Lali percibió la
intranquilidad que experimentaba Alelí y se inclinó hacia ella.
—¿Por qué no vas a sentarte en
la tartana?
—Los Amadeo son malos, tía Mariana.
—¡Chsss! Todo está bien, Alelí
—contestó Lali enseguida.
—Voy a buscar a Stéfano.
—No, espérame en la tartana.
No tardaré.
La voz de Lali se había vuelto
dura y su rostro frío. Alelí no era la causa de este cambio, pero era demasiado
joven para comprenderlo, de modo que miró a Lali y a Benjamín con temor y se
dirigió con lentitud a la tartana. Lali se enderezó, miró a Benjamín a los ojos
y levantó la barbilla.
—¿Los Amadeo son malos?
—repitió Benjamín divertido.
—¿Qué opinarías tú de alguien
que contrata a gente con la finalidad de que destruya la propiedad de otras
personas y ataque a sus empleados?
—Aquello sólo fue una
advertencia. Supongo que ahora Nicolás sabe lo que sucederá si no comparte el
agua. Sobre todo teniendo en cuenta que le ofrecimos pagarle por este
privilegio.
—Él ha compartido con ustedes
el agua durante muchos años. Y sin cobrarles nada. Al final, dejó de hacerlo
porque le robaban el ganado y rebasaban los límites de su propiedad.
—No quiero hablar de él.
—Entonces dime lo que tienes
que decirme y vete lo más deprisa posible. No he venido al pueblo sola y, si
nos ven juntos, surgirán problemas.
Benjamín la miró sin
parpadear, extrañado por su dureza.
—¿Cómo estás, Mariana?
Ella no estaba de humor para
charlas insustanciales.
—¿Qué es lo que quieres?
—A ti. —Antes, podría haber
sido una respuesta en cierto modo insinuante, pero Benjamín lo dijo con una voz
áspera y una expresión seria en los ojos—. No tardaré, Mariana.
Ella enseguida comprendió lo
que él quería decir. Benjamín pensaba poner en práctica los planes que juntos
habían trazado y destruiría todo lo que ella amaba, todo lo que ella quería.
Todo aquello que, antes, le resultaba indiferente. Lali lo miró sin moverse. Se
sentía aterrorizada. ¿Cómo podía haber pensado que lo quería? ¿Cómo podía
haberlo ayudado a planificar su perdición?
La firmeza de su propia voz la
sorprendió.
—Benjamín, las cosas han
cambiado desde que nos vimos por última vez.
—¿Qué cosas?
—Lo que sentía por ti. Todo lo
que te dije era una mentira. Yo nunca te amé.
—Mariana, ¿qué demonios...?
Benjamín levantó una mano para
cogerla del codo, pero ella se apartó de una forma súbita.
—No vuelvas a tocarme. No te
quiero. No quiero nada de ti.
Al principio, Benjamín estaba
demasiado sorprendido para enfadarse.
—No lo dices en serio. ¿Qué ha
ocurrido? ¿Es por lo que pasó en el rancho de los Fanin? Sólo estaba un poco
bebido, cariño. Todos los hombres bebemos en exceso de vez en cuando.
—No, no tiene nada que ver con
aquello. Escucha bien lo que te digo. Tú y yo no estaremos juntos nunca.
Olvídate de los planes que forjaste respecto a mí y a mi padre. —Lali se
interrumpió e intentó tragar el nudo que tenía en la garganta—. No quiero que
le hagas daño. Te juro que, si le haces algo, te será devuelto con creces. Yo
me aseguraré de que así sea.
—¡Cielo santo! ¿Qué estás
diciendo? ¿Le has contado algo a tu padre? —Benjamín dio un paso adelante, como
si fuera a sacudirla, pero después miró a su alrededor y se dio cuenta de que
estaban atrayendo unas cuantas miradas. Benjamín enrojeció y miró a Lali con
fijeza—. No, no se lo has contado a nadie —murmuró—. No te arriesgarás a que él
descubra lo que has planeado. Y no dirás nada porque te preocupas demasiado por
tu propio cuello y te resulta más fácil quedarte sentada y dejar que ocurra.
Sabes que, de todos modos, tu padre está cavando su propia tumba. Sólo necesita
un empujoncito. ¿A qué viene este cambio de último minuto? ¿Nervios? Es igual.
No siempre te entiendo, Mariana, pero sé cómo eres en realidad. Sé más acerca
de ti que ninguna otra persona. Y te quiero. Y tú sientes lo mismo por mí.
A Lali le temblaban los labios
mientras contenía las amenazas que cruzaban por su mente. Todas le parecían
ridículas, banales. ¡Si pudiera recordar el nombre del vaquero que los Amadeo
habían contratado! ¿Qué nombre les había dado ella? «¡Recuerda!», se gritó a sí
misma, pero lo único que encontró fue un muro espeso que era imposible de
atravesar. «¡Recuerda!»
—Yo... lo contaré todo
—declaró Lali intentando ocultar su desesperación—. Puedo arruinarte a ti y a
tu familia y lo haré si me obligas a hacerlo.
—No lo harás —declaró Benjamín
con una convicción creciente.
Lali sintió un impulso casi
irresistible de abofetearlo.
—Te odio —murmuró Lali.
—Sí, y también sientes otras
cosas por mí.
Benjamín la cogió del brazo
con firmeza y la miró a los ojos con una media sonrisa.
—Te he dicho que no me toques.
—No hablemos de esto en medio
de la calle. Conozco un rincón tranquilo cerca de aquí.
Lali se soltó de un tirón y se
volvió hacia la tartana justo a tiempo de ver el desastre que se aproximaba.
Antes de que pudiera pronunciar ningún sonido, notó la ráfaga de aire que
produjo Peter al pasar por su lado como una exhalación y lanzarse sobre Benjamín
con tanto ímpetu que los dos cayeron al suelo. Eran como dos animales jóvenes,
luchando, gruñendo y rodando por la calle polvorienta. Lali, estupefacta, vio
que la gente se acercaba corriendo desde todas las direcciones mientras
proferían gritos y exclamaciones y rodeaban a los dos hombres. El ruido se
volvió ensordecedor. Lali retrocedió un paso. Alguien le dio un empujón y la
hizo volverse.
Stéfano estaba justo detrás de
ella y la ayudó a mantener el equilibrio.
—Mariana, no pude detenerlo.
Los vio y se volvió loco.
—¡Alelí! —exclamó Lali
mientras miraba con nerviosismo hacia la tartana.
La tartana estaba vacía.
—Yo la encontraré. Tú quédate
aquí.
Stéfano atravesó con celeridad
la apretada muchedumbre que se iba apelotonando en la acera de tablones de
madera. Lali llegó a empujones al interior del círculo que rodeaba a Peter y a Benjamín
para ver lo que ocurría.
—¡Peter! —gritó, pero su voz quedó
ahogada entre los gritos y los vítores de la multitud—. ¡Peter!
La muchedumbre no tardó en
ponerse violenta. Como todos interpretaron la pelea como una lucha entre el
rancho Double Bar y el Sunrise, enseguida se formaron dos bandos. O se estaba a
favor o se estaba en contra de Nicolás Espósito, y muy pocos permanecieron
indecisos. Lali regresó a la acera y se quedó muda de asombro mientras la
muchedumbre rompía en un estallido de puñetazos y gritos penetrantes.
—¡Puñado de idiotas! —murmuró Stéfano
cerca de Lali. Ella se volvió sobresaltada y vio que Stéfano estaba junto a
ella con Alelí pegada a su lado—. Se morían de ganas de pelearse a causa de la
valla.
—No se pelean por la valla,
sino por...
—¿Por ti? —Stéfano sonrió
ligeramente—. La pelea entre Peter y Benjamín es por ti, pero el resto se
pelean por la maldita valla.
—¿Tú piensas lo mismo que yo
respecto a la valla?
—La necesitamos —declaró Stéfano
con gravedad—. Somos demasiado grandes para sobrevivir sin ella, pero esto no
impide que la odie tanto como tú.
Lali contempló a Alelí, quien
se había vuelto y contemplaba la pelea con unos ojos como platos.
—¿Alelí había ido a buscarte?
—preguntó Lali a Stéfano.
El negó con un movimiento de
la cabeza.
—Peter y yo acabábamos de
salir de la oficina del sheriff cuando te vimos con Benjamín. —Stéfano esbozó
una sonrisa amplia—. Peter soltó un par de palabrotas nuevas que todavía estoy
intentando comprender y se lanzó sobre Benjamín como una exhalación.
—¿Dónde está el sheriff?
—preguntó Lali con furia.
Le aterrorizaba que Peter
pudiera resultar herido o que ya estuviera herido. Entonces el sonido de unos
disparos pareció perforar sus oídos. Alelí se estremeció y se pegó a Lali. El
sonido se repitió y algunos hombres se apartaron como gatos escaldados. Sam
Dary, el sheriff, era un hombre fornido y de actitud firme y arrogante. Bajó su
arma y se abrió paso entre la multitud profiriendo gritos. Se formó un pequeño
claro en mitad de la calle, donde unos hombres habían separado a Peter y Benjamín.
Se precisaron varios hombres para mantenerlos separados el uno del otro y ambos
jadeaban y se miraban con ojos asesinos.
—Tranquilos, tranquilos...
¡Calmense! Ustedes dos deberían saber que no es el momento de pelearse, pues
los ánimos ya están bastante caldeados —declaró Dary con gravedad, sudoroso y
con el rostro enrojecido—. Y no me importa quién ha empezado la pelea, porque
sé perfectamente que hace tiempo que los dos están deseando algo así. Ahora ya
está, ya lo han conseguido. Vuelvan a sus asuntos y piensen en algo mejor que
hacer que provocar una revuelta. Hace demasiado calor para pelearse. Dense la
mano y olviden lo que ha pasado, muchachos.
—¿Que le dé la mano?—gritó Benjamín
atónito.
Peter lo miró con desdén.
—Si crees que voy a...
—¡Ya está bien! —intervino el
sheriff.
Poco a poco, las manos que los
sujetaban se fueron relajando, pues todo el mundo se dio cuenta de que la pelea
había finalizado. Dary apoyó las manos en sus caderas. Parecía sentir la
necesidad de imponer su autoridad.
—Todavía estoy esperando a que
se den la mano.
—Ya hemos dejado de pelearnos
—declaró Peter rompiendo el silencio glacial que flotaba en la atmósfera—. ¿No
le parece suficiente?
Lali sintió flojedad en las
piernas y un gran alivio al ver que el sheriff asentía, aunque a regañadientes,
y que Peter y Benjamín se alejaban el uno del otro. Lali dejó a Alelí al
cuidado de Stéfano y bajó a la calle. Tenía que comprobar por sí misma que Peter
se encontraba bien. Se abrió paso con ansiedad entre la muchedumbre que se
interponía en su camino mientras mantenía la mirada fija en la alta figura que
estaba a unos metros de distancia de ella. Peter avanzó entre la multitud
ignorando las manos que le daban palmaditas en la espalda y no vio a Lali hasta
que ella llegó a su lado.
Lali sonrió con esfuerzo.
—No había necesidad de empujar
a todo el pueblo a una pelea, ¿no crees?
Peter se limpió el sudor y el
polvo de los ojos con la manga de la camisa.
—Ya le dije en una ocasión lo
que le sucedería si te ponía un dedo encima.
—¿Estás herido?
—No. Benjamín es tan blando
como el resto de los Amadeo. —Una expresión de indignación cruzó su rostro—. No
me extraña que tengan que contratar a otras personas para que derriben la valla
en su nombre. No tienen el valor ni la fortaleza para hacerlo ellos mismos.
—Blando o no, Benjamín ha
conseguido hacerte daño —comentó Lali mientras contemplaba su cara amoratada.
Entonces inclinó la cabeza para ocultar una oleada repentina de emoción—.
Vamos, te llevaremos a casa en la tartana.
—¡Mírame! —exclamó Peter.
El tono de su voz era tan
exigente que Lali le obedeció sin pensárselo dos veces. Sus ojos se
encontraron. Los de Lali muy abiertos, por el desconcierto que experimentaba, y
los de Peter brillando con una luz cálida e intensa. Peter le cogió la barbilla
con una mano, inclinó la cabeza con lentitud y la besó con pasión. De la
multitud surgieron unas exclamaciones de asombro y unos cuantos silbidos, pero Lali
estaba demasiado sorprendida para apartarse de Peter.
El olor a sudor y suciedad
inundó sus fosas nasales y percibió sabor a sangre mientras la presión del beso
empujaba su cabeza hasta el hombro de Peter.
Lali se apoyó en él medio
mareada y con el corazón acelerado. Se sintió flaquear, como si cayera en un
pozo de fuego. De lo único de lo que era consciente era de la boca de Peter
pegada a la de ella, de sus labios ardientes, ansiosos y dulces. Cuando Peter
levantó la cabeza, Lali lo contempló con ojos perplejos y sintiéndose incapaz
de proferir ningún sonido. ¡Todo el pueblo! ¡La había besado así delante de todo
el pueblo!
—Considéralo el anuncio de
nuestro compromiso —declaró Peter, y le indicó a Stéfano, quien sonreía
ampliamente, que los siguiera hasta la tartana.
Continuará...
+10 :D!!
aai dale otro otro! no cuelgueees porfa
ResponderEliminarOmg Peter celosin jajaja mas mas
ResponderEliminarSe la tenían re jurada esos dos jajaja ame la parte final del capitulo
ResponderEliminar+++++++
ResponderEliminarOjala lali logre recordar a tiempo
ResponderEliminarMas porfi
ResponderEliminarOtro otroooo :D
ResponderEliminar+++
ResponderEliminarLa intriga no va a dejar dormir jajaja
ResponderEliminardio el nombre de peter no? dale otroooo
ResponderEliminarotro daleee por favoooooor
ResponderEliminarUna gran demostración d compromiso.
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