sus manos con ternura y determinación—. Si lo
ignoramos, se irá.
Peter se echó a reír, inclinó
la cabeza y la besó con rapidez.
—No puedo dejarlo merodeando
por el rancho de esta manera, cariño. Necesita ayuda.
Lali se dio cuenta de que su
comentario la hacía parecer egoísta y desvergonzada y se ruborizó.
—Lo siento...
—No empieces con eso o me
quedaré media hora más. Será mejor que vuelvas a la casa.
Peter la soltó y empezó a
alejarse de ella, pero entonces maldijo en voz baja y regresó para besarla de
nuevo.
Lali permaneció quieta
mientras observaba cómo Peter se dirigía hacia el tambaleante vaquero. La noche
había refrescado y la negrura del cielo era sobrecogedora. En lugar de entrar
en la casa, Lali se ocultó en las sombras y abrió mucho los ojos mientras
observaba a Peter. El llegó donde estaba Watts y apoyó una mano en su hombro
para detenerlo. Watts dio un traspié.
—¡Eh, muchacho! —oyó Lali que Peter
decía—. Veo que has pasado una buena noche en el pueblo. —Lali no pudo oír la
balbuceante respuesta del vaquero, pero parecía no poder sostenerse en pie sin
el apoyo de un brazo firme—. ¿Por qué no te vas ya al barracón? —Peter giró a
Watts en dirección al barracón—. Mañana tendrás una resaca de mil demonios.
Será mejor que duermas un poco.
El vaquero balbuceó otra
respuesta, esta vez con voz un poco más alta que la primera.
—He celebrado algo.
Peter rió en voz baja.
—Sí, ya lo veo. Vamos,
compañero, ya está bien de celebraciones por esta noche.
Watts se separó de Peter con
brusquedad, se volvió y, tambaleándose, avanzó en otra dirección soltando
maldiciones.
Lali frunció el ceño enojada,
pues tenía en baja consideración a los hombres a quienes les gustaba beber
hasta perder la cabeza. Como ya no sentía ningún interés por aquella escena, Lali
se dirigió a la casa; sin embargo, el tono de preocupación de Peter la retuvo.
—¿Qué demonios te ha pasado
esta noche? Nunca te había visto tan borracho.
De una forma repentina, los
balbuceos del vaquero se transformaron en gemidos de dolor. Lali se estremeció
y se agarró a la barandilla de las escaleras.
—¡Oh, Peter...!, ¿por qué ha
tenido que hacerlo? ¿Por qué?
Peter lo agarró por los
hombros y lo sacudió ligeramente.
—¿Quién? ¿Tu novia? ¿Qué ha
sucedido?
Watts hundió el rostro en sus
manos. Lali, sorprendida y algo avergonzada, se dio cuenta de que estaba
llorando y deseó haber entrado antes en la casa y no haber presenciado su
dolor. Lali subió las escaleras poco a poco y se preguntó qué podía haberlo
hundido de aquella manera. No podía comprender lo que decía entre sollozos,
pero Peter sí y Lali percibió compasión en la voz de Peter cuando murmuró:
—No es culpa tuya. Maldita
sea, tendrías que habérselo contado a alguien en lugar de llenarte las tripas
de whisky. Tú no podrías haber hecho nada para impedírselo...
Lali giró el pomo de la
puerta, volvió la vista atrás y vio que Peter deslizaba un brazo por los
hombros de Watts. Entonces se dio cuenta de que a Peter no le asustaban las
debilidades de los demás y que siempre estaba dispuesto a compartir su
fortaleza con quien la necesitara. La mayoría de los hombres se habrían
acobardado ante aquella escena, pero a Peter no le asustaban las emociones ni
que lo necesitaran.
Mientras lo miraba, a Lali se
le llenaron los ojos de lágrimas. Por primera vez, vio a Peter como el hombre
que era, no como ella temía que fuera. Peter dirigió la vista hacia ella, se
dio cuenta de su presencia y frunció el ceño. No esperaba que ella estuviera
allí. Lali sabía que Peter quería que se fuera antes de que Watts la viera, de
modo que entró a hurtadillas en la casa y subió a su dormitorio.
Continuará...
+10 :D!!
Uno mas!
ResponderEliminarSii, uno mas y no jodemos más! Jaja
ResponderEliminarMuy bueno......
ResponderEliminarQuiero otro!
ResponderEliminarQuiero leer otro antes de irme a dormir jaja
ResponderEliminarotro xfa :(
ResponderEliminar+++++
ResponderEliminarTe leo siempre genia. Besos!
ResponderEliminarSeguila!
ResponderEliminarDe donde sacas las noves?
ResponderEliminarLas escribis vos?
EliminarNo, son libros que encuentro y si me gustan los adapto... yo no los escribo :)
Eliminarno me preocupa tanto que peter la viera, me preocupa lo que watts dijo que hizo y quien?? en realidad a su novia o algo del rancho :??
ResponderEliminarMás d lo mismo
EliminarQue atrapante esta!
ResponderEliminar+10 wow!
ResponderEliminar+++++++++
ResponderEliminar@x_ferreyra7
Mas :)
ResponderEliminarMaaass
ResponderEliminarYa cambió lali d opinión ,gracias a ver la clase d persona k es Peter.
ResponderEliminarmaaaaaaaasss
ResponderEliminarPobre Watts
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