—Bueno,
ha sido divertido —dijo el fantasma cuando Peter tomó a la derecha por Spring,
camino de San Juan Valley Road—. ¿Adónde vamos ahora?
—A
casa de Gastón.
—¿Vamos
a vaciar un poco más la buhardilla?
—Entre
otras cosas.
—¿Qué
cosas?
—Quiero
ponerme al día con mi hermano. Llevo tiempo sin hablar con él. ¿Te parece bien?
—le respondió Peter, exasperado por tener que dar explicaciones acerca de todos
y cada uno de sus actos.
—¿Vas
a contarle que harás la reforma de Lali?
—Mery
ya debe habérselo mencionado, pero si no lo ha hecho, pues no, no voy a decirle
nada.
—¿Cómo
es eso? No es que sea un gran secreto.
—El
trato no es todavía firme —dijo Peter lacónicamente—. Puedo echarme atrás.
—No
puedes.
—¡Espera
y verás! —Peter encontraba una perversa satisfacción en irritar al fantasma.
Esperaba
toda clase de protestas y de insultos, pero el fantasma seguía callado cuando
la furgoneta salió del barrio comercial.
Peter
se pasó por Rainshadow Road para ayudar a Gastón a instalar un par de apliques
en forma de farol de carruaje en la pared de la chimenea, que estaba recubierta
de antiguos ladrillos hechos a mano. Mientras trabajaban, un bulldog inglés de
ojos saltones llamado Renfield,
sentado en un almohadón, los observaba desde un rincón con la boca abierta,
babeando. Renfield había sido un
perro de rescate, pero con tantos problemas de salud que nadie lo quería. La
novia de Agustín, Cande, lo había engatusado de algún modo para que lo
adoptara, y aunque Gastón al principio había protestado, al final había cedido.
No
era ninguna sorpresa que Renfield no
prestara atención a la presencia de un fantasma en la habitación.
—Yo
creía que los perros tenían un sexto sentido para detectar seres sobrenaturales
—le había comentado el fantasma a Peter en una ocasión.
—En
un buen día, solo le funcionan bien tres sentidos —le había respondido este.
Mientras
colaboraban en la instalación, era evidente que Gastón estaba relajado y de ese
buen humor en que solo está uno cuando hace poco que ha echado un polvo. Como
había vaticinado el fantasma, Gastón bebía los vientos por Rocio Igarzabal,
aunque estaba decidido a considerar su relación con ella como una de sus
habituales relaciones sin compromisos.
—Me
ha tocado el gordo con esa chica —le contó a Peter—. Es dulce, atractiva,
inteligente y no pone pegas a tener una relación superficial.
Hacía
mucho que Peter no veía a su hermano tan pendiente de una mujer como lo estaba
de Rochi Marinn. Quizá no hubiera estado tan pendiente de ninguna nunca. Gastón
siempre se mantenía a cierta distancia, nunca permitía que sus sentimientos, ni
los de nadie, le pudieran.
—Esta
relación informal... ¿incluye el sexo?
—Incluye
un sexo increíble. Tanto que, una hora después de haberlo hecho, mi cuerpo
sigue diciendo «gracias». Y, al igual que yo, Rochi no va de compromisos.
—Buena
suerte —dijo Peter. Nivelando la base de una lámpara contra el muro, usó una
tiza para marcar la posición de los agujeros.
El
entusiasmo de Gastón decreció visiblemente.
—¿A
qué te refieres?
—El
noventa y nueve por ciento de las mujeres que dicen que no quieren ninguna
clase de compromiso en el fondo lo desean, o por lo menos quieren que tú lo
desees.
—¿Me
estás diciendo que Rochi no está siendo sincera conmigo?
—Puede
que sea peor que eso incluso. Puede que se crea sinceramente capaz de ser un
ave de paso cuando en realidad no está preparada para serlo. En cuyo caso...
—¿Un
ave de paso? ¿Qué demonios es eso?
—Una
mujer con la que no tienes unos lazos fuertes. Te acuestas con ella y luego...
—...
pasas de ella. —Gastón puso mala cara—. No hables así de Rochi. Y la próxima
vez que me preguntes cómo me va la vida, recuérdame que no te lo cuente.
—No
te he preguntado cómo te va la vida. Te he pedido que me pases la broca de
pared.
—Toma.
—Gastón le pasó la broca, enojado.
Peter
se pasó los dos minutos siguientes haciendo agujeros en el muro y aspirando el
polvillo resultante. Gastón sostuvo la base de la lámpara en su lugar mientras
su hermano conectaba los cables, metía tacos tornillos en la base y los clavaba
con el martillo en los tacos. Los apretó con unas cuantas vueltas de llave
inglesa.
—Queda
bien —dijo Gastón—. Déjame a mí el otro.
Peter
asintió y recogió el segundo farolillo para sostenérselo contra la pared.
—Quería
comentarte algo —dijo Gastón con desenfado—. Agustín y Cande han fijado la boda
para mediados de agosto y él acaba de pedirme que sea su padrino. Espero que no
te importe.
—¿Por
qué iba a importarme?
—Bueno,
solo podía pedírselo a uno de los dos y supongo que como soy el hermano
mediano...
—¿Pensabas
que yo quería ser el padrino? —lo interrumpió Peter con una carcajada burlona—.
Tú y Agustín han criado a Luz juntos. Claro que tienes que ser tú el padrino.
Será un milagro si voy a la boda.
—Tienes
que ir —le dijo Gastón, preocupado—. Hazlo por Agus.
—Ya,
pero es que detesto las bodas.
—¿Por
culpa de Darcy?
—Porque
una boda es una ceremonia en la que una virgen simbólica rodeada de mujeres que
llevan unos vestidos espantosos se casa con un novio resacoso acompañado de
amigos a los que llevaba años sin ver pero que van de todos modos. Después hay
una recepción en la que los invitados se pasan dos horas sin otra cosa que
llevarse a la boca que alitas de pollo tibias o esas almendras recubiertas de
Dios sabe qué mientras el DJ intenta lavar el cerebro a todo el mundo para que
baile Electric Slide o Macarena, a lo que acaban por prestarse
algunos idiotas borrachos. Lo único bueno de una boda es la bebida gratis.
—¿Puedes
repetírmelo? —le preguntó Gastón—. Porque podría querer apuntarlo para usarlo
en mi discurso.
El
fantasma, que estaba en un rincón de la habitación, se sentó en el suelo y
apoyó la frente en las rodillas.
Una
vez resuelto el cableado del segundo aplique, Gastón lo fijó a la pared, apretó
los tornillos y se alejó para contemplar en perspectiva su obra.
—Gracias,
Peter. ¿Quieres comer algo? Tengo cosas en la nevera para preparar unos
bocadillos.
Peter
negó con la cabeza.
—Voy
a subir a la buhardilla a hacer un poco de limpieza.
—Ah,
eso me recuerda que... a Luz le encanta esa máquina de escribir antigua que
encontraste. Le he puesto un poco aceite y he retintado la cinta con una
almohadilla para sellos. Se lo está pasando bomba con ella.
—Estupendo
—dijo Peter con indiferencia.
—Sí,
pero aquí está lo interesante: Luz notó que el forro de la funda estaba suelto
y que sobresalía de él la punta de algo; así que tiró y salió un trozo de tela
con una bandera en la que hay varios caracteres chinos, y una carta también.
El
fantasma levantó la cabeza.
—¿Dónde
está? ¿Puedo echarle un vistazo? —preguntó Peter.
Gastón
indicó con un gesto de cabeza el sofá.
—Está
en el cajón de la mesita.
Continuará...
+10 :O!!
Massssss
ResponderEliminarLas cosas se van poniendo cada vez mas interesante :)
ResponderEliminarmassssss
ResponderEliminarJajajja creo que de la persona que la abuela estaba hablando era del fantasma
ResponderEliminarla historia entre la abuela y el fantasma....
ResponderEliminarmas mas mas
ResponderEliminar++++++++
ResponderEliminarmasssss
ResponderEliminar9!!
ResponderEliminar10!!
ResponderEliminarquiero mas
ResponderEliminarsubi otroooooo plissssssssssss
ResponderEliminara quiero mas esta buenisima
ResponderEliminarmassssssssss
ResponderEliminar+++++
ResponderEliminar@x_ferreyra7
Vaya ,parece k Gas también era escéptico,pero con Rochi cambió.
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