Lali se levantó al amanecer,
como los demás. No podía permanecer en la cama mientras el olor del desayuno se
deslizaba con sigilo hasta ella por el aire y el sonido de las conversaciones
matutinas llegaba hasta su habitación flotando desde el comedor. Se lavó y se
vistió deprisa. A pesar de la noche larga e intranquila que había pasado se
sentía extrañamente en paz.
¿Había alguna manera de
regresar al Sunrise al que pertenecía? Ella no sabía cómo hacerlo. Ni siquiera
sabía cómo había llegado hasta allí. ¿Qué ocurriría si se quedaba atrapada en
aquel lugar para siempre? Aquella idea le produjo un escalofrío y Lali la
apartó de su mente. No tenía sentido que se preocupara por esta posibilidad,
pues no parecía que pudiera hacer nada al respecto. Si todo aquello no era más
que un sueño, acabaría en algún momento, y si ella se había vuelto loca, lo
mejor era que simulara no estarlo, ante ella misma y ante los demás.
Sin embargo, había una
cuestión práctica en la que sí que podía centrarse. Nicolás Espósito todavía
estaba con vida y era muy posible que ella fuera la única persona que podía
mantenerlo así. Para la familia, así como para el resto de los habitantes de
Sunrise, sería Mariana. Se las ingeniaría para ser quien ellos creían que era.
Desde aquel mismo instante en adelante nadie notaría ningún signo peculiar en
ella y, mientras tanto, descubriría la manera de desenmascarar a Peter e impedir
que asesinara a Nicolás. Según había ocurrido en el pasado, a Nicolás lo
matarían justo después del recuento del ganado del otoño. Ella tenía hasta
entonces para cambiar las cosas.
Lali bajó las escaleras con
paso ligero y esbozó una amplia sonrisa cuando entró en el comedor.
—¡Buenos días! —saludó con
naturalidad, y se sentó al lado de Emilia.
—¿Por qué demonios estás tan
contenta? —preguntó Nicolás con los ojos chispeantes.
—Por nada.
Lali se inclinó a un lado
mientras la sirvienta le servía café.
—Creo que podría tener algo
que ver con Benjamín —declaró Emilia, a quien aquella idea la complacía—. ¿No
es cierto, Mariana?
—Es posible —accedió Lali
mientras echaba azúcar en el café—. Tengo que admitir que Benjamín es súper.
Su afirmación dio lugar a un
silencio rotundo.
—¿Súper?
Lali se dio cuenta de su error
y lo disimuló con rapidez.
—Se trata de una expresión
nueva. —«La oirán dentro de unos cincuenta años»—. Significa agradable,
maravilloso.
Nicolás rió entre dientes.
—No sé por qué la gente joven tiene
que inventarse palabras nuevas. Ya tenemos todas las que necesitamos.
—Porque la gente joven piensa
que siente cosas que nadie ha sentido antes —declaró Candela con sensatez—. Las
palabras nuevas sólo tienen sentido para ellos.
—¿Mariana, hoy te verás de
nuevo con Benjamín?
El rostro de Emilia
resplandeció con un cálido interés maternal.
—Bueno, hablamos acerca de
esta posibilidad.
—Hoy quiero que Mariana venga
conmigo —las interrumpió Nicolás con brusquedad.
Se produjo un breve silencio
en la mesa. Emilia frunció los labios y las cejas con desagrado y declaró:
—Puedes llevarte a Stéfano más
tarde.
—Stéfano estará en el colegio
todo el día —replicó Nicolás con la mandíbula encajada por la determinación—.
Además, Mariana y yo no hemos cabalgado juntos desde hace tiempo. Y ella quiere
venir conmigo, ¿no es verdad, cielo?
Lali asintió con entusiasmo.
—Sí, me parece una buena idea.
—Inspeccionaremos el rancho y
comprobaremos que todo funciona adecuadamente, ¿verdad, cariño?
Ella esbozó una amplia
sonrisa.
—Desde luego.
—Espera. —Los ojos de Peter se
oscurecieron con fastidio—. Lo último que necesitan los hombres es que ella los
vigile mientras trabajan y que opine sobre lo que están haciendo.
Lali se enderezó en la silla y
miró a Peter a los ojos.
—No pienso decirle nada a
nadie.
—No es necesario que digas
nada —replicó él en tono cortante—. Sólo con verte ya se distraerán. —Peter se
volvió hacia Nicolás y su voz sonó más suave y persuasiva—. Hoy tenemos muchas
cosas que hacer y no tenemos tiempo para sus ocurrencias. La mayoría de los
hombres apenas tienen la oportunidad de ver a una mujer, Nico, y, cuando ven
una, se quedan embobados mirándola. Además, tener a una allí mismo, mientras
trabajan, y con la figura de Mariana es pedirles demasiado, ¿no crees?
Lali frunció el ceño y se
preguntó si sus palabras ocultaban un cumplido. Resultaba difícil decirlo con
certeza.
—Me alegro de que tengas un
capataz tan inteligente como para decirnos lo que tenemos que hacer, papá
—declaró Lali con los ojos muy abiertos.
Nico carraspeó con enfado.
—Nadie me dice lo que tengo
que hacer con mi hija, Peter. Y ella vendrá conmigo hoy a inspeccionar el
rancho.
—Desde luego —respondió Peter
con las facciones relajadas y sin mostrar la menor emoción.
Cuando Lali y Nicolás llegaron
al establo, Peter ya se había ido, pues tenía que organizar las tareas que
mantendrían ocupados a los peones durante todo el verano. Los caballos de Lali
y Nicolás ya estaban ensillados y listos para partir. Nicolás intercambió unas
palabras con el vaquero al que le habían asignado los trabajos más típicos de
una granja, como cuidar a las gallinas, recoger los huevos, cosechar la alfalfa
y apilarla.
Preparar la alfalfa no
constituía una tarea fácil. Se requería experiencia para saber cuándo la hierba
estaba madura y el color era el justo, cuánto tiempo tenía que permanecer en el
campo después de la siega y cuándo estaba seca y se podía apilar. En aquel momento,
se estaba secando en los campos y el sol brillante y abrasador de Tejas
cambiaba su color. Nada podía compararse al olor dulce de la alfalfa seca y su
fragancia parecía saturar el aire en kilómetros a la redonda.
Sin embargo, a los vaqueros no
les gustaba realizar aquel trabajo y les parecía que era indigno de ellos. ¡Se
trataba de un trabajo de granjeros, no de vaqueros! Y como estos últimos se
tomaban el pelo los unos a los otros sin piedad, los peones que tenían que
realizar los trabajos de granja eran sometidos a ingeniosas burlas por parte de
sus compañeros.
Mientras Nicolás hablaba con
el peón, Lali se acercó a Jessie por uno de sus costados.
—Buenos días, Jessie. Veo que
hoy no te han puesto esa horrible silla de mujer. Eres una yegua muy bonita, sí
señor. —Jessie volvió la cabeza hacia Lali y levantó las orejas con
expectación—. Hoy no tendremos problemas como ayer —continuó Lali mientras
hundía una mano en el bolsillo y sacaba un terrón de azúcar—. Haremos un trato,
Jessie, ya sabes de qué te estoy hablando, y esto es una prueba de mi buena
voluntad. Si cumples con tu parte del trato, recibirás más dulces por mi parte.
Jessie inclinó la cabeza y
cogió delicadamente el azúcar con los labios mientras miraba a Lali con sus
ojos marrones y recelosos. De repente, se tragó el terrón y empujó a Lali con
el hocico pidiéndole más.
—Estoy convencida de que
seremos buenas amigas —declaró Lali en tono amistoso mientras sacaba otro
terrón de azúcar y se lo alargaba a Jessie. El hocico de Jessie rozó la palma
de la mano de Lali con la suavidad del terciopelo. Lali acarició el cuello de
la yegua y le enseñó el talón de una de sus botas—. ¿Lo ves, Jessie? Sin
espuelas, especialmente para ti.
Jessie no realizó ninguna
señal de protesta cuando Lali introdujo la punta de la bota en el estribo y se
sostuvo en el aire. Después de deslizar la pierna por encima de la silla, Lali
se arregló la falda pantalón y observó a Nicolás con expectación. Él había
acabado su conversación con el peón en aquel mismo instante.
—Estoy preparada.
—Eso parece. —Nicolás montó en
su caballo, un caballo blanco, castrado y de gran tamaño que se llamaba General
Cotton y él y Lali se alejaron de la casa hacia la pradera—. Supongo que te has
dado cuenta de que a tu madre no le ha gustado mucho la idea de que salgamos
juntos a cabalgar —comentó Nicolás con el aspecto de un niño que acaba de
cometer una travesura.
—No sé por qué —contestó Lali
sinceramente extrañada—. ¿Qué puede haber de malo en que inspeccionemos el
rancho juntos?
—Ella siempre ha tenido planes
para ti, Mariana. Siempre ha querido convertirte en algo que no eres. Cuando te
envió a aquella academia en Virginia, para que aprendieras buenas maneras y
poesía y con la esperanza de que atraparas a un abogado o un hombre de negocios
del Este, bueno, yo sabía que no funcionaría. Sabía que tú querrías regresar a
donde perteneces. Stéfano y Candela han salido a tu madre. Ella no nació para
la vida del rancho y, aunque se ha acomodado bastante bien a este tipo de vida,
su corazón siempre ha añorado a la gente del Este. Pero tú has salido a mí, Mariana.
Tú y yo nacimos para esto. —Nicolás señaló, con una mano, las praderas que se
extendían delante de ellos—. Mira a tu alrededor. ¿Cambiarías todo esto por
vivir en un hotel o en una casa de ciudad con uno de esos mojigatos que tu
madre quiere para ti? Tú no deseas un hombre engalanado con ropas de ciudad, un
hombre de manos blandas y piel blanca, un hombre asustado de la suciedad, de
los animales y de todo lo que es natural. La ciudad les arranca la masculinidad.
Los muchachos de aquí son rudos, Mariana, pero son hombres y respetan a las
mujeres. Las respetan demasiado para permitir que ellas lleven los pantalones
en la casa y realicen el trabajo de ellos. Los hombres de aquí saben cómo
cuidar a las mujeres.
Lali lo escuchó con una alarma
creciente. Ella no quería llevar los pantalones en la casa ni mangonear a
ningún hombre. Las pocas veces que había pensado en el matrimonio, había
imaginado que su esposo sería alguien que le permitiría ser su compañera, su
amante y su amiga. ¿Acaso era inútil esperar que algún día encontraría a un
hombre que le permitiera ser su igual?
—Hablemos de otra cosa
—declaró Lali con la frente arrugada. Nicolás, amablemente, le explicó cosas
acerca del funcionamiento del rancho. Los cascos de los caballos chapotearon
cuando atravesaron un riachuelo y produjeron un ruido sordo cuando avanzaron
por el borde de un campo de alfalfa. Una hilera de árboles plantada como
barrera contra el viento limitaba el campo por el otro lado. Y más allá, el
verde lustroso de la alfalfa dejaba paso al marrón verdoso de las auténticas
praderas. Lali se fijó en las copas de los árboles junto a los que pasaban, las
cuales tenían el borde inferior recortado, como si fueran faldas con el
dobladillo demasiado corto.
—¿Por qué han cortado las
hojas más bajas de los árboles?
Nicolás se mostró complacido
por el interés que Lali mostraba.
—Es la marcación de pastoreo,
cariño. Es la altura máxima a la que consigue llegar el ganado cuando ya se ha
comido la hierba del campo y tiene que alimentarse de las hojas de los árboles.
Cuando el ganado se come las hojas de los árboles, significa que el campo está
sobreexplotado. Por esto Peter trasladó a las reses a otros pastos más ricos.
Si no lo hubiera hecho, la hierba sería tan pobre que las reses tendrían que
comerla a ras de tierra para alimentarse.
—¿Cuántas veces podrás cambiar
las reses de prados antes de haber explotado todas tus tierras?
—¿Quedarme sin tierras? —Nicolás
soltó una carcajada—. Tenemos doscientas mil hectáreas y, de momento, no nos
quedaremos sin tierras. Y, aunque así fuera, siempre habrá más tierra en Tejas.
—No sé si Tejas es tan grande
como tú crees. Tarde o temprano la tierra...
—¿Que Tejas no es grande?
Cubre prácticamente todo el país, salvo por un trocito que les hemos cedido a
los otros estados para que se lo repartan entre ellos.
Recorrieron kilómetros y
kilómetros de praderas áridas y pasaron junto a manadas de reses de cuernos
largos que, con la cabeza gacha, pastaban sin prisas. El rostro de Nicolás
resplandecía con una emoción que iba más allá del orgullo mientras contemplaba
a los animales, con sus colas oscilantes y sus cuernos letales.
—Hermosos, ¿no crees?
—La verdad es que hay muchos.
—No está mal para un hombre
que empezó con sólo dos dólares en el bolsillo y el estómago vacío. Un hombre
se siente bien cuando contempla lo que posee y sabe que ha construido algo que
durará para siempre, Mariana. Entonces sabe que él también durará para siempre.
Esto siempre será tierra de los Espósito y fui yo quien la consiguió por mis
propios medios.
Lali lo contempló y sintió una
oleada de compasión. «Sin embargo, cuando te asesinaron, todo se rompió en mil
pedazos. No había nadie que pudiera relevarte, nadie que asumiera la
responsabilidad de conservar el rancho. Las reses se vendieron o fueron robadas
y el rancho se arruinó. Stéfano era demasiado joven para asumir el mando y
supongo que el marido de Candela era demasiado débil. No era el tipo de hombre
al que los demás seguirían. Tu rancho no duró para siempre.»
—Todo esto es mío —continuó Nicolás
mientras saboreaba el pensamiento. Su voz bajó unos cuantos tonos—. Y algún día
será tuyo.
—¿Mío? —repitió Lali
sorprendida.
—Vamos, cariño, no me digas
que no me escuchabas cuando te lo expliqué el otro día.
Lali no tenía ni idea de qué
estaba hablando Nicolás. Quizá le había explicado alguna cosa a Mariana, pero
no a Lali.
—No lo entendí del todo
—contestó ella con cautela.
Nicolás suspiró.
—Bah, no tiene importancia. De
todos modos, los testamentos son cosa de hombres. Tú no tienes por qué entender
nada, cariño. Sólo...
—Vuelve a explicármelo —lo
interrumpió Lali con dulzura mientras lo observaba con fijeza—. Por favor. Esta
vez intentaré entenderlo de verdad. ¿Qué dices de un testamento?
Nicolás pareció hincharse de
orgullo.
—Nadie por aquí tiene un
testamento tan elaborado como el que estoy preparando. He tenido que llamar a
un abogado de Filadelfia para que lo redacte. Llegará, más o menos, dentro de
un mes.
—¿Los abogados de por aquí no
pueden redactar un buen testamento?
—No como los jóvenes linces
del Este. Cuando se trata de leyes, ellos conocen todos los trucos habidos y
por haber y no quiero arriesgarme a que se cometa ningún error en este
testamento.
—¿Qué es lo que lo convierte en
algo tan especial?
—Bueno, he pensado mucho en lo
que sucederá cuando yo no esté. Claro que no pienso morirme hasta dentro de
mucho tiempo, no te preocupes, pero me he estado preguntando quién me sucedería
cuando yo faltara. ¿Quién se ocuparía de Sunrise? A Cande y a Agustín no les
interesa nada el rancho. Incluso hablan de trasladarse al Este cuando nazca el
bebé.
—¿A Carolina del Norte?
—preguntó Lali.
Allí era donde había crecido
su madre, donde se había casado y donde también había muerto.
—Exacto. Supongo que les has
oído comentarlo. —Nicolás soltó un respingo— ¡Al Este! Seguro que allí Agustín se
sentirá en casa. Él no es un ranchero. Esperaba conseguir hacer algo de él
cuando vinieron a vivir a Sunrise, pero no puede enlazar a un ternero aunque
esté inmóvil.
—¿Y qué opinas acerca de
dejarle el rancho a Stéfano?
—Stéfano podrá hacer cualquier
cosa que se proponga, pero su corazón no está aquí. De hecho, ya quiere probar
lo que es la vida en la ciudad y, cuando lo haga, no querrá dejarla. Se parece
demasiado a tu madre. Además Emilia se encargará de que su hijo reciba una
educación universitaria y termine en una oficina elegante con unas gafas sobre
la nariz y un montón de libros en el escritorio. Odio decirlo, pero Stéfano no
lleva a Tejas en la sangre. De modo que sólo quedas tú. Sin embargo, tú no
puedes heredar Sunrise, cariño. Por muy inteligente que seas, sólo eres una
mujer.
—Y esto no lo puedo cambiar
—declaró ella con ironía.
—Al principio pensé hacer lo
mismo que el resto de los rancheros de por aquí, o sea dejar establecido en el
testamento que el rancho se venda cuando yo ya no esté y que el dinero se
reparta entre los miembros de la familia. En este caso, tú serías rica.
Tendrías suficiente dinero para hacer lo que quisieras durante el resto de tu
vida. Lo tenía todo pensado, pero entonces apareció Peter.
Lali lo miró con fijeza.
—¿Qué tiene que ver Peter en
todo esto?
Nicolás sonrió.
—Él dirige el rancho tan bien
como yo. En este sentido, no tengo ninguna duda. Cuando Peter dice que va a
hacer algo, lo hace, de una u otra forma. Y esto me gusta. Es un hombre en el
que se puede confiar. De modo que he pensado en nombrarlo mi sucesor. Esto
significa que te dejaré el rancho a ti en propiedad y que él lo dirigirá.
—¡No puedes hablar en serio!
—exclamó Lali con los ojos desorbitados. Se sentía tan rabiosa como se habría
sentido la verdadera hija de Nicolás—. ¿Lo dejarás a él al mando de tu rancho,
tu dinero y tu familia? ¿Él podrá hacer lo que quiera con nosotros? ¿Todo
estará a su disposición? ¡Dios mío, pero si ni siquiera es familiar nuestro!
—El testamento dispondrá de
unas cuantas cláusulas —explicó Nicolás como si aquello fuera a tranquilizar a Lali—.
Para empezar, Sunrise no podrá venderse sin el consentimiento de la familia.
—¿Y qué ocurrirá si Peter
resulta ser un mal sucesor? ¿Podremos despedirlo?
—No, esto no podrán cambiarlo.
Será mi sucesor hasta su muerte. Pero no te preocupes, lo hará realmente bien.
Yo descansaré en paz al saber que lo he dejado todo en sus manos.
«¡Las mismas manos que te
estrangularán!»
Lali reflexionó con rapidez. Peter tenía el
motivo perfecto para matar a Nicolás. Después de la firma del testamento, y en
cuanto Nicolás muriera, él tendría el control del rancho y una fortuna enorme.
Continuará...
+ 10 :o
Hola Dani! Recién me pongo al día con esta historia y la verdad es que....no entiendo nada!! Jajajajajaja
ResponderEliminarPara empezar no creo que Peter haya matado a Nicolas porque bueno, es el protagonista jajajajajaja puede ser pero no lo creo, ademas su consternación cuando vio a Lali 50 años después, lo dice todo, el no tuvo nada que ver con la desaparición de Mariana ni con la muerte de Nicolas...
Para mi todo se une con la desaparición de Mariana.....Tal vez ella no quería casarse con Benjamin porque en el fondo amaba a Peter, ni quería heredar el rancho y por eso huyó? Para hacer su voluntad en otra parte??? Mucha presión sobre ella??
Pero Mariana mató a su padre??? Por un momento lo pensé pero después recordé que ella desapareció antes de que lo mataran......Tal vez huyo porque la amenazaron con que si no lo hacia matarían a Nicolas y una vez que ella se fue, lo mataron de igual manera???
No sé todo es demasiado raro...es un pequeño pueblo rodeado de gente por todas partes, cómo es posible que nadie viera si Mariana huyó o le pasó algo?....En ese entonces habrá desaparecido porque también viajo en el tiempo pero 50 años adelante y nunca volvió???
Con esto que explica Nicolas del testamento entiendo que todo el poder, las tierras y el dominio de los Esposito se haya desvanecido...le dejo el rancho a Mariana quien desapareció y lo dejo al mando de Peter, quien tuvo que huir por lo que lo acusaban, con Candela y Agustin lejos, Estefano pequeño y Emilia sin gustarle el rancho, pues todo se fue a la quiebra...
Qué le dirá Gastón a Lali??
Ahora, es obvio que entre Lali y Peter pasará algo, pero cómo continuará esta historia si ella es del futuro y él del pasado??? Una vez que el misterio se resuelva ella regresará a su época y dejara a Peter solo? En dónde quedará el amor que nacerá entre ellos? En el pasado? En el futuro? Lali se irá y Mariana llegará para vivir feliz junto a Peter, sin él saber lo que en realidad pasó y amando a otra mujer, mientras que Lali vive en el futuro, en su verdadero hogar sola y extrañando un recuerdo y un amor que será imposible? AHHHHHHHHHHHHHHH
QUIERO SABER TODO YA!!!!!! Pero como dije antes, estoy segura que la desaparicion de Mariana es la clave para resolver estos misterios...
Chan chan chan
MAAAAAAASS
ResponderEliminarMARATON TON TON
ResponderEliminarmás!
ResponderEliminarmas mas mas mas
ResponderEliminarotro otro otro otro otro
ResponderEliminarNo puedo con la ansiedad
ResponderEliminarque más se le puede agregar a lo que dijo Rochi! Más!
ResponderEliminarYa sé! Lo dijo todo jajaja
EliminarJajaja ;P
Eliminar9
ResponderEliminar=D
ResponderEliminarmaratonnn
ResponderEliminarMás!!!! Todas tus novelas me encantan :)
ResponderEliminarpara miii, q lo mata amadeo y la hace desaparecer el, amadeo padre, xq se entero del testamento, y si desaparecían tanto nicolas como mariana el podía comprar las tierras, xq sino con peter en el medio iba a ser imposible!!! ajaaa ya se todooo jaja
ResponderEliminarmasss
ya dijeron las chicas lo k pensaba.
ResponderEliminar