Lali oyó el susurro de la
camisa de Peter al caer al suelo y, sobresaltada, se volvió para mirarlo. Peter
estaba desnudo de cintura para arriba. Sin la camisa, parecía mucho más grande,
con sus anchos hombros y sus brazos.
Lali señaló la camisa del
suelo con un dedo ligeramente tembloroso.
—Te he dicho que te vayas.
Yo... ¡Vuelve a ponértela!
Peter sonrió con lentitud, se
acercó a la cama, se sentó y sostuvo la mirada de Lali mientras se sacaba una
bota. Su mirada calmada y anticipatoria colmó el vaso de lo que a Lali le
parecía soportable. Lali empezó a balbucear, pues estaba convencida de que en
cualquier momento, alguien de la casa descubriría lo que ocurría en su
dormitorio.
—Peter... Peter, para y
escúchame. Siento las cosas que hice antes y que puedan haberte llevado a creer
que estoy interesada en hacer esto contigo, porque no lo estoy. No estoy
preparada para hacer esto con nadie y menos contigo. Y si mi padre supiera que
estás aquí en estos momentos, te mataría o mañana mismo estarías frente al
cañón de un rifle hasta que prometieras ca...
La voz de Lali se atascó en
esta última palabra.
—¿Casarme contigo? —terminó Peter
con amabilidad. Apartó las botas con el pie desnudo, se levantó y continuó con
una suavidad enigmática en la voz—: Interesante idea, ¿no crees?
—No mucho —respondió ella con
voz temblorosa. Lali sabía que no tenía el control de la situación y buscó una
forma de escapar—. Aunque, por otro lado, estoy segura de que la idea de
casarte con alguien con tanto dinero como yo te gusta. Sabes perfectamente que
mi padre te daría todo lo que tiene si nos casáramos, incluido el rancho. Y sin
condiciones. ¡Apostaría algo a que la idea de ser mi esposo te atrae muchísimo!
Cuando Peter comprendió su
consternación, su actitud divertida y determinada desapareció.
—¡Al infierno con el rancho y
el dinero de tu padre! Yo no necesito que me den nada, pues tengo mis propios
recursos, entre ellos, suficiente dinero para hacer lo que me plazca.
—¿Cómo puede ser?
—Apoderarse de reses sin
marcar constituye una aventura muy rentable si se hace bien. Y yo tengo un
talento especial en este sentido, de modo que no necesito tu dinero. Pero
tienes razón. La idea de ser tu esposo me atrae, y en las próximas horas quiero
demostrarte por qué.
Peter desabrochó el botón
superior de sus tejanos y Lali se sintió invadida, primero, por un escalofrío,
y después por una oleada de calor.
—Acércate —pidió Peter
mirándola directamente a los ojos de una forma persuasiva.
Antes de que ella pudiera
evitarlo, los ojos de Lali se deslizaron hasta la oscura abertura de los
pantalones de Peter, donde su magro abdomen descendía hasta ocultarse detrás de
una mata de pelo oscuro. Durante su trabajo en el hospital, Lali había visto
hombres desnudos, pero ninguno tan desinhibido como él. Las personas siempre se
sentían incómodas sin la protección de la ropa, pero Peter parecía sentirse
totalmente cómodo sin ella.
El instinto de marcharse era
sobrecogedor. Marcharse. Lo único que tenía que hacer era salir de la
habitación. Sin duda, él no la perseguiría por la casa medio desnudo. Ella iría
a la cocina y se quedaría allí hasta que él se calmara. Se quedaría allí
sentada toda la noche, si era preciso.
Lali retrocedió un paso con
cautela mientras calculaba la distancia que la separaba de la puerta. Sus
nervios exigían acción. Lali se volvió hacia la puerta y, al instante
siguiente, sintió que él la apretaba contra su cuerpo. Lali se quedó inmóvil,
respirando agitadamente, consciente del musculoso abdomen de Peter pegado a su
espalda.
—Antes ya te había dicho que
no tuvieras miedo —corroboró Peter junto a su oreja.
Ella se puso en tensión
mientras él deslizaba la mano por el interior de su bata y buscaba su pecho
entre los pliegues de su camisón.
—Deja que me vaya —murmuró
ella.
El apoyó el pulgar en el surco
que había entre los pechos de Lali y la acarició con suavidad antes de bajar la
mano hasta su estómago y la maleable calidez de su entrepierna. La tela del
camisón no ocultó la reacción de Lali.
Peter acarició con sus labios
el hueco inferior del cuello de Lali e inhaló la seductora fragancia de su
piel.
—No te haré daño —murmuré Peter—.
Ya lo sabes. Lo que hicimos antes te proporcionó placer, ¿no? Pues ahora no
será distinto.
Ella tragó saliva con dificultad
y sacudió la cabeza intentando reprimir la anticipación que crecía en su
interior. En la habitación no se oía nada, salvo su respiración jadeante. Poco
a poco, Peter deslizó los dedos entre los muslos de Lali y ella gruñó su nombre
como protesta mientras apoyaba la cabeza sobre su hombro.
—No es justo que te aproveches
de mí de esta manera.
—Con tal de conseguirte, me
aprovecharé de todo lo que esté a mi alcance. ¿Qué hay de malo en esto?
—Todo. Sabes que yo no quiero
sentir lo que siento por ti.
—Esto no importa. Yo no me iré
y tampoco lo harán tus sentimientos. Y no dejaré de forzarte a enfrentarte a
ellos hasta que aceptes la verdad acerca de ti y de mí.
«La verdad —pensó Lali con
desesperación—. ¿Qué es la verdad?» ¿Estaba en los brazos de un asesino? Si él
era capaz de asesinar, entonces todo lo que le había dicho era mentira. Ella no
podía aceptar que todo fuera una mentira. En el fondo de su corazón, sabía que
tenía que creer en él o nunca más volvería a creer en nada, especialmente en
sus instintos. El conflicto y la duda la despedazaban con garras de hielo.
—Por favor —pidió Lali casi
sin aliento mientras tiraba de las manos de Peter, y casi perdió el equilibrio
cuando él la soltó.
Lali se dio la vuelta y lo
miró asustada. El rostro de Peter quedó grabado en su memoria para siempre. Una
serie de imágenes cruzaron por su mente: Peter arrodillado a su lado cuando
Jessie la tiró al suelo; Peter arriesgando su vida por un hombre herido; Peter
riéndose por sus muestras de mal genio; Peter peleándose con Benjamín por ella;
Peter consolando a Watts cuando lloraba; Peter acompañando a Nicolás a la cama;
Peter abrazándola apasionadamente...
Peter: reconfortante,
protector, amante.
Peter no era un asesino. «El
no lo hizo. Él no es capaz de cometer un asesinato a sangre fría.» Ésta fue la
única verdad que descubrió en su interior. No podía ponerlo en duda, fuera cual
fuera el precio que tuviera que pagar por confiar en él. No podía elegir nada
más. Después de tomar aquella decisión, Lali experimentó un alivio sobrecogedor.
—¿Qué quieres? —preguntó Lali
con indecisión.
Peter la miró de una forma
apasionada.
—Quiero formar parte de ti,
parte de tu vida. Pero no soporto que no confíes en mí. Yo merezco tu
confianza.
—Lo sé.
—Y merezco la oportunidad de
demostrarte que puedes confiar en mí. Confía en mí. Dame esta noche. Te juro
que no te arrepentirás. —Peter esperó una respuesta, pero Lali permaneció en
silencio y él la cogió por el cabello y tiró de su cabeza hacia atrás
obligándola a mirarlo—. Maldita sea, Lali, estoy enamorado de ti. Y ya estoy
harto de juegos, ¿comprendes? Te amo.
Una oleada de dulzura invadió
a Lali. No podía hablar. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sus brazos rodearon
el cuello de Peter. Cuando Peter notó que ella se estremecía, su impaciencia se
desmoronó.
—Dame esta noche —repitió Peter
sabiendo que había ganado.
Ella tiró de su cabeza hacia
la de ella y él la apretó contra su cuerpo. El calor de la piel de Peter
traspasó el camisón de Lali y el placer que ella sintió le erizó el vello y puso
en tensión sus pezones.
La boca de Peter se movió de
una forma salvaje y sus brazos casi causaron dolor a Lali. Estaban tan cerca el
uno del otro que los latidos de sus corazones se confundieron. El pulso de Lali
latía enloquecido, pero el de Peter era como un trueno embravecido. Sus besos
se volvieron cada vez más largos y profundos.
El cuerpo de Peter parecía de
bronce y plata a la tenue luz que procedía de la ventana. Lali apoyó las manos
en su espalda y la exploró hasta la cinturilla suelta de sus tejanos. Una vez
allí, sus manos se detuvieron con timidez. Peter murmuró algo inteligible, le
abrió la bata y se la bajó por los brazos hasta que cayó al suelo con un leve
crujido.
Ella se quedó quieta, con los
dedos apoyados en la cintura de Peter mientras él desabrochaba el botón
superior de su camisón de cuello alto y, a continuación, el siguiente,
siguiendo el curso de los botones hasta debajo de sus pechos. Los labios de Peter
rozaron la mejilla de Lali succionando el último destello de una lágrima olvidada.
Peter le bajó el camisón por
los hombros con lentitud y lo dejó caer en un círculo alrededor de sus pies.
Los dedos de las manos de ambos se entrelazaron mientras él elevaba las de ella
hasta sus hombros. Lali dejó las manos allí y permitió que él la mirara,
temblando ligeramente mientras los ojos de Peter recorrían su esbelto cuerpo. A
Lali le resultaba imposible mirarlo a la cara, pues tenía miedo de lo que
pudiera descubrir en ella. Quería serlo todo para él. Quería ser perfecta para
él. Él recorrió el cuerpo de Lali de arriba abajo con la mirada y volvió a
recorrerlo en sentido contrario y con lentitud hasta su cara, y sus ojos se
oscurecieron de pasión.
—Sabía que eras hermosa
—susurró Peter—. Sabía que te desearía, pero nunca imaginé nada parecido a
esto.
Peter la cogió en brazos y la
llevó hasta la cama sin hacer ruido. Ella se abrazó a él con abandono, mientras
sus piernas colgaban en el aire desde el brazo que él había deslizado por
debajo de sus rodillas. El mundo entero pareció inclinarse cuando él la dejó
encima de la cama. Peter se quitó los pantalones y se inclinó sobre ella. Lali
se mordió el labio inferior para contener un gemido y cerró los ojos mientras
él deslizaba la boca hasta sus pechos.
Lali se retorció debajo de él
con nerviosismo, anhelando sentir el peso de su cuerpo sobre el de ella y Peter
deslizó una mano hasta el estómago de Lali y la presionó contra el colchón.
—Despacio —murmuró Peter
mientras rozaba con las yemas de los dedos la curva de la cadera de Lali—.
Despacio y con paciencia. Lali...
—Quiero ser tuya.
—Ya lo eres.
—Quiero tenerte dentro de mí.
—Todavía no. —Peter deslizó la
lengua por el esternón de Lali y ella se estremeció—. Todavía no. Tenemos
tiempo.
Ella le acarició el pelo. Le
encantaba su tacto y poder tocarlo con libertad. En aquel momento, él le
pertenecía. Él era de ella. Poco a poco, los pensamientos de Lali se vieron
silenciados por las tiernas manos de Peter y sus palabras, palabras susurradas
al azar con las que la alababa, la animaba a responder y aumentaba su placer.
—Tus caderas encajan a la
perfección en mis manos... Eres tan suave aquí..., y aquí. Acércate... Déjame
tocarte. No seas tímida conmigo. Me encanta el olor de tu piel... Huele a
flores. ¿Qué quieres? Coge mi mano y enséñamelo... Sí, así...
Peter estaba decidido a
conocerla mejor de lo que ella misma se conocía. Todos sus secretos le fueron
arrancados en la oscuridad. Todo lo que era íntimo y privado fue revelado. Ella
no le negó nada y contestó a preguntas silenciosas que nunca imaginó que él
formularía. La necesidad de conocerlo de la misma forma, de comprender su
cuerpo, era como un fuego devorador.
Lali deslizó las manos hasta
las caderas de Peter y él contuvo el aliento. Las yemas de los dedos de Lali
rozaron la línea donde empezaba el vello áspero que crecía en la zona baja de
su abdomen. Lali titubeó mientras sus dedos merodeaban cerca del miembro
excitado y pulsante de Peter y él supo que se sentía insegura. Peter ansiaba
sentir sus manos en él, aquellas manos pequeñas y femeninas que necesitaban
aprender cómo tocar a un hombre.
—Lali... —Peter colocó la mano
encima de la de Lali y ella la apartó como si se hubiera quemado—. No, no, deja
que te enseñe —declaró Peter. Le resultaba difícil hablar con voz suave cuando
su cuerpo temblaba de ansiedad—. Prepárame para ti —pidió a Lali mientras cogía
con decisión su mano, la colocaba alrededor de su miembro y le enseñaba cómo
proporcionarle placer.
Lali se ruborizó en la
oscuridad y puso en práctica, con torpeza, aquella íntima lección, alentada por
el temblor de los dedos de Peter y los latidos acelerados de su corazón. Lali
deslizó la mano hacia arriba y hacia abajo, sin apretar, y deteniéndose de vez
en cuando para sentir la sedosa textura de su piel. La respiración de Peter
soplaba en ráfagas aceleradas en el pelo de Lali conforme ella se volvía más
atrevida y, al final, él le soltó la mano permitiendo que ella lo tocara con
libertad. Lali le formuló las mismas preguntas que él le había formulado acerca
de lo que le gustaba y lo que le hacía sentir bien y él le contestó con una
suave risa.
—Eres un ángel —murmuró Peter
mientras la besaba con posesividad, llevaba las manos de Lali a su rostro y las
apretaba contra sus mejillas—. Un ángel...
Peter siguió besándola
mientras sus dedos buscaban entre la maraña de vello húmedo que había en la
entrepierna de Lali. Poco a poco, Lali sintió la intrusión de sus dedos en su
cuerpo, se sobresaltó y sus muslos se tensaron.
—No te tenses —declaró Peter
con voz ronca—. Relájate. Déjame entrar, cariño.
Ella intentó relajar la
tensión interior mientras sentía que el dedo de Peter se deslizaba más y más
adentro. El dedo de Peter se movía de una forma ágil y sensible, deslizándose y
acariciándola hasta que ella se arqueó hacia él, exhaló un leve gemido y se quedó
inmóvil presa de una oleada de placer. La base de la mano de Peter frotó con
ternura la suave zona que había entre los muslos de Lali alargando su éxtasis
el máximo posible.
Lali, exhausta y temblorosa,
se relajó bajo el cuerpo de Peter y, cuando abrió los párpados, no sabía si
habían pasado horas o minutos. Él se apoyó en los codos y contempló el rostro
de Lali con ojos ardientes. Lali le rodeó el cuello con los brazos y, de una
forma lánguida y ansiosa al mismo tiempo, lo acercó más a ella mientras él le
separaba las piernas con las rodillas y la penetraba.
La prolongada e invasiva
penetración hizo que Lali se estremeciera de dolor, pero ella se rindió al
dolor en lugar de resistirse a él y aceptó la plenitud de Peter en su interior.
Peter apartó con delicadeza el pelo de la frente de Lali y besó la humedad
salada de su piel. Sus pulmones se expandieron en oleadas mientras la
profundidad de las entrañas de Lali lo sujetaban con una presión de terciopelo.
Peter se movió con un ritmo cuidadoso y regular y, antes de que pudiera
enseñarle nada más, ella levantó las caderas en respuesta a sus penetraciones.
Los ojos vidriosos de Lali buscaron los de Peter.
—¿Qué sientes? —le preguntó Lali.
Peter inclinó la cabeza hacia
ella y su pelo moreno cayó sobre su frente. Durante unos instantes, permaneció
en silencio mientras buscaba las palabras adecuadas para describir cómo se
sentía. Entonces tragó saliva con fuerza y sacudió la cabeza.
—No puedo describirlo —declaró
con voz ronca—. ¿Y tú?
—Siento que formas parte de mí
—murmuró ella—. Somos una sola persona. Y no quiero separarme de ti nunca más.
Peter tiró de las caderas de Lali
hacia él y la penetró con un ímpetu repentino. Llevados por el nuevo ritmo que
él había establecido, buscaron juntos una unión más profunda y, hechizados, se
amaron hasta que el mundo se desvaneció a su alrededor. Peter buscó la boca de Lali
con la suya y exhaló un gemido final en la boca de ella mientras experimentaba
la misma explosión de éxtasis que contraía la carne de ella alrededor de la de
él. Entonces ambos se desplomaron sobre el colchón, exhaustos y embargados por
una sensación de plenitud.
Continuará...
+10 :)!!
Por fin se dejaron de joder y admitieron lo que les pasa!!!
ResponderEliminarY ahora? Los descubren? Y Benjamín? Y el asesinato de Nico? Sube otro!!!
ResponderEliminarComienzo a pensar k Alelí siendo una niña se forjó todo.
ResponderEliminarY no pasa nada d lo k dijo,al menos seguro k no lo referente a Peter.
"Mariana",ya sabe la clase d persona k es él.
X fin tienen su momento.
Aunque las palabras d Benjamín .....
Lali deberia confesarle lo q sabe.. ...subi otro
ResponderEliminarmaaaaas
ResponderEliminar+++++
ResponderEliminarMuy buen cap!
ResponderEliminarUf! Al fin.....
ResponderEliminarOooh, quiero más
ResponderEliminarOjala Nico acepte esa relación
ResponderEliminarY que Peter no sea su asesino
ResponderEliminarMassssss :)
ResponderEliminarPor fin loco .
ResponderEliminar+++++
@x_ferreyra7
Usaron preservativo? existia en esa epoca ? Lali queda embarazada?
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