Asustado,
se volvió y vio que Lali se tiraba al suelo y se acurrucaba encima de una forma
tendida en la carretera. Temblaba sacudida por los sollozos y entonaba
suavemente unas cuantas palabras.
—¿Ese...
soy yo? —preguntó perplejo, retrocediendo. Se miró los brazos y las piernas. No
tenía. No tenía cuerpo. Era invisible. Miró las dos siluetas de la carretera...
el cuerpo sobre el que Lali estaba agachada—. Soy yo —dijo, pasando en un abrir
y cerrar de ojos de la alegría a la desesperación.
Quería
llorar, sentía la agonía de la pena, pero sus ojos permanecían secos.
—Nunca
se acostumbra uno a sentir una profunda pena sin llorar lágrimas —oyó que decía
una voz a su lado—. ¿Quién hubiese pensado que una de las cosas que más se
echan de menos es llorar?
—Fermín.
—Peter se volvió, agarrándose los antebrazos con desespero. Le chocó ser capaz
de notar la textura y la fuerza de una forma humana—. ¿Qué hago ahora?
—preguntó.
—Nada.
—Fermín lo miró con lúgubre compasión—. No puedes hacer nada más que observar.
Peter
se volvió a mirar a Lali sin poder evitarlo.
—La
amo. Tengo que estar con ella.
—No
puedes.
—¡Maldita
sea! ¡No he podido siquiera despedirme de ella!
—No
eres de los que toman sus precauciones, ¿verdad? —comentó Fermín.
—Hay
cosas que debes saber. Mi vida no puede haberse terminado. No he pasado el
tiempo suficiente con ella.
Fermín
parecía exasperado.
—¿Qué
crees que estado intentando decirte, cabeza de chorlito?... ¡Espera! Acabo de
oír algo.
Lo
único que Peter oía era que Lali se había callado.
Fermín
miró como un loco hacia el cielo, distanciándose un par de pasos.
—¿Qué
haces? —le preguntó Peter.
—Alguien
intenta decirme algo. Oigo una voz. Un par de voces.
—¿Qué
dicen?
—Si
cerraras la boca el tiempo suficiente para que lo oyera, entonces... —Prestó
atención al cielo de nuevo—. Vale. Ya lo tengo. Sí. Está bien. —Al cabo de un
momento miró a Peter—. Me permiten ayudarte.
—¿Quiénes?
—No
estoy seguro, pero han dicho que solo tenemos unos quince segundos antes de que
sea demasiado tarde.
—¿Demasiado
tarde para qué?
—Cállate.
Acaban de decirme cómo arreglar eso e intento recordarlo todo.
—¿Arreglar
qué? ¿Arreglarme a mí?
—No
me distraigas. Cierra el pico y ponte junto al cuerpo.
El
cuerpo. Su cuerpo. Peter deseaba tanto estar vivo, volver a estar dentro de
aquella concha basada en el carbono aunque fuera un momento... Solo lo
suficiente para decirle a Lali lo que significaba para él. De pie junto al
cuerpo tirado de bruces, vio su propio rostro. Lali le acariciaba la mandíbula
inmóvil, con los dedos temblorosos sobre sus labios abiertos. Los sonidos que
emitía eran como la tela de un alma al ser rasgada. Jamás hubiera soñado que
alguien sintiera tanta pena por él.
Los
preciosos segundos transcurrían.
—Fermín
—le dijo desesperado, sin poder apartar la mirada de Lali—, no pasa nada.
—Yo
me ocuparé de mi parte. —El fantasma estaba a su lado—. Tú ocúpate de la tuya.
—¿En
qué consiste?
—Céntrate
en Lali. Dile lo que le dirías si pudieras pasar un par de minutos más con
ella. Haz como si pudiera oírte.
Peter
se arrodilló junto a ella, deseando poderle acariciar el pelo y secarle las
lágrimas, pero no podía acunarla en sus brazos. No podía sentirla ni olerla ni
besarla. Lo único que podía hacer era amarla.
—¡Lo
siento tanto! —dijo—. No quiero dejarte. Te quiero, Lali. Eras el único milagro
en el que he creído. Vales por todos los demás. Ojalá pudieras oírme. Ojalá lo
supieras. —Se sentía mareado, notaba que se fragmentaba, que los enlaces de
materia espiritual se disolvían. Los restos de consciencia se deslizaron entre
los márgenes borrosos entre esta vida y la otra. Sus últimos segundos se le
agotaban. Ya no podía hablar, solo le quedaban los pensamientos, como una
hilera de piezas de dominó cayendo. «Da igual en qué me convierta... te amaré.
Ninguna fuerza del cielo ni del infierno me detendrá y maldito sea quien lo
intente. Te querré eternamente.»
Todo
se oscureció. Las estrellas se extinguieron y el cielo se desplomó y el mundo
se cerró sobre sí mismo.
—Blasfemando
hasta el final —oyó Peter que alguien decía con acritud—. No es que me
sorprenda.
Peter
reconoció la voz de Fermín. Tuvo la sensación de estar recubierto de plomo,
porque le pesaban demasiado las extremidades para poder moverlas. Y entonces la
idea lo alcanzó como un mazazo: tenía cuerpo. Tenía forma física.
—No
ha sido fácil volver a meterte ahí —le dijo Fermín—. Ha sido como intentar volver
a meter el dentífrico en el tubo.
Experimentando
un torrente frenético de sensaciones, Peter percibió que estaba tendido en el
asfalto, con el cuello doblado por el modo en que Lali le sostenía la cabeza
contra el pecho. Tenía los pulmones a punto de reventar.
—Intenta
respirar —le sugirió Fermín.
Peter
tragó una bocanada de aire fresco y maravilloso, abrió los ojos y empezó a
moverse.
Lali
soltó un grito de espanto.
—¡Peter!
—Le pasó las manos temblorosas por el cuerpo—. Pero si estabas... tenías el
pecho completamente... no había modo de que pudieras haber... —Abrumada por la
emoción, se cubrió la mano con una mano y lo miró con asombro.
Con
esfuerzo, Peter se incorporó hasta sentarse. Agarró a Lali por la muñeca, tiró
de ella y le plantó un beso en los labios. Notó en la boca el sabor salado de
sus lágrimas.
—Te
quiero —le dijo con la voz ronca.
Respirando
entre sollozos, Lali lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
Fermín.
—Ayuda
a Elena —le urgió Fermín—. Tiene que entrar en la casa.
La
anciana estaba arrodillada cerca, mirándolos soñolienta. La brisa le echaba
mechones de pelo plateado sobre la cara.
Peter
se puso de pie con dificultad y levantó a Lali.
—A
lo mejor no deberías intentar caminar —protestó Lali.
—Estoy
bien.
—Peter...
estabas herido. Lo he visto.
—Sé
el aspecto que seguramente tenía —le dijo él con dulzura—, pero todo está bien.
Te lo prometo.
La
conductora del coche, una consternada mujer de mediana edad, farfullaba algo
sobre el seguro y números de teléfono y llamar a los paramédicos.
—Si
te ocupas de ella, yo me llevaré dentro a Elena —le dijo Peter a Lali y, sin
esperar a que le respondiera, cogió en brazos a la anciana y se la llevó a la
casa. Pesaba asombrosamente poco.
—Gracias
por salvarme —le dijo.
—No
ha sido nada.
—He
visto cómo te ha golpeado el coche.
—Solo
ha sido un golpecito.
—El
parachoques delantero ha quedado abollado y el faro se ha roto —insistió ella.
—Ya
no se fabrican coches como los de antes.
Elena
soltó una risita.
Peter
la entró en la casa y la llevó directamente al dormitorio. Después de dejarla
en la cama, le quitó las zapatillas y la tapó hasta la barbilla.
—Estaba
buscando a Fermín —le dijo Elena, dándole una palmadita en la mejilla.
Peter
se inclinó para besarle la frente.
—Está
aquí —murmuró.
—Ya
lo sé.
Continuará...
+10 :')!!
Que lindo cap! subi otroooooooooooo
ResponderEliminarhay no podria creer que estaba muertoo! espero mas
ResponderEliminarquiero otroo capitulooooo por favorrr
ResponderEliminarQue lindo
ResponderEliminarmáááááááááááás
ResponderEliminarOtro
ResponderEliminarMás
ResponderEliminarQUE HISTORIA MAS HERMOSA, ESPERO QUE PUEDAS SUBIR OTRO RAPIDO. SALUDOS..
ResponderEliminarSubí
ResponderEliminarotroooooo mass plisss
ResponderEliminarMÁSSS..........
ResponderEliminarInsulta hasta muerto Peter jajaja :'( q bueno q Fermín lo ayudo y q le dieron una nueva oportunidad ♡♡
ResponderEliminarGracias a Dios ,Fermín pudo ayudarlo.
ResponderEliminarElena ya está más tranquila
Ahhhhhh por un momento pensé que donde hija a morir !!!!!!!
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