El
siguiente plato consistía en una pequeña porción de brotes de helecho. Después
de blanquearlos en agua caliente hasta que se habían vuelto de un color verde
intenso, los había metido en una vinagreta tibia de mantequilla, limón y sal.
Luego había espolvoreado nueces por encima y escamas de queso parmesano. Los
comensales profirieron en exclamaciones de admiración por la ensalada,
saboreando los sabores. Phyllis y Mery se rieron juntas de los esfuerzos que
hacían para arañar hasta el último resto del plato. La mirada de Lali se posó
en Peter, como si saboreara su evidente placer por la comida.
Solo
James parecía insensible. Dejó el tenedor en el plato cuando solo se había
comido la mitad de la ensalada, contrariado. Se llevó la copa de vino tinto a
los labios y tomó un gran sorbo.
—¿No
vas a terminártela? —le preguntó Phyllis, incrédula.
—Me
da igual —dijo.
—Entonces
te ayudaré. —Phillis se inclinó hacia el plato de James y se puso a pinchar con
el tenedor los brotes que había dejado, entusiasmada.
Lali,
que acababa de empezar a comerse su ensalada, miró a su padre inquieta.
—¿Te
traigo otra cosa, papá? ¿Un plato de brotes tiernos de ensalada?
Él
sacudió la cabeza, con pinta de pasajero de avión en el aeropuerto esperando su
tarjeta de embarque.
La
exaltada interpretación de Billie Holiday de I’m Gonna Lock My Heart And Throw Away The Key alegraba la mesa. Mery
y Lali no tardaron en traer cuencos individuales de mejillones humeantes
aromatizados con vino blanco, azafrán, mantequilla y perejil. Los comensales
cogían las oscuras conchas con los dedos y usaban un tenedor pequeñito para
pinchar su delicioso contenido. En la mesa había cuencos vacíos donde dejar las
conchas vacías.
—¡Dios
mío, Lali! —exclamó Mery en cuanto hubo probado el primer mejillón—. Esta
salsa... Sería capaz de bebérmela.
Un
humor relajado y jovial se esparció por la habitación, acompañado por el
cliqueteo de las conchas. Era un plato que requería actividad, implicación,
conversación. El caldo era obscenamente bueno, un elixir sabroso que dejaba una
sensación exquisita y como de trufa en la boca. Peter estuvo a punto de pedir
una cuchara, porque había decidido que nada en el mundo le impediría devolver
el cuenco hasta que no se hubiera tomado hasta la última gota. Sin embargo,
estaban pasando panecillos caseros, crujientes por fuera y suaves y esponjosos
por dentro. Los comensales cortaban el pan con los dedos y usaban los trozos
para embeber el caldo.
La
conversación derivó hacia el viaje de media jornada para ver las ballenas que
Phyllis y James habían organizado para la mañana siguiente y hablaron también
de una granja de alpacas que Phyllis quería visitar.
—¿Has
tratado alguna vez una alpaca? —le preguntó Lali a Phyllis.
—No,
casi todos mis pacientes son perros, gatos o caballos. —Sonrió recordando algo
y añadió—: Una vez diagnostiqué sinusitis a un conejillo de Indias.
—¿Cuál
es el caso más raro que has visto? —le preguntó Mery.
Phyllis
sonrió.
—Este
es uno peliagudo. He visto un montón de rarezas, pero hace poco un hombre y una
mujer me trajeron a su perro, que tenía problemas estomacales. Los rayos X
revelaron una misteriosa obstrucción, que retiré con una cámara endoscópica.
Resultaron ser unas bragas de encaje rojo, que metí en una bolsa de plástico y
entregué a la mujer.
—¡Qué
situación tan embarazosa! —exclamó Elena.
—Eso
no fue todo —dijo Phyllis—. La mujer echó un vistazo a las bragas, le pegó con
el bolso al hombre y se marchó hecha una furia del despacho... porque la prenda
no era suya. El hombre tuvo que pagar la factura por un perro que acababa de
poner en evidencia su engaño.
Celebraron
la anécdota con una sonora carcajada.
Llenaron
de nuevo las copas y trajeron cuencos para lavarse las manos llenos de agua y
pétalos de rosa. Se lavaron los dedos y se secaron con servilletas limpias. A
continuación se sirvió un sorbete de limón para limpiar el paladar en limones
helados convertidos en copitas. El sorbete estaba espolvoreado de menta y
cáscara de limón.
Cuando
Lali y Mery se fueron a la cocina a buscar el siguiente plato, Phyllis exclamó:
—En
mi vida había comido unos platos así. Es toda una experiencia.
James
puso mala cara. Inexplicablemente, se había ido poniendo más serio y triste a
cada minuto que pasaba.
—No
seas exagerada.
—¡Por
Dios, James! —dijo Elena—. Tiene razón. Es toda una experiencia.
Él
refunfuñó algo entre dientes y se sirvió más vino.
Lali
y Mery volvieron con platos de codornices al horno con la piel crujiente,
adobadas con sal y miel. Las aves llevaban una guarnición de quenelles, unas croquetitas de delicada
masa con rebozuelo y bulbo de jacinto.
Peter
ya había comido codorniz otras veces, pero no como aquella, realzada con un
penetrante y profundo sabor. La conversación languideció. Caras enrojecidas,
párpados pesados por la saciedad. Sirvieron café y trufas de chocolate caseras,
seguidas de pots de crème y helado de
vainilla con miel. La exquisita emulsión se fundía en la boca y bajaba por la
garganta suavemente, inundando de éxtasis las papilas gustativas.
James
Espósito fue el único que permaneció en silencio mientras los demás exclamaban
su aprobación. Peter no alcanzaba a comprender qué le pasaba a aquel hombre.
Tenía que estar enfermo, no había otra razón posible para que hubiera comido
tan poco.
—¿Estás
bien? Apenas has tocado la comida —le preguntó Phyllis, preocupada, habiendo
llegado por lo visto a la misma conclusión.
Él
no la miró, concentrado en las natillas que tenía delante, con las mejillas
enrojecidas.
—Mi
cena estaba incomible. Todo estaba amargo. —Se levantó y plantó la servilleta
en la mesa, mirando furioso las caras de asombro de todos. Luego se quedó
mirando la cara pálida de Lali—. Si le has puesto algo a mi comida —dijo—,
entonces te has salido con la tuya.
—James
—protestó Phyllis, palideciendo—. He comido de tu plato y la comida era
exactamente igual que la mía. Seguramente tienes mal sabor de boca esta noche.
Él
sacudió la cabeza y se marchó en tromba. Phyllis corrió tras él y se detuvo en
el umbral para darse la vuelta.
—Has
sido magnífico. Lo mejor que he comido en la vida —le dijo con sinceridad a Lali.
Lali
logró esbozar una sonrisa.
—Gracias.
Mery
hizo un gesto de incredulidad cuando Phyllis se hubo marchado.
—Lali,
tu padre está loco. La cena ha sido increíble.
—Lali
ya lo sabe —dijo Elena, mirando a su nieta, que le devolvió la mirada con
resignación.
—Lo
he hecho lo mejor posible —dijo simplemente—, pero eso nunca es bastante para
él. —Se levantó de la mesa y les hizo un gesto para que siguieran sentados—.
Enseguida vuelvo. Voy a preparar más café. —Salió de la biblioteca.
Viendo
que Mery iba a levantarse, Peter le dijo en voz baja:
—Déjame
a mí.
Ella
torció el gesto pero siguió sentada mientras él iba a buscar a Lali.
Peter
no estaba demasiado seguro de lo que le diría a Lali. Llevaba dos horas
observándola servir plato tras plato de magnífica comida a su padre, que no
valoraba ninguno. Comprendía la situación demasiado bien. Por experiencia,
sabía que el amor paterno es un ideal, no una garantía. Algunos padres no
tienen nada que ofrecer a sus hijos y algunos, como James Espósito, culpaban y
castigaban a los suyos por cosas con las que nada tenían que ver.
Lali
estaba ocupada midiendo la dosis de café y echándola en el filtro de la
cafetera. Cuando oyó pasos se volvió. Parecía expectante, curiosamente atenta,
como si esperara algo de él.
—No
me sorprende —dijo—. Sé lo que puedo esperar de mi padre.
—Entonces
¿por qué le has preparado esta cena?
—No
era para él.
Él
puso unos ojos como platos.
—Si
no hubieras aceptado venir esta noche —prosiguió ella—, hubiéramos ido a un
restaurante. Quería cocinar para ti. He ideado cada plato pensando lo que
podría gustarte.
La
frustración y el desconcierto lo invadieron. Tenía la sensación de estar siendo
manipulado de un modo muy sutil, como si le estuvieran envolviendo en una red
de seda. Una mujer no hacía una cosa así simplemente por amabilidad o por
generosidad. Tenía que haber algo, algún motivo oculto que solo descubriría
cuando fuera demasiado tarde.
—¿Por
qué has hecho esto por mí? —le preguntó con brusquedad.
—Si
fuera cantante de ópera, te habría cantado una aria. Si fuera pintora, habría
pintado tu retrato. Pero lo que se me da bien es cocinar.
Seguía
teniendo en la boca el sabor de las natillas: trébol y flores silvestres y
néctar ámbar. Aquel sabor florecía en su lengua y le llenaba la garganta de
dulzura y lo llenaba hasta el punto que habría jurado que el aroma de la miel
le salía por los poros. Sin pretenderlo, se le acercó en dos zancadas y la
cogió por los brazos. Notar su cuerpo, voluptuoso y sedoso, lo enardeció.
Sintió un torbellino, una mezcla volátil de emociones. Habría bastado una
chispa para destruirlo. Estaba tan excitado, tan hambriento de ella... tan
cansado de esforzarse por mantenerse alejado.
—Lali
—le dijo—, esto tiene que acabarse. No quiero que hagas nada por mí. No quiero
que busques modos de complacerme. Ya estoy perdido. Nunca, durante el resto de
mi vida, podré mirar a una mujer sin querer que seas tú. Formas parte de mi
ser. Ni siquiera puedo soñar sin que estés en mi cabeza. Pero no puedo estar
contigo. Hago daño a la gente. Eso es lo que se me da bien a mí.
Cambió
de cara.
—¡Oh!
—exclamó consternada—. Peter, no.
—Te
haré daño —insistió él implacable—. Te convertiré en alguien a quien los dos
odiaremos. —La verdad surgió de lo más hondo de su alma: «No eres nada. No
mereces nada. No tienes nada que ofrecer a nadie excepto dolor.» Saber eso,
creerlo, era la única manera de que el mundo tuviera sentido.
Lali
le sostuvo la mirada y Peter vio la rabia en su rostro. Aquello lo alivió.
Significaba que le pegaría. Significaba que ella estaría a salvo.
Le
acercó la mano a la mejilla, pero con suavidad. Posó con cariño los dedos en su
barbilla, acariciándole el labio inferior con el pulgar como para borrar sus
palabras cortantes como una hoja de afeitar. Él se quedó confuso al darse
cuenta de que la rabia no iba dirigida contra él.
—No
—le susurró—. Lo tergiversas todo. Es a ti a quien han herido. No intentas
protegerme a mí, intentas protegerte a ti.
Peter
le apartó la mano de un manotazo.
—Da
lo mismo a quién demonios intento proteger. La cuestión es que algunas cosas
están demasiado estropeadas para repararlas.
—La
gente no.
—Sobre
todo la gente.
Pasaron
los segundos. El silencio se podía cortar.
—Es
mejor que uno de los dos resulte herido que ni siquiera intentarlo —dijo con
cuidado—. Quieres intentar algo que no sea imposible.
Ella
negó con la cabeza.
—Algo
prometedor.
En
aquel momento Peter la odió por lo que intentaba conseguir, por hacer que
quisiera creerla.
—No
seas estúpida. ¿No entiendes lo que te hará mantener una relación conmigo?
—Ya
tenemos una relación —repuso ella exasperada—. Hace tiempo que la tenemos.
Peter
la agarró, queriendo infundirle un poco de sentido común. Pero en lugar de eso
la acercó a su corazón palpitante, obligándola a ponerse de puntillas. No la
besó, solo la sostuvo, manteniendo la cabeza baja, de manera que notaba el
aliento de ella en la cara.
—Te
deseo —le susurró Lali—, y tú me deseas. Así que llévame a casa y haz algo.
Esta noche.
El
ruido de la puerta de la cocina le hizo dar un respingo, pero no la soltó.
—¡Uy!
—oyó que murmuraba Mery—. Perdón.
Lali
volvió la cara hacia su prima.
—Mery
—le dijo, con notable tranquilidad—, no tienes que llevarnos en coche a Elena y
a mí hasta casa. Peter lo hará.
—¿De
veras? —preguntó Mery recelosa.
Lali
tenía sus ojos cafés de mirada cálida fijos en los suyos, desafiándolo,
suplicándole.
Muy
bien, pues. Había llegado por fin al punto en que ya nada le importaba. Estaba
enfermo de tanto luchar, de necesitar y no tener. Le importaba un bledo todo
menos conseguir lo que deseaba.
Peter
asintió, contra todo lo que su instinto le decía.
Continuará...
+10 :D!!
Más más más :) :)
ResponderEliminarSubí otro!
ResponderEliminarVamos chicas, empiecen a comentar!
ResponderEliminarHay que llegar a 10+
ResponderEliminarNo lo dejes ahí subiiii mas
ResponderEliminarQue se deje de resistir por el amor de diosssss..
ResponderEliminar+++++++
ResponderEliminarQue va a pasar ahora????
ResponderEliminarSubi otro!!!!!
ResponderEliminarMassssssss ♡♡♡
ResponderEliminarTendria que estar estudiando, pero no, espero otro capp!
ResponderEliminarse pone cada vez mejor!!
ResponderEliminar:oo se viene rock mas mas!
ResponderEliminarnooo y ahora que va a psar mass porfas no nos dejes asiii
ResponderEliminaruyy se pone cada vez mejor ! sigue
ResponderEliminarK duros k son James y Peter.
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