Emilia se quedó lívida cuando
se enteró de lo que había sucedido, y se enfadó tanto que incluso Nicolás
procuraba actuar con cautela cuando ella estaba cerca.
—¿Entiendes la posición en que
la has colocado? —preguntó Emilia mientras caminaba de un extremo al otro del
salón.
Peter apoyó un codo en la
repisa de la chimenea y la contempló de una forma inexpresiva mientras Nicolás
y Lali permanecían sentados en el sofá sin atreverse a decir ni pío. Nicolás
fumaba como una chimenea y, de vez en cuando, lanzaba una mirada a Lali por
encima de su puro y le guiñaba el ojo con disimulo.
—¡Pelearse por ella en mitad
de la calle! —continuó Emilia con voz aguda—. ¡Como si se tratara de un trofeo!
Y después..., y después...
Todos sabían que el «y
después» se refería al beso que le dio en público, un incidente que se extendía
deprisa gracias a los comentarios de los habitantes del pueblo. Peter inclinó
la cabeza en actitud de culpabilidad y a Lali le entraron ganas de echarse a
reír. Ella sabía muy bien que él lo hacía por Emilia. Peter no sentía el menor
arrepentimiento por lo que había hecho.
Emilia se presionó las sienes
con las palmas de las manos como si quisiera calmar un intenso dolor de cabeza.
—La reputación de mi hija está
arruinada. ¡Arruinada!
—Mamá, nadie se lo tomó en
serio —intervino Lali—. Sólo se trató de un impulso. Todo el mundo estaba excitado
y revuelto. Sólo se debió a la exaltación del momento. —Lali hizo caso omiso de
la mirada de reojo que le lanzó Peter, aunque sabía que sus ojos despedían un
destello diabólico. La miraba así desde lo sucedido aquella tarde—. Estoy
segura de que no era su intención besarme, simplemente sucedió.
—Debería haber controlado sus
impulsos —contestó Emilia mirando a Peter con dureza.
Él asintió de una forma
respetuosa.
—Sí, señora.
—Y sospecho, Peter Lanzani,
que sabías, exactamente, lo que estabas haciendo. —Peter abrió la boca para
contestar, pero Emilia lo interrumpió—. No intentes eludir tu responsabilidad
por medio de tus encantos. Todos los presentes sabemos que utilizaste la
situación para salirte con la tuya y que no dudaste en aprovecharte de las
circunstancias. Pues bien, yo no tengo por qué simular que apruebo tus métodos
para conseguir lo que quieres. Jugar con la reputación de Mariana como has
hecho esta tarde ha sido algo cruel y desconsiderado y espero por su bien que
no lo conviertas en un hábito.
—No es ésta mi intención
—contestó Peter con calma.
Lali se dio cuenta de que
había dejado a un lado su actitud frívola, que se estaba tomando en serio las
palabras de Emilia y que la escuchaba sin el menor atisbo de burla. Peter
siempre se había mostrado respetuoso con Emilia, aunque Lali nunca había
imaginado que permitiría que su madre lo sermoneara de aquella manera.
—Yo soy su madre —continuó Emilia—,
y tengo derecho a expresar mi opinión. Y escucharme es tu obligación. No puedo
hacer nada para interponerme en tu camino y ya no quiero luchar más contra
ustedes tres. Lo importante es que Mariana cree que la harás feliz y supongo
que tú también lo crees, pero no lo conseguirás si continúas tratándola con tan
poca consideración. No debes hacer de ella un espectáculo público nunca más. Mariana
merece ser tratada con respeto y amabilidad. Su bienestar debe constituir una
prioridad para ti, por encima de tus propias necesidades.
Lali bajó la mirada hacia sus
manos con las mejillas encendidas. Le resultaba muy desconcertante oír hablar
de sí misma como si no estuviera allí. Quería intervenir, pero no se le ocurría
nada que decir, ni en su nombre ni en el de Peter. Sólo Peter podía calmar la
ansiedad que Emilia experimentaba.
—Su felicidad, por no
mencionar su bienestar, es mi máxima preocupación —declaró Peter. En vista de
la seriedad de su expresión, ni siquiera Emilia pudo dudar de sus palabras—.
Ésta es la razón de que quiera casarme con ella.
—Ya conoces mis objeciones a
que se celebre un matrimonio entre ustedes —soltó Emilia—. Tú sabías que yo no
aprobaba esta idea y nos has puesto a todos en una situación intolerable. Pero
ahora no puedo objetar su matrimonio. De hecho, debo insistir en que se casen.
Los ojos de Peter brillaron de
satisfacción.
—La haré feliz.
—Ni siquiera te has molestado
en disculparte por tu comportamiento.
—Me disculpo por mi
comportamiento, pero, con el debido respeto, no me arrepiento del resultado.
Emilia advirtió que aquella
leve disculpa sería lo único que conseguiría de Peter, de modo que desvió su
mirada iracunda de él a Nicolás.
—No has pronunciado ni una
palabra en todo este rato.
Nicolás adoptó una postura
autoritaria, se puso de pie y señaló a Peter.
—Voy a tener una conversación
de hombre a hombre con él. El simple hecho de que vaya a casarse con mi hija no
significa que pueda librarse de una buena regañina cuando se la merece. ¡Vamos,
Peter, a mi despacho!
—Sí, para fumar un puro, tomar
un trago y darle una palmadita en la espalda —declaró Emilia con acritud.
Lali no pudo evitar reírse por
lo bajo.
Cuando Peter salió del
despacho de Nicolás, su aliento despedía, indudablemente, cierto olor a whisky.
Peter sonrió a Lali cuando se la encontró cerca de la puerta del despacho y la
siguió en silencio mientras ella lo guiaba al porche para disfrutar de unos
minutos de intimidad. Peter tenía el rostro encendido a causa de la bebida y
del bienestar que experimentaba.
—¡Pobre, se nota que te ha
dado una buena reprimenda!
Peter sonrió y dejó su raído
sombrero encima de la barandilla del porche.
—Me ha dicho que éste es el
día más feliz de su vida.
—Me alegro de que alguien se
sienta así —contestó Lali con picardía—. En cuanto a mí, si llego a saber cómo
sería el día de hoy, me habría quedado en la cama.
Peter enderezó la espalda y
realizó una mueca de dolor.
—Pues yo me siento como si me
hubiera arrollado una manada.
—¿Cómo te atreves a quejarte?
Tú eres el culpable de todo lo que ha sucedido. Primero la pelea, después el
beso...
—Por favor, cariño, ya he
escuchado la opinión de tu madre sobre este asunto durante más de una hora.
—Entonces, ¿qué quieres que te
diga? ¿Qué has aguantado el castigo como un hombre? ¡Bravo!
—Estás muy peleona esta noche
—comentó Peter mientras se dirigía a un extremo del porche y apoyaba una mano
en la barandilla—. ¡Eh, Watts! —exclamó en la oscuridad.
El vaquero que estaba
vigilando la zona le contestó con voz apagada.
—¿Sí, Peter?
—¿Por qué no te vas a vigilar
la parte trasera durante un rato?
Se oyó una risita ahogada.
—Esto mismo estaba planeando
hacer.
—¡Vamos, ve para allá!
Lali escudriñó las sombras y,
aunque sólo vislumbró vagamente su fornido contorno, siguió con la vista la
figura de Watts hasta que desapareció por la esquina de la casa. Cuando el
sonido de sus pasos se desvaneció en la lejanía, Lali contempló a Peter con el
ceño algo fruncido. Entonces se acordó de la noche en la que, después de
descubrir que su hermana era una prostituta, Watts lloró, completamente
borracho, en el hombro de Peter.
—¿Su hermana todavía trabaja
en aquel salón de baile? —preguntó Lali.
Peter se encogió de hombros.
—Por lo que yo sé, sí.
—¿No ibas a ofrecerle dinero
para que la sacara de allí?
—No conseguí que lo aceptara.
—Quizás es demasiado orgulloso
—reflexionó ella en voz alta—. ¿Y si le ofrecieras más trabajo y le pagaras...?
—Ya lo he intentado, pero no,
no quiere trabajar más. Creo que todo el mundo ha aceptado la idea de que su
hermana es una prostituta, cariño. Ahora deja de intentar solucionar los
problemas de los demás y, para variar, preocúpate por mí.
—¡Preocuparme por ti es lo
único que he hecho últimamente! —Lali apoyó las manos en las caderas. Peter se
acercaba a ella con paso lento pero decidido. Lali había tenido un día horrible
por causa de él y había llegado el momento de poner cada cosa en su sitio—. No
avances más. —Peter se detuvo a unos metros de Lali y arqueó una ceja de una
forma inquisitiva—. No pienso permitir que te acerques a mí, Peter Lanzani. Te
has portado muy mal conmigo durante toda la semana. Te has mostrado brusco,
malhumorado..., me has ignorado e insultado.
—He tenido una semana de mil
demonios. Te deseaba tanto que no veía con claridad y he tenido el suficiente
trabajo y preocupaciones como para hacer renegar a un santo.
—¿Y crees que ha sido más
fácil para mí? ¿Cómo crees que me sentí cuando los vi pelearse a Benjamín y a
ti en mitad de la calle como un oso y un toro? Lo único que consiguieron fue
empeorar la situación entre nosotros y los Amadeo.
Peter frunció el ceño y su
buen humor desapareció.
—No pude evitarlo. Cuando lo
vi mirarte de aquella forma. ¡Parecía que, para él, fueras la única mujer de
Tejas! Y cuando te tocó...
—¡Por todos los santos, no
creo que fuera a violarme en medio de la calle! Prácticamente todo el pueblo
estaba allí.
—Él actuaba como si te
poseyera —declaró Peter malhumorado mientras cruzaba los brazos sobre su pecho,
apoyaba el peso en una pierna y doblaba la otra en una postura típicamente
masculina—. Actúa como si tuviera algún derecho sobre ti, Lali. ¿Por qué será?
Había un destello de celos en
su mirada.
—¿Qué me estás preguntando?
—Te pregunto hasta dónde
llegaste con él.
A Lali le sorprendió su
brusquedad.
—¿Cuando cortejábamos?
—Sí.
—¡Santo cielo, no esperarás
que conteste semejante pregunta!
Peter no respondió, pero
sostuvo su mirada con obstinación.
—Sí que lo esperas —declaró Lali
con lentitud—. Después de todo lo que tú y yo... ¡Nunca habría esperado de ti
algo como esto! ¿Hasta dónde crees tú que llegamos? Ya sabes que eres el
primero y el único hombre con el que he hecho el amor. ¿Esto no es suficiente
para satisfacer tu querido ego? Pues, si no es así, lo siento, porque no pienso
contarte los detalles íntimos de mis relaciones con otros hombres. No a menos
que tú estés dispuesto a contarme lo que has hecho con otras mujeres.
—No es lo mismo.
—No... —empezó a repetir Lali,
pero se interrumpió asombrada. A veces se olvidaba de que, aunque Peter era
menos machista que el resto de los hombres de aquella época, también tenía sus
momentos machistas. De repente, sintió deseos de echarse a reír—. ¿Por qué no
es lo mismo? —preguntó—. Si tú tienes derecho a conocer mis experiencias
pasadas, yo tengo derecho a conocer las tuyas.
—En estas cosas no somos
iguales. Se supone que un hombre debe tener experiencia y una mujer...
—¿Una mujer se supone que debe
ser ignorante? Perdona, había olvidado que hay unas reglas para ti y otras para
mí.
—No estoy hablando de reglas.
—Ah, ¿no? Se supone que tú
debes tener experiencia y yo no. Pues bien, yo me alegro mucho de que tú hayas
sido mi primera experiencia. ¿No crees que a mí también me habría gustado ser
tu primera experiencia?
Peter se quedó atónito, como
si aquella idea no se le hubiera ocurrido nunca antes.
—Tienes el don de tergiversar
las cosas.
—A veces no tengo más remedio,
porque tú no siempre eres justo conmigo.
Peter torció la boca y maldijo
en voz baja.
—Mira, siento haber iniciado
esto. No sé por qué te he preguntado nada acerca de ese idiota. Es sólo que no
soporto la idea de que estés cerca de él.
—No puedo cambiar el hecho de
que me gustara, pero nunca sentí por él lo que siento por ti. Tú lo sabes.
Peter se encogió de hombros y
bajó la mirada al suelo.
Lali suspiró.
—Deja que te cuente algo. Yo
odio pensar que has estado con otras mujeres. Desearía poder borrarlas de tu
memoria. Desearía que no hubieras estado con nadie salvo conmigo, pero no puedo
hacer nada para cambiarlo, ¿no? ¿No ves que resulta inútil preocuparse por algo
que uno no puede controlar?
Peter levantó la mirada hacia
ella. Sus ojos verdes brillaban de una forma intensa en la oscuridad. Peter se
acercó a ella poco a poco y ella se vio obligada a retroceder hasta la pared de
la casa. Cuando no quedaba espacio entre la espalda de Lali y la pared, Peter
apoyó en ésta las manos a ambos lados de la cabeza de Lali. Ella volvió el
rostro a un lado mientras sentía la presión del cuerpo de Peter contra el de
ella y el roce de su aliento en su mejilla. ¡Santo cielo, nunca podía
permanecer mucho tiempo enfadada con él!
—Nunca dije que fuera de trato
fácil —dijo Peter.
—No era preciso que lo
dijeras, yo ya lo sabía.
Peter cerró los ojos y besó el
mechón de pelo ondulado que había caído sobre la sien de Lali. A continuación,
rozó con sus labios la suave piel de su párpado inferior y los deslizó a lo
largo de su ceja. Lali notó el roce de su lengua sobre el pelo lacio y suave de
su ceja y levantó la barbilla buscando su boca. Peter la besó con lentitud e
intensidad y ella exhaló un suspiro leve. Sin pronunciar una palabra, se
apretaron el uno contra el otro, abrazándose con fiereza y ansiedad, y
prolongaron su beso hasta que Peter profirió un sonido de contrariedad y
levantó la cabeza.
—No podré parar —declaró
mientras respiraba con pesadez.
—Peter, ¿cuándo podremos...?
—Ojalá lo supiera. —Peter
parecía afligido—. Esta noche no podré ir a verte. Después del jaleo de esta
tarde, nadie dormirá profundamente.
—¿Qué sucederá entre nosotros
y los Amadeo? —murmuró Lali mientras se acurrucaba más en los brazos de Peter—.
Odio que las cosas hayan llegado tan lejos.
—Tendremos que tomarnos las
cosas como vengan. No permitiré que mi temperamento se me escape de las manos
otra vez. Todo me resultará más fácil ahora que nuestro compromiso es público.
—¡Tienes tantas
responsabilidades! Desearía hacer algo para que todo te resultara más fácil.
—Estaré bien. —Peter dejó escapar
un gemido y apoyó la barbilla en la cabeza de Lali—. ¡Si al menos no te
quisiera tanto! Ni siquiera puedo mirarte a través de la mesa sin que me ocurra
esto.
Peter presionó sus caderas
contra las de Lali y ella apretó su acalorado rostro contra el cuello de él
mientras su corazón se aceleraba.
—A mí me resulta igual de
difícil.
—Para los hombres es distinto,
cariño. Créeme.
—Lo siento —murmuró ella con
una sonrisa.
—¡Lali! —se oyó la voz de Emilia
en el interior de la casa, lo cual constituía una señal de que habían pasado
demasiado tiempo a solas en el porche.
—¡Enseguida voy, mamá! —Lali
se separó de Peter, pues sabía que tenía que irse, pero enseguida echó de menos
el calor de su cuerpo. Con un movimiento repentino, lo abrazó con fuerza—. ¡No
puedo separarme de ti!
—Lali —murmuró él apretándola
contra su pecho. Lali se pegó a él hasta sentir dolor, pues necesitaba saber
que la pasión del amor de Peter era tan intensa como la de ella—, te quiero
todos los minutos del día. Echo de menos estar contigo y querría abrazarte
durante horas. —Peter le mordisqueó con cuidado el lóbulo de la oreja y hundió
el rostro en el pelo de Lali—. Un beso más y, después, entra en la casa.
Lali le ofreció, temblando,
sus labios, y aunque al principio el beso fue tierno, al final fue ardiente y
apasionado.
—Ahora vete —declaró Peter,
aunque su corazón ansiaba pasar unos minutos más con ella.
—No te muestres distante
conmigo mañana —susurró Lali—. Cuando hay otras personas a nuestro alrededor,
no me miras como si me amaras.
—Antes no me lo permitías,
¿recuerdas? No fue idea mía mantener nuestra relación en secreto.
—No estaba segura acerca de lo
que sentía por ti —admitió Lali—. ¿Y tú?
—Yo nunca albergué ninguna
duda. Hace tiempo que sé lo que siento por ti.
Lali se sintió abrumada al
saber lo mucho que él la quería. No le resultaba difícil recordar los días en
que no tenía a nadie salvo a Alelí. Y también recordaba la noche lluviosa
cuando incluso Alelí le fue arrebatada. Ahora tenía más de lo que había soñado
nunca.
Sin embargo, los recuerdos de Mariana
se iban deslizando por su mente como una sombra, oscuros, indistintos e
ineludibles. Durante el resto de su vida tendría que lidiar con esos recuerdos,
aunque en el fondo de su mente siempre recordaría quién había sido antes. ¿Qué
había ocurrido para que fuera como era antes? ¿Cómo podía una hija conspirar
contra su propio padre?
De repente oyó el eco de algo
que Candela le dijo en una ocasión: «Durante un tiempo creí que papá te había
malcriado tanto que te habías vuelto mala.»
«Esto es lo que ocurrió —pensó
Lali con vergüenza y desesperación—. Me había vuelto mala.»
¿Había alguna manera de
compensar lo que había hecho? La culpabilidad se convirtió en un dolor tangible
en su pecho.
—No te merezco —murmuró Lali.
Peter realizó una mueca.
—¿Por qué demonios dices esto?
—En el pasado he hecho cosas
terribles, cosas que ni siquiera puedo contarte. No soy ni la mitad de buena o
amable de lo que debería ser y...
—Yo nunca he esperado que
fueras una santa, Lali. Y en cuanto a lo de no merecerme, de todas las personas
que... —Peter se interrumpió y sonrió de una forma burlona—. Digamos,
simplemente, que es más probable que yo no te merezca a ti. Es posible que yo
sea el castigo a tus pecados y casarte conmigo será tu penitencia. ¿Alguna vez has
pensado en esta posibilidad? Ahora dame otro beso y vete, si no no podré
dejarte ir.
Medio enojada por la actitud
desinteresada de Peter hacia su sentimiento de culpabilidad, Lali le ofreció la
mejilla en lugar de los labios. ¡Ella intentaba sincerarse con él y él se
tomaba a la ligera sus preocupaciones!
Peter rió con suavidad
mientras la besaba en la mejilla.
—¿A qué viene este cambio
repentino de temperatura? Hace sólo un minuto tu actitud hacia mí era muy
cálida.
—Intentaba contarte mis
defectos y tú...
—Tus defectos no me importan
en absoluto. Los que conozco no me molestan y el resto los descubriré pronto.
—Intento advertirte de...
—¿De que no eres lo que
pareces en la superficie? —Peter sonrió, apoyó las manos en la cintura de Lali
y la atrajo hacia él—. Esto ya lo sé, y también sé unas cuantas cosas más. En
ocasiones, te gusta portarte mal. Esto puede constituir uno de tus defectos, Lali,
pero da la casualidad de que me complace mucho. Y ahí va otro: en la cama eres
una de las mujeres más lujuriosas que he conocido nunca.
—¡Peter! —exclamó Lali
sonrojándose.
—Pero da la casualidad de que
esto también me gusta. ¿Quieres que siga o has comprendido mi punto de vista?
Lali empujó con fuerza su
pecho para liberarse de su abrazo.
—Eres ordinario y...
—¡Lali! —se oyó otra vez la
voz de Emilia. Esta vez con más insistencia que antes—. ¡Ya es hora de que
entres! ¡Ahora!
—Ya la has oído —declaró Lali
con impaciencia—. Suéltame o los dos tendremos problemas.
Peter sonrió y le besó la
punta de la nariz.
—Esto no se parece en nada al
«No puedo separarme de ti» de antes —declaró, y la observó con ojos
resplandecientes mientras ella entraba en la casa.
Continuará...
+10 :)!
Mas tiernos
ResponderEliminarEmilia-.-
Watts me suena mala espina :|
ResponderEliminarJajajaj y gas?? Ya no hablo con el por toda la pelea Jajajaj y que lindos pero bueno sigue en plan la muerte de nico :?
ResponderEliminarLe va a decir???
ResponderEliminar@x_ferreyra7
Me encantaaa!!
ResponderEliminarJajajjaja,Peter aguantando el chaparrón d Emilia
ResponderEliminarJajaja con sus peleas! Jajajaja
ResponderEliminar+++++++++++++++
ResponderEliminar8
ResponderEliminarTe leemosss tambien en ITALIA.
ResponderEliminarMas massa!
Lindoo mas!!
ResponderEliminarmaaaaas
ResponderEliminarBenjamín está obsesionado con Mariana
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