—Mery, no comas más —dijo Lali con severidad—. Me harán falta por lo
menos doscientos para la torre de pasteles.
—Te
estoy ayudando —dijo Mery con la boca llena de pastel de chocolate con
cobertura de mantequilla. Llevaba la melena rubia recogida en una cola de
caballo alta. Con su silueta esbelta enfundada en una camiseta, vaqueros y
zapatillas, no parecía una mujer de negocios próspera sino más bien una alumna
de instituto.
Lali
miró inquisitivamente a su prima a los ojos.
—¿En
qué me ayudas exactamente?
—Me
ocupo del control de calidad. Tengo que asegurarme de que son lo bastante
buenos para los invitados de la boda.
Con
una sonrisa socarrona, Lali pasó el rodillo de aluminio por el dulce de
caramelo rosa.
—Y
bien, ¿lo son?
—Son
malísimos. ¿Puedo comerme otro? ¡Por favor...!
—No.
—Vale,
pues te diré la verdad. Entre comerme este pastel y ver pelearse a Ryan Gosling
y a Jon Hamm por el privilegio de acostarse conmigo, me quedo con el pastel.
—Ni
siquiera están terminados —dijo Lali—. Voy a cubrirlos con fondant y a adornarlos con rosas de color rosa, hojas verdes y
gotas de rocío de azúcar.
—Eres
el genio de la pastelería de nuestros tiempos.
—Lo
sé —dijo alegremente Lali.
Cuando
el fondant tuvo unos tres milímetros
de grosor, se puso a cubrir con él los pasteles y a eliminar el sobrante con
una espátula. Llevaba más de dos años trabajando en el bed and breakfast de Mery. Ella se ocupaba de la cocina, de hacer
la compra y de los pedidos, mientras que Mery llevaba las cuentas.
Inmediatamente después de la ruptura del breve pero desastroso matrimonio de Lali,
Mery le había hecho una oferta que incluía una participación en el negocio. Al
principio, todavía trastornada por el final de su matrimonio, había dudado.
—Acepta
y nunca te arrepentirás —le había dicho Mery—. Es lo que te gusta hacer,
cocinar y planificar los menús sin tener que ocuparte de nada más.
Lali
la había mirado, indecisa.
—Con
lo que acaba de pasarme, tengo miedo de comprometerme, sea con lo que sea.
Incluso con una oferta tan tentadora como esta.
—Pero
te estarías comprometiendo conmigo, con tu prima favorita —la había animado Mery.
Lali
se abstuvo de decirle que, técnicamente, solo eran primas segundas y que,
además, de todos los primos Espósito, Mery no era precisamente su favorita. De
pequeñitas, Mery, que era un año menor pero infinitamente más segura y audaz
que ella, la intimidaba.
Una
cosa que Lali y Mery tenían en común era que se habían criado en familias
monoparentales: a Mery la había criado su madre y a Lali su padre.
—¿Tu
papá se marchó de casa? —le había preguntado Lali a Mery.
—No,
tonta. Los papás no se van de casa.
—Mi
madre se fue —había replicado Lali, encantada de saber por fin un poco más de
algo—. No la recuerdo. Mi papá dice que un día, después de dejarme, se fue y
nunca volvió.
—A
lo mejor se perdió —sugirió Mery.
—No.
Dejó una carta de despedida. ¿Adónde se fue tu papá?
—Está
en el cielo. Es un ángel con unas alas grandes de plata.
—Mi
abuela no cree que los ángeles tengan alas.
—Claro
que tienen —se impacientó Mery—. Si no tuvieran alas se caerían del cielo. Ahí
arriba no hay suelo.
En
tercero, el padre de Lali se trasladó a Everett, donde vivía la abuela, y tardó
años en volver a ver a Mery. Se habían mantenido apenas en contacto mandándose
tarjetas de felicitación por los cumpleaños y en Navidad. Tras graduarse en la
escuela de cocina, Lali se casó con Chris Kelly, su mejor amigo del instituto.
En aquella época estaba ocupada con su trabajo como segunda chef en un
restaurante de Seattle y Mery intentaba sacar adelante Artist’s Point, así que
perdieron por completo el contacto. Sin embargo, al cabo de un año
aproximadamente, cuando Lali y Chris iniciaron el proceso de divorcio, Mery
había sido para ella una fuente inesperada de consuelo y apoyo, y le había
ofrecido la oportunidad de empezar de nuevo en Friday Harbor. Por tentadora que
fuera la perspectiva, Lali tenía bastantes reservas acerca de la idea de
trabajar con su testaruda prima. Afortunadamente el trato había salido
estupendamente, y cada una explotaba sus puntos fuertes. Rara vez discutían y,
cuando lo hacían, la tozudez silenciosa de Lali solía imponerse a la bravuconería
de Mery.
Artist’s
Point estaba a dos minutos a pie del centro de Friday Harbor y de la estación
del ferry. El anterior propietario había convertido una vieja casa situada en
la cima de una colina en un bed and
breakfast, pero el negocio nunca había despegado, así que al final Mery
había podido comprárselo a precio de saldo. Había rebautizado y redecorado la
posada. Cada una de las doce habitaciones de la casa principal estaba dedicada
a un artista distinto. La habitación Van Gogh, pintada de colores vivos, tenía
el mobiliario de estilo provenzal y la colcha de girasoles. La habitación
Jackson Pollock estaba decorada con muebles modernos y láminas de sus cuadros;
en la pared de la bañera, Mery había colgado una cortina de ducha de plástico
transparente con salpicaduras de pintura.
Las
primas compartían una casita de dos habitaciones situada detrás del edificio
principal, de veinticinco metros cuadrados escasos, con un baño y una cocina
americana diminuta. Les iba bien porque se pasaban casi todo el día en la
pensión, que disponía de una cocina espaciosa y zonas comunes. Para disgusto de
Mery, Lali se había traído a vivir con ellas a su gato persa, Byron. Había que reconocer que Byron era un poco mimado pero cariñoso y
bien educado. Su único defecto era que no le gustaban los hombres; por lo visto
lo ponían nervioso. Lali comprendía exactamente cómo se sentía.
Durante
los dos años anteriores, el bed and
breakfast se había hecho famoso entre los turistas y la gente de la zona. Mery
y Lali acogían eventos mensuales, incluidas clases de cocina y una reunión de
«lectura silenciosa», así como bodas y recepciones. El evento que se celebraría
al día siguiente, sábado, era uno que Mery llamaba en privado una boda
infernal, porque la madre de la novia era más terrible que la propia novia.
—Y
además tienes toda una colección de damas de honor terribles y un novio
espantoso y un padre del novio infame —se quejó Mery—. Es la boda más
estrambótica que he visto nunca. Me parece que deberían invitar a un psiquiatra
a la cena de ensayo de esta noche y convertirla en una sesión de terapia de
grupo a lo grande.
—Seguramente
acabarán tirándose los pasteles a la cabeza en el banquete —dijo Lali.
—¡Dios
mío, ojalá! Yo me quedaré en el centro de la refriega con la boca abierta. —Mery
se lamió los restos de crema de frambuesa del dedo—. Has visto a Rochi esta
mañana, ¿verdad? ¿Qué tal le va?
—Bastante
bien, teniendo en cuenta las circunstancias. Toma medicación para el dolor,
pero Gastón la está cuidando muy bien, al parecer.
—Sabía
que lo haría —dijo Mery con satisfacción.
Su
amiga Rochi, una artista local del vidrio, había pasado los dos últimos meses
en Artist’s Point, desde que su novio había roto con ella. Tras el accidente de
bicicleta del día anterior, Mery se había dado cuenta de que, dadas las heridas
de su pierna y con la perspectiva de la boda aquel fin de semana, ella y Lali
no podían ocuparse de ella. Así que le había pedido a Gastón que permitiera a Rochi
recuperarse en su casa.
—Le
dije a Gastón el gran aprecio que le tengo —comentó Lali—. Ha sido muy amable,
sobre todo teniendo en cuenta que él y Rochi solo habían salido un par de
veces.
—Están
enamorados, aunque todavía no lo saben.
Lali
dejó de untar de fondant un pastel.
—¿Ellos
no lo saben y tú sí? ¿Cómo puede ser?
—Tendrías
que haber visto a Gastón ayer en la clínica. Estaba preocupadísimo por ella y Rochi
contentísima de verlo. Por un momento fue como si no existiera nadie en el
mundo aparte de ellos dos.
Mientras
Lali seguía con los pasteles, reflexionó acerca de lo que recordaba de Gastón Lanzani
de la época de la escuela primaria. Era flacucho y torpe. Su tranquila fuerza
estaba aderezada con cierta picardía. Tal vez fuese exactamente lo que
necesitaba Rochi, a quien tan mal había tratado su novio.
—Así
que, ahora que Rochi ya tiene a alguien —dijo Mery—, tenemos que encontrar a
alguien para ti.
—No,
no tenemos que encontrar a nadie —repuso Lali sin alterarse—. Vuelvo a
decírtelo: no estoy preparada para empezar una relación seria.
—Ya
llevas dos años divorciada y pareces una monja. El sexo te conviene, ya lo
sabes. Disminuye el grado de estrés, mejora el estado cardiovascular y reduce
el riesgo de padecer cáncer de próstata. Además...
—Yo
no tengo próstata. Los hombres tienen próstata.
—Ya,
pero piensa en lo mucho que ayudarías a algún pobre tipo...
Lali
sonrió a su pesar.
No
había mejor antídoto para la timidez y la falta de seguridad de Lali que Mery.
Era como una brisa fresca de septiembre que se lleva el bochornoso calor del
verano y te hace pensar en manzanas y jerséis de lana y en sembrar bulbos de
tulipán.
Antes
de extender la siguiente capa de fondant,
Lali sirvió café y le contó a Mery que había recibido una llamada telefónica
esa misma mañana. El día anterior, su abuela Elena, que vivía en un apartamento
independiente de una comunidad para la tercera edad de Everett, había sido
trasladada al hospital. Se quejaba de insensibilidad en la pierna y el brazo
derechos y parecía desorientada. Había resultado ser una leve apoplejía, pero
el médico opinaba que con fisioterapia recuperaría el uso de los miembros
afectados.
—Cuando
le hicieron el escáner descubrieron que ya había tenido varios pequeños
derrames cerebrales. Eso se llama... ahora mismo no me acuerdo, pero en pocas
palabras se reduce a lo siguiente: el diagnóstico es demencia vascular.
—¡Oh,
Lali! —Mery le puso una mano en la espalda—. Lo siento. ¿Es un tipo de
Alzheimer?
—No,
pero es parecido. La demencia vascular es un proceso progresivo. Cada pequeño
derrame te priva de alguna capacidad y va seguido de un período sin cambios
hasta que se produce otro episodio. —Se le quebró la voz y luchó contra las
lágrimas—. Al final tendrá un derrame importante y eso será todo.
Mery
frunció el ceño.
—Cuando
Elena vino a visitarnos por Navidad estaba estupenda. No parecía que tuviera la
edad que tiene. ¿Qué tiene ahora, noventa?
—Ochenta
y siete.
—¿Tienes
que irte? —le preguntó en voz baja Mery.
—Sí.
Creo que mañana, después del banquete...
—No.
Ahora, quiero decir.
—Me
quedan ciento setenta y dos pasteles que cubrir con fondant.
—Enséñame
a hacerlo. Yo me ocuparé.
—Tienes
muchas otras cosas que hacer. —Lali sintió una oleada de gratitud por su prima,
con la que siempre podía contar cuando las cosas se complicaban—. Además, no es
tan fácil como parece. Acabarías con un montón de pelotas de color rosa.
—Y
luego las pondría en la mesa de los novios.
Lali
rio entre dientes y suspiró.
—No,
me quedaré hasta después de la boda y luego me iré a Everett. —Titubeó antes de
proseguir—: Veré a la consultora geriátrica, que se ocupa de lo que paga el
seguro médico y sabe qué opciones hay para cubrir las necesidades de la abuela.
Así que estaré fuera un par de días.
—Los
que hagan falta. —Mery la miró con preocupación—. ¿Crees que tu padre irá a
verla desde Arizona?
—Espero
que no. —Lali llevaba años sin ver a su padre, pero se escribían e-mails de vez
en cuando y se llamaban por teléfono esporádicamente. Por lo que sabía de la
relación de este con Elena, había sido incluso más fría—. Sería una situación
muy incómoda. Además no sería de ninguna ayuda.
—Pobre
Lali. No sé si ha habido alguna vez un hombre en tu vida con el que hayas
podido contar.
—En
este momento, un hombre es lo último que necesito, dejando aparte a Byron, claro. Por cierto... ¿podrás
cuidarlo mientras esté fuera?
—¡Oh,
Jeez! —Mery puso mala cara—. Le pondré comida y agua, pero nada más. No pienso
cepillarlo, ni bañarlo, ni acariciarlo.
—Solo
unos mimitos por la noche —le rogó Lali—. Lo ayudan a relajarse.
—Lali...
Eso no lo hago ni por mi novio. Tu bola de pelo tendrá que vérselas solo con su
hipertensión.
Continuará...
+10 :)
Me encanta ++++
ResponderEliminar@x_ferreyra7
guau una nove re distinta a todas las que leí! Me atrapo! Sera que el fantasma tiene la misión de ayudar a peter? Quiero más besos
ResponderEliminarLe pondré comida y agua, pero nada más. No pienso cepillarlo, ni bañarlo, ni acariciarlo.
ResponderEliminar—Solo unos mimitos por la noche —le rogó Lali—. Lo ayudan a relajarse.
—Lali... Eso no lo hago ni por mi novio. Tu bola de pelo tendrá que vérselas solo con su hipertensión.
Esa parte la mejor jajajaja
+++++
ResponderEliminarOtro mas porfa
ResponderEliminarjajaj pobre de lali
ResponderEliminarmas mas mas mas mas mas mas mas mas
ResponderEliminar+++++++
ResponderEliminarSubi otro :)
ResponderEliminarEspero entenderla!
ResponderEliminarespero otro cap! Besoo
ResponderEliminarMaaaaaas!
ResponderEliminarla bola de pelos Jajajajaa me encanta esta buena la nove!
ResponderEliminarmas
ResponderEliminar++++++++++
ResponderEliminar=,(
ResponderEliminarMe encanta lo bien k se llevan Lali y Mery
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