Peter y Nicolás no contaron a
la familia los acuerdos a los que llegaron acerca de cómo manejar la crisis,
aunque algunos aspectos estaban muy claros. El más importante era que volverían
a levantar la valla. Por otro lado, Nicolás, contrariamente a lo que todos
esperaban, decidió mostrarse más razonable respecto al rancho, la familia y los
vaqueros. Se quedó en su despacho y se mantuvo alejado de la valla mientras Peter
supervisaba la construcción de más barracones de vigilancia a lo largo de la
valla, doblaba el número de vigilantes nocturnos y designaba a unos cuantos
vaqueros para que volvieran a levantar los postes arrancados.
Volcaron barriles de preciada
agua para ablandar el terreno y cavar los agujeros para los postes, lo cual
constituyó una afrenta para aquellos cuyo ganado estaba muerto de sed. Emilia, Candela,
Lali e incluso Alelí estuvieron ocupadas curando las heridas y los arañazos que
el alambre de espino causaba en los brazos de los hombres que construían la
nueva valla. Después de unos días, Lali le enseñó a Peter sus dedos, que
estaban permanentemente manchados de yodo.
Las reacciones de los
habitantes del pueblo y de los rancheros vecinos al ataque que había sufrido el
rancho de Nicolás eran variadas. Los ganaderos que habían estado considerando
la posibilidad de cercar sus tierras con vallas de alambre de espino, que era
barato y duradero, estaban furiosos, como si también ellos hubieran sido
víctimas del ataque infringido a Nicolás, aunque algunas personas consideraban
que Nicolás se lo merecía. Muchos vaqueros odiaban la idea de que se cercaran
las praderas por las que estaban acostumbrados a cabalgar con libertad. Los
pequeños ganaderos que se apoderaban de las reses sin marcar que cruzaban los
límites de sus tierras también estaban en contra de las vallas.
Conforme pasaban los días, Lali
empezó a echar más y más de menos a Peter. Apenas lo veía. Peter estaba ocupado
resolviendo todos los problemas que los demás le planteaban, problemas grandes
y pequeños. Su trabajo era interminable, pues supervisaba la construcción de la
valla y coordinaba el resto de las tareas que se realizaban en el rancho. Con
tanta gente dentro y alrededor de la casa, no encontraba la manera de ir a ver
a Lali a su habitación. Habían designado a un hombre para que vigilara la casa
durante la noche, lo cual significaba que, de momento, sus encuentros con Peter
habían terminado.
Una frustración física y
emocional consumía a Lali, quien no se libraría de ella hasta que pudiera volver
a tener a Peter para sí misma. Por las noches, Lali permanecía tumbada en la
cama con las extremidades extendidas mientras pensaba con melancolía en las
ocasiones en que Peter había acudido a su dormitorio. ¿Cómo era posible querer
tanto a alguien? Los momentos en que se veían no eran suficientes. Siempre
había miembros de la familia o vaqueros a su alrededor y no podían disfrutar de
ningún tipo de intimidad.
¿Cuánto duraría sin él? La
necesidad de estar con él crecía minuto a minuto, hasta que apenas le resultó
soportable, sobre todo cuando él estaba cerca. ¡Qué extraño le resultaba desear
y necesitar a alguien con tanta intensidad y sentirse molesta hacia todo lo que
lo mantenía alejado de ella! Peter había despertado en ella ciertas
necesidades, unas necesidades intensas que debían ser apaciguadas. Había pasado
con él muy pocas noches, pero durante el resto de su vida todas las noches que
pasara sin él serían frías y vacías. Lali miró al resto de los comensales y se
preguntó si alguno de ellos entendería cómo se sentía. No, ninguno, ni siquiera
la sensible y solitaria Candela.
«Haría cualquier cosa para no
perderlo. Ninguno de ellos ha luchado para conseguir al otro, aunque en
determinado momento debieron de sentir algo. Seguro.»
Candela y Agustín actuaban
como meros y distantes conocidos, mientras que Emilia y Nicolás, como mucho, se
trataban con un afecto cansino.
«No hay pasión, no hay
ternura. Ni siquiera enojo. ¿De qué hablan cuando están a solas o sólo están en
silencio?»
Sobre todo, Lali echaba de
menos las largas y agradables conversaciones que mantenía con Peter. En las
horas más oscuras de la noche, le había contado algunas de sus cuestiones más
íntimas, aquellas que se suponía que ni siquiera las esposas contaban a sus
esposos. Las conversaciones con Peter constituían una fuente continua de
fascinación para ella, pues, prácticamente, no había ningún tema que Peter no
quisiera tratar y, además, no le permitía mostrarse pudorosa. Peter parecía
disfrutar haciéndola enrojecer y siempre sabía cuándo lo había conseguido,
incluso en la oscuridad.
Después de una semana de no
estar juntos, Lali empezó a notar que Peter cambiaba de una forma sutil. Su
buen carácter desapareció y su sentido del humor era más mordaz que de
costumbre. Se mostraba tenso e irascible con ella e intentaba evitarla. ¿Por
qué se mostraba tan brusco y cortante? ¿Por qué parecía que estuviera enfadado
con ella?
Cada vez que lo oía entrar en
la casa a la hora de la cena, lo veía entrar en el comedor y lo observaba
mientras se sentaba a la mesa, Lali experimentaba un dolor en la boca del
estómago. El tiempo extra que Peter pasaba al sol oscurecía su piel cada vez
más y sus ojos brillaban como esmeraldas. Nunca le había parecido tan guapo ni
lo había resultado tan inalcanzable. ¿Por qué, cuando lo miraba a través de la
mesa, la distancia que los separaba parecía estar convirtiéndose en kilómetros?
Lali asomó la cabeza por la
puerta del dormitorio de Candela y frunció el ceño al ver que tenía los
porticones de las ventanas medio cerrados y que estaba acurrucada debajo de las
sábanas.
—¿Cande? —preguntó Lali en voz
baja. Candela se agitó en la cama—. ¿Todavía no tienes ganas de levantarte?
Candela negó con la cabeza.
Parecía irritada. Tenía la cara hinchada porque había ganado mucho peso en poco
tiempo y se le habían formado unas bolsas muy marcadas debajo de los ojos.
—No, no me encuentro bien y
estoy cansada.
—¿El doctor Haskin te ha dicho
algo?
—Dice que todo va bien.
—¡Vaya, esto es estupendo!
—No te alegres tanto.
—¿Quieres que te traiga un té?
Podría leerte una historia que salió en el periódico de ayer acerca de...
—No, gracias, no quiero beber
nada ni que me leas nada.
Lali se sentó en el borde de
la cama y cogió la fláccida mano de Candela.
—¿Qué te ocurre? —preguntó Lali
con dulzura.
La compasión de Lali pareció
abrir el corazón de Candela y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Me siento gorda, fea y de
malhumor. Y se me está cayendo el pelo. ¿Ves lo fino y frágil que está? Yo
tenía un pelo muy bonito.
—Todavía es bonito, y si has
perdido algo de pelo, no has perdido tanto como para que los demás lo noten.
Además, volverá a crecer en cuanto nazca el bebé.
—Y Agustín ya no me habla ni
me abraza.
—Él no sabe lo que esperas de
él. Pídele lo que necesitas.
—Yo querría que él lo supiera
sin tener que pedírselo.
—Los hombres no siempre saben
qué hacer, a veces tenemos que explicárselo.
Candela exhaló un suspiro
lloroso y se secó los ojos con la esquina de la sábana.
—Esta mañana, Alelí ha venido
y se ha puesto a brincar en la cama. Yo me he mostrado muy dura con ella y ella
no entiende el porqué de mi reacción.
—Yo me encargaré de Alelí. Stéfano
y yo la llevaremos al pueblo. Ayer buscaba telas para coserle a su muñeca unos
vestidos y en la casa no hay suficientes retales. Le compraré un pedazo de tela
y unas golosinas.
—¿De verdad? ¡Oh, esto le
encantará!
—¿Y tú qué quieres, golosinas
de menta o de regaliz? —preguntó Lali medio en broma.
—No quiero nada —respondió Candela
ya más contenta.
A pesar de su embarazo, parecía
una niña pequeña, con su cara surcada de lágrimas y sus rollizas mejillas. Lali
sintió una oleada de cariño hacia ella y deseó saber cómo conseguir que todo le
fuera bien.
—Esta noche, cuando vuelva, te
lavaré la cabeza. Esto te hará sentirte mejor. Y le pediré a Peter que toque
algo de música en la sala después de la cena, en concreto, aquella canción que
tanto te gusta oír.
—Pero Peter está tan
ocupado...
—Encontrará tiempo para esto
—le aseguró Lali. Y sonrió con picardía—. Si yo se lo pido.
La expresión de Candela se
volvió radiante y contempló a Lali con expectación.
—¿Cómo van las cosas entre
ustedes dos?
Lali se inclinó hacia ella y
sus ojos marrones brillaron de excitación.
—Me ama —susurró Lali.
—¡Oh, Mariana!
—Nunca soñé que pudiera ser
tan feliz. Estoy tan enamorada de él que me causa dolor.
—¡Estoy tan contenta por ti! —Candela
le cogió la mano—. No lo dejes escapar. No permitas que nada se interponga entre
ustedes.
—No lo permitiré.
Lali sonrió ampliamente y le
apretó la mano antes de salir de la habitación.
—¡Alelí! Alelí, ¿dónde estás?
Nos vamos al pueblo. Ayúdame a encontrar a Stéfano.
Alelí llamó a Stéfano con voz
aguda y sus trenzas flotaron en el aire mientras corría escaleras abajo delante
de Lali. Lali la siguió hasta el porche, donde encontraron a Stéfano sentado
perezosamente junto a Gastón en las escaleras de la entrada. Gastón le estaba
contando una de sus inverosímiles historias de aventuras. Cuando Lali y Alelí
aparecieron, Gastón interrumpió su relato, levantó la vista y su arrugado
rostro se arrugó todavía más con una sonrisa.
Lali le devolvió la sonrisa
con indecisión. De repente, se dio cuenta de todas las veces que había pasado
junto a él, en las escaleras del porche, sin dedicarle ni un pensamiento.
Estaba tan acostumbrada a verlo allí, que le prestaba la misma atención que a
la barandilla del porche o los tablones de madera que tenía debajo de los pies.
De vez en cuando, intercambiaban un saludo, pero después de la extraña y
disparatada conversación que habían mantenido en el pasado, ella no había
vuelto a buscar su compañía. Lali no solía pensar en aquello y todo lo que una
vez había querido preguntarle o hablar con él había quedado relegado a la parte
más lejana de su memoria. Gastón, simplemente, estaba allí, omnipresente,
contemplativo.
—Stéfano, tienes que llevarnos
a Mariana y a mí al pueblo —soltó Alelí mientras tiraba de la mano de Stéfano.
Él sonrió al verla tan
excitada y se resistió a sus esfuerzos por conseguir que se levantara.
—¿Quién dice que tengo que
llevaros?
—No bromees —intervino Lali
mientras lo cogía por el cuello de la camisa y tiraba de él ligeramente.
Stéfano soltó un soplido y se
levantó.
—Supongo que tendrás que
acabar la historia más tarde —le dijo a Gastón mientras introducía las manos en
los bolsillos de su pantalón y se encogía de hombros de una forma afable—. Si
no, Mariana me estrangulará. No te irás antes del anochecer, ¿no?
—Me iré mañana por la mañana
—contestó Gastón.
Lali abrió los ojos
sorprendida.
—¿Irse? ¿Qué quiere decir?
¿Adónde se va? ¿Por qué...?
—Nunca me quedo mucho tiempo
en ningún lugar, ni formo parte de una cuadrilla durante mucho tiempo seguido.
Gastón sonrió a Lali con
amabilidad y encogió sus fornidos hombros como indicando que aquello estaba
fuera de su control.
—Pero ¿adónde irá ahora?
—Pronto se conducirán muchas
manadas hacia el norte y siempre hay sitio para un buen tejedor de historias en
las caravanas.
Lali se quedó sin palabras. No
quería que Gastón se marchara, pero no podía explicar lo que sentía, ni a Gastón
ni a ella misma. No tenía ninguna razón lógica para desear que se quedara en
Sunrise. Apenas lo conocía y había intercambiado con él muy pocas palabras. Él
era, simplemente, y como él mismo se definía, un tejedor de historias. Gastón
no había hecho nada por ella, salvo comunicarle un par de ideas medio
concebidas que habían avivado su imaginación. Algunas de las cosas que Gastón
le había dicho acerca de volver atrás en el tiempo y rectificar los propios
errores la habían asustado debido a su exactitud respecto a su propia
situación. Quizá se trató, sólo, de una elección afortunada de palabras. O
quizá no.
—Hay algo que debo saber,
señor Gastón... —declaró Lali titubeante.
—Mariana —la interrumpió Stéfano,
y se echó a reír cuando Alelí casi lo hizo caer por las escaleras debido a sus
ansias por irse—. Gastón ha dicho que estará aquí esta noche. Si quieres ir al
pueblo, deja de hablar y vámonos.
Lali lo miró con cara de pocos
amigos y levantó la vista hacia el techo.
—¿Hablamos más tarde, señor Gastón?
—Más tarde —accedió él con
amabilidad.
Lali le sonrió y siguió a Stéfano
y a Alelí.
Cuando llegaron al pueblo, Stéfano
ayudó a Lali y a Alelí a bajar de la tartana y ellas se dirigieron a la tienda.
Stéfano se fue calle abajo para comprobar si Peter había ido a ver al sheriff,
como era su intención. Peter había adoptado la costumbre de informar al sheriff
de todos los incidentes y fricciones en los que el rancho se veía implicado y
hacía lo posible para que el sheriff estuviera de su lado. En realidad, era
poco lo que las escasas fuerzas que defendían la ley y el orden en el pueblo
podían hacer por ellos. En aquella zona de Tejas, uno tenía que cuidar de sí
mismo y de sus asuntos y se vería en apuros si tuviera que confiar en la
protección de los demás. Sin embargo, Peter intentaba conseguir cierta
apariencia de respetabilidad para el rancho y era mejor contar con el apoyo del
sheriff, por leve que fuera, que tenerlo en contra.
Después de comprar un metro de
tela de algodón a cuadros y una bolsa repleta de golosinas, Lali y Alelí
cruzaron la calle en dirección a la tartana. Alelí enlazó la mano de Lali con
la suya, que estaba pegajosa debido a las golosinas, y Lali sonrió mientras,
juntas, balanceaban los brazos de una forma amigable.
—¿Quieres un caramelo de
limón? —preguntó Alelí de una forma muy educada.
—No, gracias.
—¿Un bastoncillo de melaza?
—Cariño, si quisiera, ya me lo
habría comprado yo misma, pero eres muy amable al querer compartir tus
golosinas.
—Tía Mariana.
—¿Qué?
—¿Por qué Peter te llama Lali?
Nadie más lo hace.
Lali casi dio un brinco al oír
su nombre de labios de Alelí. Aquello le recordó a la Alelí mayor y a todas las
veces que había oído su nombre pronunciado con aquella misma inflexión de voz.
—Sólo se trata de un
diminutivo —contestó Lali intentando calmar los latidos de su corazón—. Tú
también puedes llamarme así, si quieres.
—Tía Lali —declaró Alelí como
prueba, y se echó a reír.
Lali no pudo evitar echarse a
reír ella también.
—De modo que lo encuentras
divertido, ¿eh?
—Aja. —Alelí sacó de la bolsa
una barrita de regaliz y empezó a mordisquear uno de los extremos—. Tía Lali,
¿mamá tendrá al bebé pronto?
—Más o menos. Todavía faltan
unos dos meses para que nazca.
—¡Oh!
Alelí arrugó la frente con
descontento, arrancó con los dientes un trozo de la barrita de regaliz y la
masticó haciendo mucho ruido.
Lali la contempló de una forma
pensativa. ¿Acaso era ésta la razón de que Alelí estuviera tan de malhumor
últimamente? ¿Porque tenía celos del bebé? Claro, Alelí siempre había sido la
pequeña de la familia y no quería ceder su lugar a otra persona.
—¿Sabes una cosa? Tú serás
diez años mayor que el bebé. Tienes la misma edad que tenía tu madre cuando yo
nací. —Alelí la observó en silencio y con una de las mejillas abultada por el
regaliz—. Cuando yo era pequeña —conminó Lali—, tu madre tuvo que enseñarme
muchas cosas y yo intentaba imitarla en todo. La seguía a todas partes. Ella me
contaba historias, me peinaba e incluso me ayudaba a vestirme por las mañanas.
Yo pensaba que ella era la mejor hermana mayor del mundo.
Estrictamente hablando, Lali
no recordaba mucho acerca de su relación con Candela, pero Alelí no lo sabía.
Alelí parecía fascinada.
—¿Yo también haré cosas como
éstas por el bebé?
—Bueno, seguro que él o ella
dependerá de ti como yo dependía de tu madre...
Lali se sintió satisfecha al
ver la expresión concentrada del rostro de la niña, de modo que no le comentó
nada más en relación con aquella cuestión y le sonrió mientras llegaban al otro
lado de la calle. De repente, la mano de Alelí se quedó fláccida y Lali dirigió
la mirada hacia ella. Alelí había empalidecido y tenía unos ojos como platos.
—¿Qué ocurre? ¿Qué...?
—Mariana —la interrumpió
alguien hablando en voz baja.
Lali levantó la vista y se
encontró con los ojos azul intenso de Benjamín Amadeo.
Continuará...
+10 :/
Parece k Alelí tiene pánico.
ResponderEliminarK dulce Lali ,aconsejándola d forma sutil
Pobrecita probó las mieles ,y ahora está en dique seco.
ResponderEliminarhttp://novelaslaliterdeamor.blogspot.com.ar/2015/05/introduccion.html -------- Novela Laliter! Pasen y lean!
ResponderEliminarMe encanta mas!
ResponderEliminarmaaaaas
ResponderEliminarEsta muy buena más mas
ResponderEliminarEsta muy buena más mas
ResponderEliminarcontinualaaa :)
ResponderEliminarMassss!!
ResponderEliminarSe está poniendo bueno
ResponderEliminarOtroooo YA YA YA
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