Lali volvió a la isla después de tres días de frenética actividad. Se
había ocupado de la ropa y de los objetos personales de Elena y también
contratado una empresa para que embalara adecuadamente todo lo frágil y metiera
el resto en cajas. Los montones de fotografías antiguas y álbumes de recuerdos
estaban en contenedores debidamente rotulados. Lali no estaba segura de si su
abuela quería que les echara un vistazo o no.
En cuanto llegó a la posada, Mery la evaluó
con la mirada.
—Ve a dormir una
siesta. Tienes pinta de estar muerta —le ordenó.
—Lo
estoy. —Agradecida, se había ido a la casita y había estado durmiendo casi toda
la tarde. Se despertó cuando el sol del atardecer atravesaba las cortinas beige
de su dormitorio incidiendo en dedos de luz sobre la colcha. En un rincón, un
maniquí de modista relucía con la colección de broches antiguos de Lali.
Byron estaba tendido a su lado,
mirándola con aquellos ojos suyos de un verde dorado. Cuando Lali, sonriendo,
se lo acercó para intentar hacerle mimos, se puso a ronronear.
—Mery
te ha peinado —murmuró Lali, pasándole los dedos por el sedoso pelo blanco—.
Apuesto a que también te dio un masaje, ¿verdad?
Unos
pasos se acercaron a la puerta.
—Solo
para que se callara —oyó que decía Mery—. No dejaba de maullar llamándote.
—Asomó la cabeza por la puerta—. ¿Qué tal estás? ¿Puedo entrar?
—Sí,
me siento mucho mejor.
—Sigues
teniendo ojeras. —Mery se sentó al borde de la cama y la miró con evidente
preocupación.
—Aunque
me ayudaban los embaladores, tardamos dos días enteros en vaciar el apartamento
de Elena. Los armarios estaban hasta los topes de trastos. Perdí la cuenta de
cuántos juegos de vajilla tenía. Y un montón de antiguallas: un tocadiscos, una
radio con funda de cuero, una tostadora de porcelana de los años treinta...
—Veo
en tu futuro una cuenta en eBay para vender.
Lali
gimió y se sentó, pasándose los dedos por los rizos castaños.
—Tengo
que hablar contigo —dijo.
—¿Quieres
que vayamos a la cocina grande y preparemos un café decente?
—¿No
podríamos tomar un poco de vino?
—No
tendrás que pedírmelo dos veces.
Fueron
hacia el edificio principal, con Byron
pisándoles los talones. Lali le contó a su prima su conversación entera con la
asistente social para la tercera edad. Entraron en la cocina, grande y alegre,
con las paredes empapeladas con un diseño retro de racimos de cerezas. Mientras
Mery abría una botella de vino, ella miró una bandeja cubierta por una campana
de cristal llena de pasteles. En su ausencia, Mery había confiado en una
panadería del pueblo para surtir el desayuno de los huéspedes.
—Están
buenos —dijo, respondiendo a la pregunta que Lali no había llegado a formular—,
pero nada que ver con los tuyos. Los huéspedes primerizos no estaban al tanto,
así que estuvieron contentos, pero tendrías que haber oído protestar a los
habituales. «¿Dónde está Lali?», preguntaban, y decían: «Llevo mucho tiempo
esperando este desayuno y “esto” es lo que me sirven? No bromeo, Lali, este
lugar no es lo mismo sin ti.»
Lali
sonreía.
—¡Oh,
vamos!
—Es
verdad. —Mery le ofreció una copa de vino y se sentaron a la mesa de la cocina.
Byron se subió de un salto al regazo
de Lali y se acurrucó, convertido en un ovillo de pelo blanco.
—¿Qué
va a pasar? —le preguntó Mery en voz baja—. Aunque me parece que ya lo sé.
—Elena
me necesita —se limitó a decir Lali—. Va a venirse a vivir conmigo.
Mery
frunció el ceño, preocupada.
—No
puedes cuidarla tú sola.
—No.
Buscaré a alguien que esté en casa y se ocupe de lo fundamental y de vigilar a Elena
mientras yo trabaje.
—¿Cuánto
tiempo va a durar esto? Quiero decir... cuánto hasta que Elena... —Mery se
calló, incómoda.
—¿Hasta
que esté demasiado impedida para vivir conmigo? —terminó por ella Lali—. No lo
sé. Las cosas pueden ir rápidas o lentas. Pero cuando eso ocurra, la llevaré a
un lugar que hay en Everett. Se trata de una comunidad especializada en
enfermos de Alzheimer. Fui a visitarla ayer y hablé con el gerontólogo jefe,
que es amabilísimo. Luego me sentí un poco menos culpable, porque me di cuenta
de que cuando mi abuela no pueda andar ni lavarse sola, ellos podrán hacer que
esté más cómoda y más segura de lo que yo podría.
—¿Quieres
instalarla en la casita de atrás? Pueden estar ahí las dos y yo me mudaré a una
de las habitaciones del edificio principal.
A
Lali la conmovió su generosidad.
—Eso
es muy amable por tu parte, pero la casita es demasiado pequeña para lo que nos
hará falta. Elena tiene una casa grande junto al lago, en la isla, con dos
habitaciones y cocina. Me parece que probaremos cómo nos va allí.
—¿Elena
tiene una finca en el lago? ¿Por qué no sé nada de ella?
—Bueno,
procede de su rama familiar, los Stewart, y creo que solía pasar mucho tiempo
allí cuando era bastante joven. Aunque lleva treinta años sin ir por allí. Está
cerrada. Cada tanto los de la inmobiliaria van a echarle un vistazo y realizan
los trabajos de mantenimiento. —Lali dudó—: Creo que esa casa le trae un montón
de recuerdos a Elena. Le pregunté por qué no la había vendido todavía, pero no
quiso explicármelo... o a lo mejor simplemente estaba cansada.
—¿Te
parece que quiere vivir allí?
—Sí,
fue ella quien me lo sugirió.
—Exactamente,
¿dónde está?
—En
Dream Lake Road.
—Apuesto
a que es bastante rústica.
—Sí
—admitió Lali con pesar—. Me he acercado en coche un par de veces, pero nunca
he entrado. Estoy segura que tendré que meterle dinero. Harán falta agarraderas
en el baño, una ducha de mano y una rampa para salvar los escalones delanteros
cuando Elena necesite ir en silla de ruedas. Cosas de ese tipo. La asistenta
social me dio una lista de sugerencias para acondicionar la casa.
Mery
sacudió despacio la cabeza.
—Te
hará falta un montón de dinero. —Se le había escapado un mechón de la cola de
caballo y se lo retorcía ausente, como solía hacer siempre que estaba inmersa
en sus pensamientos—. ¿Y si compro la casa a un precio razonable y dejo que la
ocupen sin pagarme alquiler? Así podrás usar el dinero para cubrir las
necesidades de Elena. Incluso puedo pagar la reforma.
Lali
abrió unos ojos como platos.
—No
puedo permitir que lo hagas.
—¿Por
qué no?
—No
sería justo para ti.
—Recuperaré
el dinero alquilándola cuando Elena... bueno, cuando las dos ya no la necesiten.
—Ni
siquiera la has visto.
—Quiero
ayudar todo lo posible. Yo también soy responsable de Elena.
—De
hecho, no. No son parientes consanguíneos. Ella es tu tatarabuela política.
—Se
apellida Espósito. Con eso me basta.
Lali
sonreía. La alegre audacia de su prima se sostenía sobre los cimientos de su
compasión. Mery era una buena persona. La gente no siempre se daba cuenta de hasta
qué punto ni de lo vulnerable que era por ello.
—Te
quiero mucho, Mery.
—Ya
sé, ya sé... —Incómoda como siempre por las muestras de afecto, Mery hizo un
gesto con la mano, restándole importancia—. Tenemos que encontrar a alguien que
ponga a punto la casa inmediatamente. Todos los buenos contratistas estarán
ocupados, e incluso los buenos son más lentos que tortugas. —Hizo una pausa—.
Todos menos... puede que... bueno, no lo sé...
—¿Se
te ha ocurrido alguien?
—El
hermano de Gastón Lanzani, Peter. Ha construido varias casas en Roche e hizo un
gran trabajo. Antes tenía fama de ser de confianza. Pero ha pasado por un
divorcio y una de sus promociones inmobiliarias se fue al garete. Corre el
rumor de que bebe por los codos. Así que no sé cómo está el asunto. Llevo
tiempo sin verlo. Me enteraré de todo por Gastón.
Lali
miró el gato que tenía en el regazo y le acarició el pelaje. Byron cambió de postura, haciéndose un
ovillo.
—De
hecho le conozco —dijo, intentando parecer despreocupada—. Cuando fui a
Rainshadow Road a visitar a Rochi estaba haciendo unos arreglos en la casa.
—No
me lo mencionaste. —Mery arqueó las cejas—. ¿Qué impresión te dio?
Lali
se encogió de hombros, incómoda.
—No
cruzamos más de cuatro palabras. No tuve tiempo de formarme una opinión sobre
él.
Mery
sonrió.
—Eres
la peor mentirosa del mundo. Cuéntamelo todo.
Lali
hizo un esfuerzo por responderle, pero no conseguía expresar lo que pensaba.
¿Cómo podía explicarle la impresión que le había causado Peter Lanzani?
Sorprendente, inquietante, de rasgos austeros pero perfectos, con unos ojos
relucientes iluminados por su último vestigio de humanidad. Parecía
absolutamente desilusionado, toda su ternura y su esperanza se habían
solidificado y adquirido la dureza del diamante. Por suerte le había prestado
escasa atención y apenas había notado su presencia. Lali no lo lamentaba.
Desde
la adolescencia, los hombres siempre habían hecho suposiciones acerca de ella.
El resultado había sido que los hombres agradables mantenían las distancias y
dejaban el campo libre a los que no lo eran tanto. Siempre se fijaban en ella
los hombres que se dedicaban por deporte a seducir a las mujeres atractivas,
los que se consideraban unos ganadores si se llevaban a su presa a la cama. Lali
no quería ser una marca en el cinturón de ningún tipo de esos, ni quería que la
utilizaran.
Creía
que en Chris por fin había encontrado a alguien que la valoraba por lo que era.
Era un hombre atento y sensible que siempre la había escuchado y tratado con
respeto y honestidad. Por eso había sido incluso más devastador cuando Chris le
había dicho, un año después de casarse, que se había enamorado de otra persona.
La traición había sido una sorpresa cruel, una ironía procediendo de alguien
que siempre había reforzado la autoestima de Lali. Llevaba desde entonces dos
años sin enamorarse. No confiaba en su instinto en cuanto a hombres se refería.
Y uno como Peter Lanzani, desde luego, no estaba a su alcance.
—Me
pareció guapo —consiguió decir por fin—, pero no demasiado sociable.
—Tengo
la impresión de que no le gustan las mujeres.
—Te
refieres a que es...
—No,
no me refiero a eso... es heterosexual. Se acuesta con mujeres, pero me parece
que no son de su agrado. —Mery hizo una pausa, encogiéndose de hombros—. Claro
que eso no tiene nada que ver con la reforma de la casa. Así que si llamo a Gastón
y me dice que Peter sigue dedicándose a lo mismo, ¿qué te parecería? ¿Te
molestaría que hiciera él el trabajo?
—En
absoluto —dijo Lali, aunque el estómago se le encogió un poco ante la idea de
volver a verle.
—No
—negó rotundamente Peter cuando Gastón le habló de la llamada de Mery—. Estoy
demasiado liado.
—Te
lo pido como un favor personal. Es amiga de Rochi. Además, necesitas el
trabajo.
El
fantasma rondaba cerca de los dos hermanos mientras estos aplicaban un medallón
de resina al techo del rellano del segundo piso.
—Tiene
razón —le dijo a Peter, que le puso mala cara.
—¡Me
importa un bledo! —murmuró. Subido a una escalera de mano, sujetaba la parte
del medallón con el adhesivo contra la escayola del techo mientras Gastón,
desde abajo, sostenía el palo de madera con el extremo forrado de tela que
serviría de soporte hasta que secara.
—Tranquilo,
no te acalores —le dijo Gastón por no decir algo peor—. No te haría ningún mal
ganar un poco de dinero.
Peter
reprimió con esfuerzo su exasperación. Todavía no se había acostumbrado al
hecho de que, aunque él veía y oía al fantasma, nadie más lo hacía.
—Dile
que busque a otro para la reforma.
—No
hay nadie más. Todos los contratistas de la isla tienen el verano cubierto
menos tú, y Mery ha intentado preguntarme, con su habitual sutileza de
elefante, si serías capaz de llevar a cabo la obra.
—¿Reformar
la casa del lago? —Peter estaba indignado—. ¿Por qué no iba a ser capaz?
—No
lo sé, Peter. A lo mejor tiene algo que ver con la impresión que últimamente
tiene la gente de que, representada en un gráfico circular, la mitad de tu vida
estaría «como una cuba» y la otra mitad «con resaca». Sí, bueno, mírame mal si
quieres, pero eso no va a cambiar el hecho de que pronto, un día de estos, vas
a estar demasiado borracho para trabajar y demasiado pelado para beber.
—En
eso también tiene razón —comentó el fantasma.
—Vete
a la mierda —dijo Peter, refiriéndose a ambos—. No he faltado un solo día al
trabajo por nada.
Gastón
colocó el palo debajo del medallón mientras Peter comprobaba las marcas de
lápiz del techo para asegurarse de que la pieza de resina no se desplazaba.
—Yo
te creo —dijo—, pero vas a tener que salir y demostrárselo a los demás, Peter.
Por lo que yo sé, tu cuenta de ahorros no está muy boyante.
—¿Qué
quieres decir?
—Que
todo lo que tienes te cabe en el bolsillo de esos Levis.
—Tengo
la promoción de Dream Lake. Solo me hace falta encontrar otros patrocinadores.
—Fantástico.
Entretanto, esa casita de Lali... Está en la carretera de Dream Lake.
Seguramente has pasado por delante un centenar de veces. Dedica un par de
semanas a ponérsela a punto y...
—¿Lali?
—le espetó Peter, bajando de la escalera—. ¿No decías que la casa era de Mery?
—Mery fue quien me llamó para hablarme de
ella. La que va a vivir allí con su abuela, que tiene Alzheimer o algo
parecido, es Lali. Te acuerdas de ella, ¿no? Esa chica morocha de carita dulce
con sus pastelitos. —Gastón sonrió viendo la cara que ponía Peter—. Échame un
cable. Es una de las mejores amigas de Rochi. Haz esto para que yo me beneficie
de la gratitud de Rochi...
El
fantasma no le quitaba ojo a Peter, divertido.
—¿Por
qué no? —le preguntó—. A menos que estés asustado...
—¿Por
qué iba a tener miedo? —se le escapó sin querer a Peter debido a la irritación.
—¿Miedo
de qué? —le preguntó Gastón, perplejo—. ¿De Lali?
—No.
—Peter estaba exasperado—. Olvídalo.
—Será
sencillo —le dijo Gastón—. Arreglas la casa para una mujer preciosa y su
abuela. A lo mejor tienes la suerte de que te prepare la cena.
—Y
si no lo haces —añadió el fantasma—, sabremos lo cobarde que eres en realidad.
—Lo
haré —dijo entre dientes Peter. Estaba claro que el fantasma no pararía de
chincharlo si no lo hacía, y tenía la necesidad de probarle a aquel espectro...
y probablemente de probarse que Lali Espósito no representaba para él ningún
problema—. Dame su número. Me enteraré de lo que quiere y le prepararé un
presupuesto. Si no le gusta, que se busque a otro.
—Pero
le harás un buen precio, ¿verdad?
—A
todo el mundo se lo hago —repuso Peter glacial—. Yo no robo a mis clientes a
mano armada, Gastón.
—Ya
lo sé —dijo rápidamente Gastón—. No pretendía sugerir eso.
—Hago
presupuestos ajustados, un buen trabajo y lo termino en el plazo previsto. Además,
si no dejas de criticar mi modo de vivir, voy a coger este palo de sostén y te
lo voy a estampar en...
—De
acuerdo —se apresuró a decirle Gastón.
Continuará...
+10 :D
Quiero mas porfavor quiero saber quien es el fantasma ese
ResponderEliminarme encanta tu nove mas
ResponderEliminarquierooooooooooooooooooooo
ResponderEliminarmasssssssssss
ResponderEliminar++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
ResponderEliminarMaaas!
ResponderEliminarLa voy a flashear pero el fantasma no habrá tenido algún romance con la abuela d lali y esta siguiendo a Peter para ayudarlo pero a la vez para llevarse el alma d la abuela d lali
ResponderEliminarListo delire mal jajaja me fui xD opinión sobre él.
Parece k deliramos las dos ,xk yo pensé lo mismo.
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ResponderEliminarComo me encanta este fantasmita,y en los aprietos k mete a Peter.
ResponderEliminarY Gastón ,erre con erre ,hace todo para ganarse a Rochi.
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