Después de arreglarse lo mejor
que pudo, Lali habló en privado con Emilia y alegó padecer de dolor de cabeza
para poder saltarse el resto de la noche. En aquel momento no podía estar con
nadie, pues los pensamientos se arremolinaban en su mente y se sentía muy
confusa. Lali se fue a la cama temprano, se tumbó boca abajo, apretujó la
almohada entre sus brazos y contempló con mirada perdida la pared. La casa de
los Fanin era confortable, pero no tan elegante como la de Sunrise. Las
habitaciones eran pequeñas, el mobiliario sencillo y los colchones tenían
bultos y olían a humedad. Alelí dormía en una cama que había pegada a la pared.
Compartían el dormitorio y Candela y Agustín ocupaban la habitación contigua.
Lali no quería pensar en lo
que había ocurrido aquella tarde, pero no podía olvidarlo ni apartarlo de su
mente. Seguía oyendo la voz de Benjamín y lo que había dicho acerca de Nicolás:
«Últimamente, tu padre se da muchos humos. No tiene ningún derecho a mantenerte
alejada de mí. Pero no te preocupes, esta situación no durará mucho.»
¿Qué había querido decir con
aquello?
—La amenaza de un niño pequeño
—murmuró Lali—. Un niño frustrado que no consigue lo que quiere. Sólo puede ser
esto.
Lali suspiró, se frotó la
frente y presionó sus sienes con las yemas de sus dedos. A continuación cerró
los ojos, pero su mente siguió divagando. Poco a poco, la oscuridad que había
detrás de sus párpados se volvió más y más profunda y el eco de una voz grave volvió
a atormentarla.
«Mariana, no te contengas
conmigo. No te haré daño.» Una boca cálida se deslizó por su piel y un cuerpo
fuerte encajó con el suyo prometiéndole el éxtasis. «Nadie te conocerá como yo
voy a conocerte, Lali. Puedes mantener a los demás a distancia, pero a mí me
dejarás entrar.»
Lali se estremeció, inhaló
aire y se sentó en la cama con el corazón galopante.
—¡Para ya! —murmuró con voz
tensa.
«¡Para ya!»
Peter era su enemigo y ella no
permitiría que matara a Nicolás. No podía permitir que derribara sus defensas. Nicolás
era su padre, su verdadero padre, y ahora su vida era responsabilidad de ella.
Ya era hora de que empezara a hacer algo en este sentido.
Tenía que advertir a Nicolás.
De algún modo, encontraría la manera de hacerlo. Lali se levantó y paseó de un
extremo a otro de la habitación mientras su camisón ondeaba detrás de ella.
Intentó imaginarse a Peter planeando matar a Nicolás, esperando hasta que
firmara el nuevo testamento y subiendo a hurtadillas a su dormitorio para cometer
el asesinato. En realidad, se trataba de un plan demasiado lógico y obvio, lo
cual hizo reflexionar a Lali. Peter tenía que saber que él sería el principal
sospechoso. Sin duda era demasiado perspicaz para no darse cuenta.
Por otro lado, estaban los Amadeo,
quienes odiaban a Nicolás. Muchos rancheros querrían ponerle las manos encima
al rancho Sunrise, derribar las vallas y apoderarse de sus reses y utilizar su
agua. De hecho, todos los rancheros de aquella zona querrían hacerlo, pero,
sobretodo, los dueños del Double Bar. Quizá los Amadeo estaban implicados en el
asesinato.
Lali volvió a recordar las
palabras de Benjamín y se detuvo de una forma repentina. «Últimamente, tu padre
se da muchos humos... Pero no te preocupes, esta situación no durará mucho.»
Aquello constituía una amenaza, simple y llanamente. Lali no albergaba ninguna
duda respecto a que Benjamín y Big George querían librarse de Nicolás tanto
como podía desearlo Peter. ¿Lo estarían planeando juntos?
—No. —Lali sacudió la cabeza
confusa—. Peter odia a los Amadeo. Él nunca planearía algo con ellos. Además,
quiere a Nicolás. Él no lo mataría, no puedo creer que él haría algo así.
Lali no quería creerlo. Sin
embargo, el asesino era alguien del rancho, alguien que conocía los horarios de
sueño de Nicolás, cuál era su dormitorio y cómo llegar hasta él. Alguien que no
tenía que esquivar a los vigilantes que protegían el contorno del rancho. Tenía
que ser Peter, sobre todo porque, según se había desarrollado la historia, huyó
de la ciudad después del asesinato y nunca regresó.
—¡Oh, Peter, no fuiste tú! ¡Tú
no!
Lali se apoyó en la pared y se
mordió el labio.
Aquellas manos fuertes
acariciándola con suavidad, despertando puro fuego en su interior... «Quiero
que recuerdes esto. Recuérdalo cada vez que pienses en mí.»
—¿Por qué me sucede esto? —se
preguntó Lali angustiada—. ¿Qué he hecho para tener que pasar por esto? Todavía
soy Lali, pero también soy Mariana. Recuerdo cosas de dos vidas distintas y no
sé quién soy en realidad.
Lali vio que la pequeña figura
que dormía en la otra cama y que parecía un mero bulto debajo de la sábana, se
agitaba. Alelí se había despertado.
—¿Tía Mariana? —preguntó Alelí
con voz somnolienta.
—¿Sí, Alelí?
Lali se acercó a ella con
lentitud mientras intentaba serenarse.
En 1930, Alelí le dijo que su
tía Mariana era materialista, intrigante y egoísta, y acordarse de ella la
inquietó. ¿Por qué? ¿Qué había visto u oído Alelí para que se sintiera de
aquella manera?
La Alelí niña bostezó y se
volvió hacia ella con los párpados entrecerrados.
—¿Por qué estás caminando por
la habitación?
—Siento haberte despertado. No
podía dormir, estaba pensando en miles de cosas y tuve que levantarme.
—¿En qué estabas pensando?
—En una persona.
—Antes vi que te ibas con Benjamín
Amadeo —declaró Alelí, y de sus ojos desapareció todo rastro de somnolencia—.
Estabas pensando en él, ¿no?
—Así que me viste con...,
pero... creí que todos los niños estaban jugando en el corral.
—Yo volví pronto a la casa.
Les estaba siguiendo a ti y a mamá cuando tú te paraste y te fuiste a
escondidas con Benjamín Amadeo. Mamá me dijo que no se lo contara a nadie,
porque si el abuelo se enteraba se enfadaría contigo.
—Es verdad —contestó Lali
compungida—. Preferiría que no se lo contaras a nadie. ¿Por qué arrugas la
nariz de este modo?
—¿Por qué te fuiste a
escondidas con Benjamín?
—Tenía que hablar con él, Alelí.
Alelí volvió a arrugar la
nariz, como si hubiera olido algo desagradable.
—¡Ah!
—¿Qué ocurre? ¿Benjamín no te
gusta? ¿Por qué?
—Me dijiste que no se lo
dijera a nadie.
—¡Oh, yo...! —Lali se
interrumpió y miró a Alelí con curiosidad—. No recuerdo habértelo dicho, Alelí.
—Dijiste que era nuestro
secreto.
Lali tuvo que hacer acopio de
toda su paciencia para no sonsacarle a Alelí aquel secreto. Lali sonrió, se
sentó en el borde de la cama y mantuvo la voz suave.
—Bueno, si no me refrescas la
memoria, no podré volver a dormirme. ¿Cómo puedo haberme olvidado? Cuéntame
cuál es nuestro secreto.
—Tía Mariana, estoy cansada...
—Cuéntamelo y así las dos
podremos volver a dormir.
—¿No te acuerdas? Yo estaba
escondida debajo del porche y Benjamín y tú estaban hablando en el balancín.
—¿Era por la mañana o por la
tarde?
—Por la tarde.
—¿Hace mucho tiempo o poco?
—Poco —contestó Alelí con
solemnidad.
—¿De qué estábamos hablando?
—Hablaban muy bajito y tú le
contabas a Benjamín cosas sobre el abuelo, sobre Peter y...
—¿Y qué?
—Y un testamento. El
testamento del abuelo. Yo hice un ruido y tú te enfadaste mucho cuando me
viste. ¿No te acuerdas?
—Quizás... Un poco.
Lali cerró los ojos. Se sentía
mareada. ¡El testamento de Nicolás!! Y un recuerdo acudió a su memoria: «Bajó
las escaleras del porche a toda prisa, cogió a la asustada y paralizada niña
por los hombros y oyó su propia voz, suave, terrible y llena de furia contenida:
“¿Qué has oído? ¿Qué has oído? —A continuación, su voz se volvió amable,
zalamera y maliciosa—: No llores, Alelí, he decidido que ya eres una niña mayor
y que ya puedes compartir los secretos de los mayores. Lo que has oído será
nuestro secreto, Alelí, y no podrás contárselo a nadie.”»
Esto era todo lo que Lali
podía recordar.
—¿Qué decía yo acerca del
abuelo y Peter? —Alelí volvió la cabeza hacia la pared.
—No quiero hablar de esto.
Lali se inclinó con lentitud y
besó a Alelí en la frente.
—Siento haberte asustado
cuando me enfadé aquel día.
—Está bien, tía Mariana.
¿Todavía es nuestro secreto?
—Sí, por favor, Alelí
—contestó Lali con voz débil—. Que tengas dulces sueños.
La niña se volvió, acomodó la
cabeza en la almohada y suspiró. Lali, con las rodillas flaqueantes, se dirigió
a su cama y se sentó.
«¿Por qué le hablaría a Benjamín
acerca del testamento? No tenía ninguna razón para hacerlo. A menos que... A
menos que estuviera tramando algo con Benjamín. ¡Oh, no es posible que tramara
algo! No en relación con el testamento. ¡Esto significaría que...!»
La sospecha se extendió por su
cuerpo como un veneno. Lali intentó negarlo con todas sus fuerzas.
«Yo era..., soy la hija de Nicolás.
Fuera como fuera antes, no haría nada para herirlo. ¡Yo sé que no lo haría!»
—¡Dios mío, qué está pasando!
—exclamó con la boca seca. ¿Qué tipo de persona era antes?
Una intrigante... Y quizás
algo mucho peor.
Continuará...
+10 :o
Massssss :)
ResponderEliminarElla le contó a B,d Peter y Nicolás.
ResponderEliminarJodeme O_O
ResponderEliminarmaaaaas
ResponderEliminarSerá que cuando Mariana se le insinuó a Peter consiguió el botón de él para inculparlo o capaz desde ahí le tiene odio a Peter x no caer rendido a sus pies y x eso lo inculpa.
ResponderEliminarMaas porfa
ResponderEliminarAlelí escuchó todo ,pero lo k le contó d mayor.....sería influenciada x los recuerdos
ResponderEliminark le contaría Mariana.
Lali está más k sorprendida...y yo ni te cuento,jajjaja
ResponderEliminarQuiero más.
ResponderEliminarA ser posible prontito,ya k es temprano.
Subí otro!!!!
ResponderEliminarlo sabía! Maaaaaaaaaaaaaaaaáaaaas
ResponderEliminarAa subí maaass
ResponderEliminar@x_ferreyra7
:o guauu fue Benjamin teniendo como complice a Mariana, ahora las cosas pueden dar un giro a la historia interviniendo Lali
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