Le dieron a Candela suficiente
láudano para que no sintiera dolor, aunque seguía siendo consciente de lo que
ocurría. Los meses pasados, meses llenos de incomodidades, alegría y espera,
estaban llegando a un abrupto final. Lali sabía que el dolor físico de Cande no
se podía comparar con la angustia emocional de saber que estaba perdiendo al
bebé. Agustín tardó casi cuatro horas en encontrar al doctor Haskin, quien
estaba atendiendo a otro paciente, y llevarlo al rancho. Lali sufrió todos y
cada uno de los minutos de aquellas cuatro horas y maldijo en silencio al
doctor por no estar allí.
Emilia estuvo todo el tiempo
sentada junto a la cama de Candela, con actitud tranquila, aunque con expresión
perdida, y contestaba con lentitud a las preguntas que le formulaban o
permanecía en silencio. De una forma instintiva, Candela se volvía a Lali en
busca de ayuda, le apretaba la mano cuando tenía dolores y le pedía que hablara
cuando necesitaba distracción. Lali trabajó sin descanso para mantenerla lo más
cómoda posible. Le secaba el sudor de la cara, reorganizaba el montón de
almohadas cuando le dolía la espalda y le cambiaba las toallas que había
colocado debajo de su pelvis.
Lali sólo era vagamente
consciente de lo que ocurría fuera de la pequeña habitación de Candela. Sabía
que hacía mucho rato que el sheriff había llegado y que Peter lo había
acompañado al dormitorio de Nicolás. Sabía que personas desconocidas subían y
bajaban las escaleras y oía voces masculinas en el exterior conforme los
habitantes del rancho se transmitían la noticia del asesinato de Nicolás Espósito.
Por fin, Stéfano llamó a la
puerta para avisar de la llegada del doctor. Lali, cansada e ignorando las
manchas de sangre de su vestido y su pelo despeinado y recogido con
precipitación en una coleta, bajó las escaleras para recibirlo. Cuando vio al
doctor Haskin dio un brinco de sobresalto. Ella esperaba a un anciano con el
pelo plateado y el rostro y la comisura exterior de los ojos arrugados.
Esperaba a un anciano de hombros delgados y algo encorvado, a un hombre que
arrastraba ligeramente los pies al caminar. Así era el doctor Haskin que ella
conocía de toda la vida.
Sin embargo, el hombre que
estaba frente a ella era joven, fornido, de pelo negro y sólo uno o dos años
mayor que Candela. Sus facciones reflejaban fortaleza y su mirada era clara y
directa, aunque tenía las mismas cejas pobladas que el doctor Haskin que ella
conocía y la misma sonrisa reconfortante. Lali esperaba que le preguntara
acerca de la salud de su tía Alelí, hasta que recordó que Alelí ya no era su
tía.
—Doctor Haskin —balbuceó Lali.
El esbozó una leve sonrisa y
empezaron a subir las escaleras.
—Hacía mucho tiempo que no la
veía, señorita Mariana. Al menos uno o dos años. —«¿Qué tal cincuenta?», quiso
decir Lali, pero se contuvo—. Agustín no me ha contado gran cosa sobre lo que
le ocurre a su hermana —continuó el doctor, y su voz sonó tan calmada que para Lali
constituyó una bendición y deseó llorar de alivio al saber que contaba con
alguien que sabía lo que se tenía que hacer—. ¿Está de parto?
—Ya ha tenido al bebé —soltó Lali—.
Ha nacido muerto, pero la placenta no ha salido.
—¿No ha salido nada o ha
salido algún pedazo?
—Creo que no ha salido nada
—contestó Lali, y al sentir un leve mareo, se agarró con fuerza a la barandilla
de la escalera.
El doctor Haskin apoyó una
mano en su hombro para estabilizarla.
—¿Por qué no se va a descansar
un rato? —sugirió él con amabilidad—. Yo me ocuparé de su hermana.
Si no volvía al dormitorio de Cande,
¿sería como si la abandonara? Lali titubeó y arrugó la frente a causa de la
tortura que experimentaba. No podía volver allí y enfrentarse de nuevo a la
mirada perdida de Emilia y el sufrimiento de Candela. Si no descansaba en un
lugar tranquilo durante unos minutos, se volvería loca.
—Sí, me iré a descansar un
rato —susurró—. Por favor, ocúpese de mi madre también. Estoy preocupada por
ella.
—Lo haré. Y siento lo de su
padre, señorita Mariana.
Lali volvió a bajar las
escaleras con lentitud sin soltarse de la barandilla. Una sensación de
incapacidad e insignificancia se apoderó de ella y, además, se sentía demasiado
cansada para resistirse. Una necesidad creció en su interior, la necesidad
imperiosa de ver a Peter. Él la sostendría en sus brazos y permitiría que ella
se apoyara en él tanto tiempo como fuera preciso.
Sólo él podía convencerla de
que el mundo no se había vuelto loco.
Lali oyó un murmullo de voces
que procedía del despacho de Nicolás. Se acercó con sigilo a la puerta
entreabierta y aguzó el oído cuando oyó que hablaban de Nicolás. Las voces
pertenecían a Peter, a Sam Dary, el sheriff, y a uno o dos hombres más que no
identificó.
—Estoy de acuerdo —decía Peter
con voz cansina—. No utilizó ningún caballo. Fuera quien fuera, iba a pie, y es
probable que todavía...
—Tenemos a un par de hombres
inspeccionando la zona. No puede haber ido lejos —declaró el sheriff con el
típico acento tejano—. A no ser que esté en el barracón. Lo más probable es que
estemos buscando a uno de sus hombres, Peter.
—Los muchachos aseguran que no
han notado que nadie entrara o saliera del barracón en toda la noche. Y muchos
de ellos tienen el sueño ligero.
—Robbie Keir jura que no vio a
quien lo golpeó. ¿Tienes alguna idea?
—No. A mí me golpearon desde
detrás nada más entrar en la casa.
—Esto es un rompecabezas
—murmuró Dary—. Se trata de alguien que conoce el rancho e incluso la casa.
—Es posible que se trate de
alguien que...
—Peter —lo interrumpió Dary
con voz calmada—, ya es hora de hablar en serio. Mis muchachos han encontrado
pruebas en tu cabaña y en el dormitorio del señor Espósito. Y todas apuntan en
la misma dirección.
—¿Y qué dirección es ésa?
—preguntó Peter con voz suave.
—Me parece que estás ocultando
algo, Peter.
—¡Y una mierda! Le he dado
permiso para buscar en todo el maldito rancho, incluidos los barracones y mi
cabaña. Puede usted utilizar sin problemas todas las pruebas que haya
encontrado.
—Entonces, ¿qué tienes que
decir acerca del hecho de que a Nicolás lo hayan estrangulado con una de las
cuerdas de tu guitarra?
—¿Qué? —exclamó Peter atónito.
—Así es, lo han estrangulado
con una cuerda de guitarra que se corresponde con la que falta de la guitarra
que hay en tu cabaña.
Lali ya no lo soportó más y
entró en la habitación. Peter estaba situado frente a un semicírculo formado
por el sheriff y otros dos hombres. Lali se colocó al lado de Peter en dos
zancadas.
—Esto no prueba nada —declaró ella
con vehemencia—. Cualquiera podría haberla cogido de su cabaña. En este rancho
hay mucha gente yendo y viniendo continuamente.
Peter le lanzó una silenciosa
mirada de advertencia. Su expresión era inescrutable, pero su cara se veía pálida,
lo cual constituía el único indicio de hasta qué punto le había afectado
aquella información. Los demás ni se movieron ni hablaron, horrorizados por la
interrupción de Lali y por su osadía al interferir en los asuntos de los
hombres. Sam Dary recobró la compostura y, tras realizar un esfuerzo, le
sonrió.
—Señorita Mariana, sentimos
mucho lo que le ha ocurrido a su padre. Estamos intentando llegar al fondo del
asunto lo antes posible. ¿Por qué no nos deja y no preocupa su cabecita con...?
—Mi cabeza no es pequeña, y
tampoco mi mente. Y tengo un interés justificado en todo esto, dado que es a mi
padre a quien han asesinado y mi prometido a quien intentan...
—Mariana —intervino Peter, y
la cogió del brazo con fuerza, lo cual contradecía el tono amable de su voz—,
el sheriff sólo intenta averiguar la verdad. No tenemos ningún problema con
esto, ¿no es cierto?
—Pero... —empezó ella, y al
ver que los ojos de Peter despedían peligrosos destellos cerró la boca.
—Peter —intervino Dary en un
tono casi de disculpa—, ella no tiene por qué estar aquí. ¿Quieres decirle
que...?
—Ella no constituirá ningún
problema. —Peter miró a Lali de un modo significativo—. De hecho, no
pronunciarás el menor sonido, ¿verdad, cariño?
—No —contestó ella con una
repentina docilidad, pues habría prometido cualquier cosa con tal de que le
permitieran estar allí.
—Continúe —pidió Peter con
tranquilidad mientras se volvía hacia el sheriff—. Actúe como si ella no
estuviera aquí.
—Bien. Esto... Bien... ¡Ah,
sí...!
Dary hurgó en su bolsillo,
sacó una bolsa pequeña, la abrió y vertió su contenido en la palma de su mano. Lali
se acercó y observó el objeto diminuto que había caído de la bolsa. Se trataba
de un botón de camisa peculiar, metálico, de un color gris opaco, y tenía
grabado el dibujo de unos pergaminos.
—Se trata del botón de una de
mis camisas —declaró Peter en voz baja.
—¿Estás seguro? —preguntó
Dary.
—Sí, estoy seguro. Es de una
tiendecita de Chicago en la que encargué que me confeccionaran unas camisas un
par de años atrás.
—Lo encontramos en el suelo,
junto al... —Dary se interrumpió y miró a Lali antes de continuar—... a la
cama. Cuando examinamos tu cabaña, descubrimos que a una de tus camisas le
faltaba un botón y los demás eran iguales a éste.
—Le están tendiendo una trampa
—soltó Lali—. Alguien podría haber arrancado el botón y haberlo dejado junto a
la cama de Nicolás para que pareciera que Peter...
—Lali —la interrumpió Peter, y
a pesar de la gravedad de la situación, su boca esbozó una leve sonrisa.
Aunque Lali había prometido
permanecer en silencio, él nunca albergó la menor duda de que rompería su
promesa.
—Ellos saben que eres
demasiado inteligente para dejar pruebas que te incriminen —insistió Lali—. ¡Y
mucho menos una cuerda de tu guitarra! ¿Y cómo explican el chichón que tienes
en la cabeza? Alguien te golpeó con mucha fuerza. ¿No creerán que te golpeaste
tú mismo? Además, yo oí que alguien salía de la casa justo cuando te encontré
en el suelo. Examinen la parte trasera de la casa, estoy segura de que
encontrarán pisadas y...
—Es posible que tuviera un
socio que se volviera contra él —comentó Dary lacónicamente.
—¡Esto es absurdo! —explotó Lali,
y se disponía a añadir algo más cuando Peter la interrumpió.
—Una palabra más en mi defensa,
cariño, y es probable que me cuelguen del árbol más cercano. ¿Por qué no vas a
preparar algo de café?
—No pienso dejarte solo
—declaró ella con tozudez.
—No es necesario que se vaya
—intervino Dary con una profunda arruga en la frente—. Sólo una pregunta más, Peter.
Si el hombre que asesinó a Nico Espósito era tan silencioso que nadie de la
casa se despertó, ¿cómo es posible que tú supieras que algo iba mal?
Peter lo miró con rostro
inexpresivo.
—Tuve un presentimiento.
Lali se echó a temblar. Quería
gritar y defenderlo: «¡Fui yo! ¡Yo le advertí!»
—¿Puedes probar que estabas en
tu cabaña cuando asesinaron a Nicolás?
—Sí —intervino Lali con
rapidez, pues sabía que Peter no la implicaría aunque de ello dependiera que lo
colgaran o no. Ella era la única que podía proporcionarle una coartada—.
Pregúntemelo a mí. Yo estaba en su cabaña con él. Estuvimos juntos toda la
noche.
Dary se puso colorado y retiró
la vista. Lali continuó mirándolo con determinación mientras ignoraba la dureza
con que Peter la miraba a ella. A Dary parecía faltarle el aire a causa de la
vergüenza que sentía. Al final se dirigió a Peter:
—¿Es eso cierto, Peter?
—Dile la verdad, Peter —añadió
Lali.
Peter cerró sus verdes ojos
con rabia.
—Mantengalo en secreto, si es
posible —declaró mientras realizaba una mueca—. No quiero que su reputación se
vea arrastrada por el barro.
Pero todos sabían que ya era
demasiado tarde para evitarlo. Todos los habitantes del pueblo se sentirían
encantados y escandalizados por la historia. Nicolás Espósito estrangulado en
su propia cama mientras su hija dormía con el capataz. Resultaba imposible que
alguien mantuviera esta información en secreto durante mucho tiempo.
Después de esto, no había
ninguna razón para que el sheriff y sus hombres continuaran allí. Peter los
acompañó a la puerta y regresó al despacho, donde Lali había encontrado una
botella de whisky y un vaso.
—Echa más —declaró Peter, y
ella sonrió sin fuerzas.
—Sólo hay un vaso.
Lali bebió un trago, le tendió
el vaso a Peter y soltó una exclamación cuando el líquido le ardió en la
garganta. Peter se llevó el vaso a los labios y siguió su ejemplo. Después de
unos instantes, Peter suspiró y cerró los ojos.
—Me habría ido bien unas
cuantas horas atrás.
—¿Tú crees que nos servirá de
algo? —preguntó Lali sin ánimos, pero antes de que Peter pudiera responderle,
volvió a coger el vaso.
—¿Cómo está Candela?
Esta vez, Lali bebió un trago
más largo.
—No estoy segura.
—¿Y el bebé?
—Muerto. —Lali contempló con
fijeza el contenido del vaso y lo apretó tanto que sus dedos empalidecieron—.
Se supone que el bebé no tenía que morir —declaró más para sí misma que para
él—. Se supone que tenía que vivir, crecer y, algún día, tener una hija propia.
—Lali, ¿de qué estás hablando?
—Tendría que haberlo salvado
—continuó ella mientras el vaso le temblaba en la mano—. Por esto volví. Por
esto estoy aquí. Pero ¿qué podía hacer para evitarlo? Intenté advertirle.
Intenté cambiar las cosas, pero ha ocurrido de todos modos. Igual que antes...
—Lali —la interrumpió Peter
con voz suave. Cogió el vaso de whisky y lo dejó en el escritorio. A
continuación, acercó el cuerpo de Lali a su cálido y fuerte pecho y la voz de Lali
quedó apagada contra su camisa de algodón—. ¡Chsss! Lo que dices no tiene
sentido.
Ella se relajó contra él
sintiéndose totalmente exhausta.
—¡Estoy tan cansada! —Unas
lágrimas de tristeza surcaron sus mejillas—. ¡Estoy tan cansada, Peter!
—Lo sé —susurró él mientras
arreglaba su despeinado pelo y acariciaba sus doloridos hombros y su espalda—.
Sé por lo que has pasado esta noche. Necesitas dormir.
—¿Y tu cabeza...? No te la han
vendado ni...
—Estoy bien —la tranquilizó él
con rapidez—. No necesitaba ninguna venda.
—No puede haber sucedido otra
vez —dijo ella con voz entrecortada mientras se agarraba a la camisa de Peter—.
Debería haberlo evitado...
—¿Otra vez? ¿De qué estás
hablando? —preguntó Peter perplejo—. ¿De Nico?
—Los Amadeo están detrás de
todo esto. Tú lo sabes.
La expresión de Peter cambió,
se volvió fría, y sus labios se afinaron, aunque Lali no estaba segura de si el
cambio se debía a la rabia o al dolor.
—Todavía no hay pruebas, pero
lo averiguaré.
—Querían eliminaros a los dos,
a ti y a papá. Esta vez te he salvado. Ellos no contaban con que...
—¿Qué quieres decir con «esta
vez»?
Ella ignoró su pregunta. Tenía
la mirada perdida y clavada en la ventana.
—Todavía irán por ti. Benjamín
te odia, y su padre, además del agua, quiere el rancho. Y tú eres lo único que
se interpone en su camino.
Peter la miró de una forma
cortante.
—¿Qué te dijo Benjamín aquel
día en el pueblo? Desde entonces has sospechado que algo así sucedería. ¿Cómo
sabías que había pasado algo antes de que nadie más lo supiera?
Lali cerró los ojos intentando
ocultar un sentimiento repentino de culpabilidad.
—No estaba segura. Llevo mucho
tiempo preocupada por papá, y en la cabaña..., simplemente sentí que algo no
iba bien. No puedo explicarte por qué. Pero no importa..., llegué demasiado
tarde.
Lali se apoyó en Peter sin
mover un solo músculo. En algún lugar de su mente esperaba que él se pusiera
tenso por la sospecha, esperaba que se distanciara de ella aunque sólo fuera
una fracción de centímetro. Pero Peter no se retiró ni delató sus pensamientos
de ninguna forma. Sus dedos se deslizaron por el pelo de Lali acariciando
ligeramente su cuero cabelludo. Aquel suave roce tranquilizó a Lali, sus
párpados se cerraron con pesadez y sus pestañas casi rozaron sus mejillas.
Al sentir que el cuerpo de Lali
se aflojaba, Peter suspiró y secó una lágrima de la mejilla de ella con los
nudillos de su mano.
—Te acompañaré arriba.
Necesitas descansar.
—No podré dormir.
—El doctor Haskin puede darte
un tranquilizante. Te lo has ganado.
—No quiero subir a la planta
de arriba —declaró Lali con voz entrecortada—. No quiero acercarme a la
habitación en la que... No me obligues a hacerlo.
—No lo haré. No lo haré
—murmuró Peter, y al ver que Lali volvía a llorar, buscó un pañuelo.
Peter encontró un pañuelo de
algodón arrugado en el bolsillo trasero de sus tejanos.
—Dormiré en el sofá del salón
con la luz encendida.
—Lo que tú quieras, querida.
—Lo siento. —Lali tragó saliva
y se sonó la nariz con el pañuelo—. Mañana seré fuerte y te ayudaré. ¡Dios mío,
hay tanto que hacer!
—Lo solucionaremos todo.
La mente de Lali saltaba de un
pensamiento a otro de una forma alocada.
—Peter, fue uno de nuestros
hombres...
—Sí, es lo más probable. Pero
si vuelves a mencionarlo me enfadaré. Tal como están las cosas, los rumores y
las acusaciones ya se extenderán solos con la suficiente rapidez. Mañana,
después de interrogar a los muchachos, sabremos algo más.
—¿Los interrogará el sheriff?
—Y yo.
—¿Y qué hay del testamento?
—susurró Lali—. Mi padre no llegó a redactar el nuevo. El abogado del Este no
llegó a tiempo. ¿Qué ocurrirá con el rancho y la familia?
—Nico redactó un testamento
nuevo cuando derribaron la valla por primera vez. Por si ocurría algo antes de
que el abogado llegara. Nico no quería que nadie lo supiera. Agustín y yo
fuimos los testigos.
—¿Lo dejó todo... en tus
manos?
Peter asintió en silencio y
clavó la mirada en la de Lali.
—¿Será válido? —preguntó Lali.
—No está tan bien redactado
como lo habría hecho el abogado, pero sí, creo que será válido.
Lali experimentó una terrible
sensación de ironía. En cualquier caso, la antigua Mariana no se habría salido
con la suya. De todos modos, Peter sería el sucesor de Nicolás. Y los Amadeo
tampoco se saldrían con la suya, porque ella defendería la coartada que había
proporcionado a Peter. Si bien era cierto que el sheriff albergaba sospechas en
contra de Peter, las sospechas no probaban que él había asesinado a Nicolás.
Las únicas pruebas que tenían eran circunstanciales. La cuestión era si los Amadeo
seguirían intentando deshacerse de Peter.
—Tengo miedo por ti —declaró Lali
en voz baja.
Peter esbozó una sonrisa
forzada.
—No te preocupes. No hay
ninguna razón para que te preocupes.
Pero su confianza no calmó los
temores de Lali, pues era como si él no quisiera ver los designios del destino.
Continuará...
+10 :(
Otroooo :)
ResponderEliminarAaay no pobres todo junto les tiene que pasar, que capitulo triste :'(
ResponderEliminar:( :(
ResponderEliminarPobre Lali
ResponderEliminarMe encanta nas
Por favor!!
ResponderEliminar++++++++
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ResponderEliminarSube!!!
ResponderEliminar++++++
ResponderEliminarquiero saber como será la reacción de emilia cuándo se entere q todo apunta a peter y a todo esto lali no nacería porque su mamá no llegó a nacer ? +
ResponderEliminarMassssss
ResponderEliminarsi k lo defendió !!!!
ResponderEliminarmaaaaaasss
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