Peter
no se acordó del fantasma ni de Elena hasta que iba por la mitad de la segunda
ración. La puerta del dormitorio principal estaba cerrada y no se oía ningún
ruido ni se notaba movimiento alguno. Sin embargo, Peter captó una dulzura
flotando libremente en el aire, una euforia que lo rodeó hasta que no pudo
evitar respirarla y absorberla por los poros. El sentimiento era incluso más
intenso por su complejidad, al igual que una pizca de sal realza el sabor de un
pastel. El torbellino de alegría le dejó el pecho molestamente tenso, como si
se lo estuvieran abriendo con una palanca. Bajó los ojos, concentrándose
desesperadamente en el grano de la madera de la encimera.
«No»,
dijo mentalmente, sin saber siquiera a quién.
Elena.
El
fantasma se acercó a la figura dormida de la cama, la delicadeza de cuya piel
iluminaba un rayo de luz matutina que se colaba por las ventanas entrecerradas.
Seguía siendo hermosa. Su estructura ósea, la piel marcada por miles de
alegrías y disgustos que él no había compartido porque no estaba. Si hubiera
podido compartir la vida con ella, su cara habría estado marcada por los mismos
acontecimientos, por las mismas marcas del tiempo. Que tu cara sea un espejo de
tu vida... ¡qué regalo tan maravilloso!
—¡Hola!
—le susurró.
Elena
pestañeó. Se frotó los ojos y se sentó. Por un instante creyó que podía verlo.
—¿Elena?
—dijo, en voz baja.
Ella
se levantó, delgada y frágil, con un pijama adornado de encaje. Fue a mirar por
la ventana. Se llevó las manos a los ojos y un sollozo escapó entre sus dedos.
El sonido le habría roto el corazón de haberlo tenido. Ver el brillo de sus
lágrimas estuvo a punto de hacer añicos el alma que era.
—No
llores —le rogó, aunque no podía oírlo—. No estés triste. Dios mío, te quiero.
Siempre te he...
Elena
empezó a respirar agitadamente, sobrecogida por el pánico. Corrió hacia la
puerta gritando más fuerte a cada paso.
—Elena,
ten cuidado, no te caigas...
Arrasado
por la pena y la preocupación, el fantasma la siguió hasta el salón.
Peter
y Lali estaban sentados en los taburetes de la isla de la cocina y levantaron
la cabeza al mismo tiempo cuando Elena entró a trompicones.
Lali
se puso pálida del susto. Saltó del taburete y corrió hacia su abuela.
—¿Qué
pasa, Upsie? ¿Has tenido una pesadilla?
—¿Por
qué estamos aquí? —sollozó Elena, temblorosa—. ¿Cómo he llegado aquí?
—Viniste
conmigo ayer. Vamos a vivir juntas. Ya hablamos de eso, Upsie...
—No
puedo. Llévame a casa, por favor. Quiero irme a casa. —Elena apenas podía
hablar entre sollozos.
—Esta
es tu casa —le dijo con dulzura Lali—. Todas tus cosas están aquí. Deja que te
lo enseñe...
—¡No
me toques! —Elena retrocedió hacia la esquina, más desconsolada por momentos.
Peter
miró duramente al fantasma.
—¿Qué
le has hecho?
Aunque
se lo había susurrado al fantasma, fue Lali quien le respondió.
—No
se ha tomado la medicina esta mañana. A lo mejor no debería haber esperado a...
—No,
tú no —le dijo Peter con impaciencia, y Lali parpadeó, confusa.
—No
me ve ni me oye —le dijo el fantasma—. No sé por qué se ha puesto sí. Ayúdala.
¡Haz algo!
—Upsie,
por favor. Ven, siéntate —le rogó Lali, intentando cogerla, pero Elena la
apartó de un manotazo, negando con la cabeza, desesperada.
Peter
avanzó para acercarse a Elena.
—Ten
cuidado —le espetó el fantasma—. No te conoce.
Peter
lo ignoró.
El
contraste entre Peter, físicamente tan poderoso y Elena, temblorosa y frágil,
alarmó al fantasma. Por un momento pensó que Peter iba a sujetar a Elena o a
hacer algo que la asustaría. Puede que Lali pensara lo mismo, porque le puso
una mano en el brazo y le dijo algo.
Peter,
sin embargo, solo estaba pendiente de la anciana.
—Señora
Espósito... Soy Peter. Tenía ganas de conocerla.
Aquella
voz desconocida llamó la atención de Elena, que lo miró con los ojos llorosos,
muy abiertos, y el pecho agitado por los sollozos.
—He
trabajado en la casa para que estuviera todo a punto para usted —prosiguió Peter—.
Soy el carpintero. También estoy ayudando a mi hermano a restaurar la casa
victoriana de Rainshadow Road. Usted vivió allí, ¿verdad? —Hizo una pausa,
sonriéndole—. Suelo poner música mientras trabajo. ¿Quiere oír una de mis
canciones favoritas?
Para
asombro del fantasma, y de Lali, Elena asintió y se secó las lágrimas.
Peter
se sacó el móvil del bolsillo, jugueteó con él un segundo y subió el volumen
del altavoz. La voz de barítono de Johnny Cash se difundió en una melancólica
versión de We’ll Meet Again.
Elena
miraba asombrada a Peter. Las lágrimas habían cesado y los sollozos cedían. Peter
le sostuvo la mirada mientras escuchaban los primeros compases de la canción. Luego, sorprendentemente, se puso a cantar, en voz baja pero firme: «Keep smiling through, just like you always
do/’til the blue skies chase the dark clouds far away...»
Lali cabeceó mirando la escena, como hipnotizada.
Peter,
sonriendo, le tendió una mano a Elena. Ella la aceptó como si estuviera en un
sueño. Él la atrajo hacia sí y le puso una mano en la espalda. La música
flotaba en el aire mientras la pareja bailaba un foxtrot arrastrando los pies y
Peter tenía todo el cuidado con la pierna izquierda de Elena, más débil.
«Would you please say hello, to folks that I
know/ tell ’em I won’t be long...»
Un hombre joven intentando olvidar su pasado y una anciana intentando
desesperadamente recordar el suyo, pero de algún modo había encontrado una
conexión en aquel in pass.
«We’ll meet again / don’t know where / don’t
know when...»
El fantasma estaba embobado. No podía creerlo. Había llegado a conocer a
Peter tan bien que habría jurado que no podía sorprenderlo con nada. Pero
aquello jamás lo hubiera esperado.
Peter
apoyó la mejilla en el pelo de Elena, sosteniéndola con una ternura que tenía
que haber guardado en algún rincón oculto de su corazón. Elena se dejó llevar
por la vibración de su canturreo.
«... but I know we’ll meet again,
some sunny day...»
El fantasma se acordó de haber bailado con Elena en una velada al aire
libre. La pista de baile estaba iluminada con hileras de farolitos metálicos.
—Esta
canción no me gusta demasiado —le había dicho Elena.
—Dijiste
que era tu favorita.
—Es
bonita, pero siempre me pone triste.
—¿Por
qué, cariño? —le había preguntado él—. Trata acerca de encontrarse de nuevo, de
volver a casa.
Elena
había levantado la cabeza de su hombro y lo había mirado muy seria.
—Va
de perder a alguien y tener que esperar hasta reunirse en el cielo.
—La
letra no dice nada del cielo.
—Pero
se refiere a eso. No soportaría la idea de verme separada de ti toda la vida, o
un año, ni siquiera un día. Así que no puedes irte al cielo sin mí.
—Claro
que no —le había susurrado él—. Sin ti no sería el cielo.
¿Qué
les había sucedido? ¿Por qué no se habían casado? No alcanzaba a entender cómo
se había ido a luchar en la guerra sin haberse casado con Elena. Tenía que
habérselo propuesto. De hecho, estaba seguro de que lo había hecho. A lo mejor
lo había rechazado. A lo mejor su familia se había interpuesto. Elena y él se
amaban tanto que parecía imposible que nada en el mundo pudiera haberlos
separado. Algo había salido increíblemente mal y tenía que descubrir qué.
La
canción terminó con un coro espectral. Peter levantó la cabeza despacio y miró a
Elena.
—Él
solía cantármela —le dijo.
—Lo
sé —le susurró Peter.
Elena
le apretó los dedos hasta que se le marcaron las venas en el dorso de la mano
como un delicado encaje azul.
Lali
se adelantó para pasarle un brazo por los hombros a su abuela, deteniéndose
apenas para decirle a Peter en tono distraído:
—Gracias.
—Está
bien.
Mientras
Lali llevaba a Elena a una silla de la mesa del comedor, esta le comentó:
—Tenías
razón, Lali. Tiene unos buenos músculos.
Lali
miró avergonzada a Peter.
—Yo
no le dije eso —protestó—. Es decir... se lo dije, pero...
Él
arqueó las cejas, burlón.
—Lo
que quiero decir es que... —dijo Lali, violenta—. No voy por ahí hablando del
tamaño de tus... —Calló de golpe, roja como un tomate.
Peter
apartó la cara para que no lo viera sonreír.
—Voy
a la furgoneta por las herramientas —dijo.
El
fantasma salió detrás de él.
—Gracias
por ocuparte de Elena —le dijo, mientras Peter sacaba un par de cajas de
herramientas de la trasera de la furgoneta.
Peter
dejó las cajas de herramientas en el suelo y lo miró.
—¿Qué
ha pasado?
—Se
ha despertado desconsolada. No sé por qué.
—¿Estás
seguro de que no te ve ni te oye?
—Lo
estoy. ¿Por qué le has puesto esa canción?
—Porque
es tu canción preferida.
—¿Cómo
lo sabes?
Peter
lo miró burlón.
—No
paras de cantarla. ¿Por qué estás tan cabreado?
El
fantasma tardó en responder.
—La
has tenido en los brazos.
—Ah.
—Peter cambió de cara. Miró al fantasma con lástima, como si comprendiera la
tortura de estar tan cerca de una persona a la que amas más que nada en el
mundo sin poder tocarla, sabiendo que eres solo una sombra, un esbozo del ser
de carne y hueso que un día fuiste.
En
el clamoroso silencio, Peter dijo:
—Huele
a agua de rosas y a laca y como el aire después de llover.
El
fantasma se le acercó más, pendiente de cada una de sus palabras.
—Tiene
las manos más suaves que haya visto —prosiguió Peter—; un poco frías, como las
de algunas mujeres, y unos huesos como de pajarillo. Diría que era una buena
bailarina. De no ser por su pierna débil, seguiría moviéndose bien. —Hizo una
pausa—. Tiene una sonrisa preciosa. Los ojos se le iluminan. Apostaría a que
cuando la conociste era divertidísima.
El
fantasma asintió, consolado.
Lali
le sirvió el desayuno a su abuela y fue al baño a buscar su medicación. Se vio
en el espejo, con las mejillas demasiado encendidas y los ojos brillantes. Se
sentía como si tuviera que reaprender a respirar.
Treinta
y dos compases, la duración media de una canción. Nada más que eso había
tardado la tierra en salirse de su órbita y caer dando tumbos en una red de
estrellas.
Amaba
a Peter Lanzani.
Lo
amaba por todas las razones y por ninguna.
«Eres
todo lo que siempre he preferido —deseaba decirle—. Eres mi canción de amor, mi
tarta de cumpleaños, el sonido de las olas del mar y de las palabras en francés
y de la risa de un bebé. Eres un ángel de nieve, crema quemada, un
caleidoscopio lleno de purpurina. Te quiero y nunca me alcanzarás, porque te
llevo ventaja y mi corazón va a la velocidad de la luz.»
Algún
día le diría cómo la hacía sentirse y él la dejaría. Le rompería el corazón
como hacen aquellos a quienes les han roto el corazón hace mucho. Pero eso no
cambiaría nada. El amor seguiría su curso.
Lali
cuadró los hombros y le llevó la medicina a Elena, que ya se había comido la
mitad de su ración de manzana frita.
—Aquí
están tus pastillas, Upsie.
—Tiene
manos de carpintero —le dijo Elena—. Fuertes, llenas de callos. Yo quería a un
hombre con unas manos así.
—¿De
verdad? ¿Cómo se llamaba?
—No
me acuerdo.
Lali
sonrió.
—Yo
creo que sí.
Peter
entró en la casa y fue con las cajas de herramientas hasta la puerta de la
habitación de Lali.
—¿Puedo
entrar? —preguntó—. Quiero trabajar en el armario.
A
Lali le costó mirarlo, porque había vuelto a ponerse colorada.
—Sí,
está bien.
Peter
se dirigió a Elena.
—Tengo
que poner unas placas de yeso, señora Espósito. ¿Le parece que podrá soportar
los martillazos un ratito?
—Llámame
Elena. Cuando un hombre me ha visto en pijama, ya es demasiado tarde para
formalidades.
—Elena
—repitió él con una fugaz sonrisa que mareó a Lali.
—¡Oh,
Dios! —murmuró Elena cuando Peter hubo entrado en el cuarto y cerrado la
puerta—. ¡Qué hombre tan guapo! Aunque tendría que engordar un poco.
—Eso
intento —dijo Lali.
—Si
tuviera tu edad ya habría perdido la cabeza por él.
—Puedo
perder mucho más que la cabeza, Upsie.
—Tranquila
—le dijo Elena—. Hay cosas peores que el hecho de que te rompan el corazón.
—¿Como
cuáles...? —le preguntó Lali, escéptica.
—Que
nunca te lo rompan. Nunca entregarte al amor.
Lali
reflexionó sobre aquello.
—Entonces
¿qué te parece que debería hacer?
—Me
parece que deberías prepararle la cena una de estas noches y decirle que el
postre eres tú.
Lali
no pudo evitar reírse.
—Tú
quieres que me meta en un lío.
—Ya
estás metida —puntualizó su abuela—. Así que adelante y disfruta.
Continuará...
+10 :)
+++++++++++ pliss
ResponderEliminarMe encantó como peter trato a Elena
ResponderEliminarSube otro
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ResponderEliminarMaaaaaas
ResponderEliminarEl siguiente
ResponderEliminar+++++++
ResponderEliminarSubí
ResponderEliminar:)
ResponderEliminar+++++++
ResponderEliminarEsta muy buena la nove <3
ResponderEliminarjajaja mas linda la abuela
ResponderEliminarme encanta mas
K dulce Peter con Elena,y esta k echada para adelante con la sugerencia a Lali.
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