Watts chasqueó la lengua y la
tartana se alejó de la casa mientras Candela se acomodaba con firmeza en el
asiento de mimbre del vehículo.
—Cande, ¿el ajetreo no será
demasiado para ti? —le preguntó Mariana con preocupación mientras deslizaba
otro cojín detrás de la espalda de Candela—. Si resulta peligroso para ti
acompañarme al pueblo, aunque sólo sea un poco, yo ya...
—No, el embarazo todavía no está
tan adelantado. Además, tengo que alejarme un rato del rancho, si no me pondré
a gritar. ¿Te acuerdas de cómo fue el embarazo de Alelí? Pude ir a cualquier
lugar y hacer casi cualquier cosa hasta la última semana. Claro que quizá no te
acuerdes mucho, pues sólo tenías diez años. ¿No te parece curioso que mamá nos
tuviera con diez años de diferencia y yo tenga este bebé diez años después de
tener a Alelí? Seguramente ella será como una segunda madre para el bebé, igual
que yo lo fui para ti.
Las dos hablaban en un susurro
para no incomodar a Watts, el peón del rancho que las conducía a la ciudad. Los
bebés y los partos eran asuntos de mujeres y los hombres querían saber lo menos
posible acerca de estas cuestiones. Si Watts oyó algo de lo que dijeron, no lo
demostró. Watts era un hombre callado, unos años mayor que Lali, de estatura
algo menor a la media, pero fornido y de hombros anchos. Sus ojos azul oscuro
con frecuencia reflejaban picardía y maldad a partes iguales. Aunque siempre se
mostraba correcto y amable, Lali se sentía algo incómoda cuando hablaba con él
directamente. Watts la trataba con un respeto tan exagerado que rallaba en el
desdén y ella no sabía por qué.
—¿Ya han decidido los nombres?
—preguntó Lali a Candela.
—Si es un niño, se llamará Nicolás,
y, si es una niña, Sarah. Por tu bisabuela.
—Sí —contestó Lali mientras
sentía un nudo de placer y dolor en la garganta—. Es un nombre bonito.
Aquél era el nombre correcto.
El nombre de su madre. «Pero ella ya no será mi madre. No si yo sigo aquí. No
si soy Mariana Espósito.» Aquel pensamiento era muy intrigante. Ella quizá
vería crecer a Sarah y la conocería como nunca había podido conocerla antes.
De vez en cuando, Lali todavía
se preguntaba si estaba soñando, pero en aquel momento, mientras contemplaba el
bonito rostro sonrosado de Candela, supo que todo aquello era real. El sol que
estaba a sus espaldas era real. El ajetreo de la tartana y los vaqueros que se
vislumbraban a lo lejos en sus monturas no eran el producto de un sueño. Lali
no podía negar lo que estaba delante de sus ojos, pero ¿dejaría alguna vez de
sentir pena por la pérdida de la vida que había tenido antes?
Le resultaba difícil
distinguir con exactitud cuáles eran sus sentimientos hacia los Espósito. Le
caían bien y sentía algo de afecto por ellos, pero era indudable que no quería
a Emilia y a Nicolás como una hija. Stéfano y Candela también le gustaban, pero
no sentía ningún apego especial hacia ellos, pues apenas los conocía.
—En cuanto tenga al bebé, Agustín
y yo nos trasladaremos, con nuestra pequeña familia, a Carolina del Norte
—explicó Candela—. Me siento impaciente por mudarme.
—¿De verdad tienen que irse?
—protestó Lali—. ¡Carolina del Norte está tan lejos!
—La familia de mamá ya le ha
encontrado un trabajo a Agustín y nos recibirán con mucho cariño. Además, estoy
segura de que a Alelí le encantará vivir allí.
«No, no le gustará. Algún día
regresará a Tejas.»
—¿Agustín no podría hacer algo
en Dallas o en algún otro lugar más cercano? Sé que no le gusta el trabajo del
rancho, pero en Tejas hay otras cosas que él podría...
—Lo que queremos es irnos de
Tejas, Mariana. ¡Tu reacción es como la de papá cuando se lo conté! Yo no soy
tejana de corazón. No veo en Tejas las mismas cosas que ven ustedes y lo mismo
le ocurre a Agustín. A mí esta tierra me parece yerma. Es árida, solitaria y, a
veces, tan aburrida que me mata. ¿No crees que es un lugar triste?
Lali contempló las praderas
interminables de hierba, que estaba seca debido a la estación, e intentó verlas
con los ojos de Candela, pero el cielo resplandecía con la luz del sol y sus
ojos se deslizaron por los racimos rojizos del pincel indio, los álamos y los
mesquites. Algo más lejos, había campos de lupinos azules, con su
característica punta amarilla, los cuales ondeaban como un océano azul cuando
el viento soplaba. Los hombres trabajaban duro cuidando al ganado. Aquella
tierra, aquella vida, ejercía en ellos una atracción irresistible. Al
principio, Lali no lo entendía, pero ya empezaba a comprenderlo.
—No, yo no lo considero un
lugar triste —contestó Lali con aire pensativo—. Ni aburrido. Siempre hay algo
que hacer o algo ocurre. Prefiero vivir en Tejas que en cualquier otro lugar.
—¿Incluso después de pasar dos
años en la academia de Virginia? No te comprendo, Mariana. ¿Cómo puedes
preferir este viejo y polvoriento rancho a un lugar civilizado con montones de
personas y comodidades modernas?
Lali dejó de prestar atención
a Candela, quien seguía hablando acerca de las maravillas de vivir en una
ciudad. Ella sabia cómo sería Sunrise cincuenta años después, con tantas
comodidades modernas que Candela ni siquiera podía imaginar. ¿Prefería el
Sunrise del futuro a aquel en el que vivía ahora? Quizá no. Uno podía sentirse
igual de solo con montones de personas a su alrededor. Ser feliz consistía en
algo más que esto, más que vivir cerca de las tiendas, los cines y los
automóviles. Ser feliz era un sentimiento que siempre la había eludido y
seguiría haciéndolo hasta que ella encontrara las respuestas a unas preguntas
que sólo había empezado a formularse.
«Creo que sería feliz si
tuviera a alguien con quien compartir mi vida. Alguien que me necesitara...»
Cuando encontrara a esa persona, seguramente no le importaría dónde y cuándo
vivía.
—... aquí no hay futuro para Agustín
—decía Candela en aquel momento—. Él no es el tipo de hombre que es feliz en un
rancho. Él necesita un trabajo confortable en una oficina, donde pueda ganarse
la vida con su mente, no con las manos. A Agustín no le interesa un puñado de
vacas sarnosas y no tiene sentido que lo intente. El único hombre que podría
reemplazar a papá es Peter y todo el mundo lo sabe.
La confusión se apoderó de
nuevo de Lali. Cuando pensaba en Peter y en Nicolás siempre la embargaba una
sensación de confusión. ¿Por qué tenía que sufrir el tormento de conocer su
destino? Desearía no saberlo. Saberlo constituía una responsabilidad terrible,
la responsabilidad de salvarle la vida a Nicolás y de estar siempre en guardia
con Peter. Pero ¿cómo podía Peter haber hecho algo así? Debía de haber dos
hombres bajo su piel.
—¡Mira allí! —exclamó Candela.
Lali vio que un jinete se
aproximaba a ellas a medio galope. Por la peculiar inclinación de su sombrero
de fieltro e incluso antes de verle la cara, Lali supo que se trataba de Peter.
Llevaba el sombrero inclinado sobre la frente, lo cual indicaba seriedad. Sólo
un novato o un despreocupado llevaría el sombrero inclinado hacia atrás.
Peter acercó el caballo a la
tartana y redujo su marcha al paso. A continuación, se tocó el ala del sombrero
en un gesto respetuoso, como saludo a Lali y a Candela.
—¡Vaya, pero si son las dos
mujeres más guapas de Tejas!
—¡Hola! —le saludó Candela con
una sonrisa resplandeciente. Lali, por su lado, simuló estar interesada en el
paisaje del otro lado—. ¿En qué andas metido esta mañana, Peter?
—En trabajo, como de
costumbre. —Peter sonrió con picardía—. Pero si tuviera tiempo, las llevaría al
pueblo yo mismo.
En menos de cinco segundos,
una sonrisa tonta y enorme iluminó el rostro de Candela.
Lali volvió la cabeza y
contempló a Peter de una forma impasible. Él se veía extremadamente viril, con
su atuendo habitual de tejanos, botas y su camisa desgastada. La luz del sol se
reflejó en sus ojos y en la cima de sus pómulos. Peter era uno de los pocos
hombres del rancho que se afeitaba todos los días, pero su barba era tan oscura
que la mitad inferior de su cara siempre estaba ensombrecida. Lali se preguntó
qué sensación le produciría en las yemas de los dedos el roce de su mandíbula,
suave en un sentido y áspera en el sentido contrario. Su vibrante atractivo
formaba parte de lo que lo hacía tan peligroso. ¿Por qué no podía haber sido
feo?
—¿No deberías estar
trabajando? —preguntó Lali de una forma cortante.
—¡Mariana, qué brusca!
—protestó Candela.
—Bueno, a estas horas
normalmente está enlazando, desastando o desempantanando algo. ¿Hoy te has
tomado el día libre?
Peter sonrió, sacó un papel
del bolsillo de su camisa y se lo tendió al vaquero que conducía la tartana.
—Watts, ésta es una lista de
suministros que tendrías que traer del pueblo. Cárgalos en la cuenta del
almacén.
—De acuerdo.
Watts se guardó la lista en el
bolsillo.
—Señora —dijo Peter a Candela—,
hoy será un día muy caluroso. ¿Estás segura de que podrás aguantarlo?
Aquélla era una forma
diplomática de referirse a su embarazo. Cuando se dirigía a Candela, Peter
mostraba tanto interés y amabilidad que Lali se sorprendió y quizás incluso
experimentó cierto resentimiento.
«Nunca se comporta así
conmigo. Siempre se burla de mí. Aunque sólo fuera por una vez, desearía que me
preguntara algo en este tono de voz.»
—Estoy bien, gracias —contestó
Candela mientras hacía girar con delicadeza el mango forrado de seda de su
sombrilla verde salvia—. Sólo necesito un cambio de aires. No te preocupes por
mí.
—Entonces vuelvo al trabajo,
pero debo advertirte algo.
—¿Sí?
—No pierdas de vista a tu
hermana. Resulta difícil seguirle la pista en el pueblo. Podría desaparecer en
un abrir y cerrar de ojos.
—A veces desaparezco y a veces
no —replicó Lali—. Depende de con quién esté.
Peter sonrió con sarcasmo y la
examinó a conciencia de arriba abajo. Contempló el sombrerito decorado con unas
fresas artificiales y la redecilla de color rosa pálido que cubrían su pelo
recogido y, poco a poco, bajó su mirada desde el cuello blanco de su vestido
rosa pálido hasta los diminutos pliegues que enfatizaban, con recato, sus
generosos pechos.
Había un brillo desafiante en
la mirada de Lali y su cara reflejaba desprecio. ¿Acaso sabía que cuando miraba
de aquella forma a un hombre le hacía desear domarla? Si en aquel momento
hubieran estado solos, él le habría enseñado un remedio para su altanería.
Lali sintió indignación y, al
mismo tiempo, una extraña calidez al ver que era objeto de una inspección tan
manifiesta. Se obligó a sí misma a devolverle la mirada y sus ojos se veían
oscuros y aterciopelados sobre sus mejillas sonrosadas. Un mechón de su cabello,
cayó sobre su cara y Lali levantó poco a poco una mano para apartarlo. Se trató
de un gesto muy femenino e inconscientemente seductor. Peter se dio cuenta de
este hecho, como se daba cuenta de todo lo relacionado con ella. Todos los
movimientos de Lali encendían algo en su interior, como una llama encendía la
madera seca. Y esto lo llenaba de una gran consternación.
Las mujeres nunca habían
constituido un misterio para él. Él era del tipo de hombres que comprendían, de
una forma instintiva, las necesidades de las mujeres y siempre había hecho un
buen uso de este conocimiento. Una muchacha insolente que acababa de salir de
la adolescencia no debería ejercer este efecto en él. Sin embargo, Mariana era
un misterio para él y, aunque le molestaba el poder que tenía sobre él, se
sentía atraído por ella.
—Las veré más tarde —declaró Peter
de una forma repentina—. Pórtense bien.
—Lo intentaremos —contestó Lali
sin fuerzas e intercambió una mirada grave con Peter antes de que él tocara el
ala de su sombrero y se alejara.
—Es todo un hombre —murmuró Candela
mientras contemplaba su figura con admiración—. Si no estuviera casada, les
habría presentado batalla a las mujeres de Falls County.
—No creo que él esté
interesado en una mujer respetable.
—He oído decir que visita con
bastante frecuencia a una mujer en Blue Ridge.
—¿A una viuda solitaria?
—preguntó Lali con sarcasmo.
—No lo sé, pero es una buena
pregunta. ¿Supones que...?
—No me molesto en suponer nada
acerca de él. Tenemos mejores cosas de que hablar.
Se pusieron a hablar de otras
cuestiones y su animada conversación duró todo el día. Lo pasaron muy bien en
el pueblo, comprando y charlando con las personas con las que se cruzaban. Una
vez superada su timidez inicial, Lali descubrió que Candela y ella tenían un
sentido del humor similar y una forma parecida de ver las cosas, así que le
resultó mucho más fácil pensar en ella como en una hermana.
Podían hablar con comodidad
acerca de casi todo, incluso de las cuestiones más privadas. A cada minuto que
pasaba, Lali sentía que confiaba más y más en ella. Cuando regresaron al
rancho, seguían enfrascadas en la conversación y decidieron sentarse en el
balancín del porche, pues todavía no les apetecía entrar en la casa.
—No veo a Peter por aquí
—declaró Candela con ojos chispeantes—. Supongo que todavía es seguro
permanecer a tu lado un rato.
—¿Qué quieres decir?
Lali apoyó los pies en el
suelo mientras el balancín oscilaba y crujía con suavidad.
—Que los nervios se me ponen
de punta cuando estan cerca el uno del otro.
—¿Por qué?
—¿Por qué? Porque siempre
estoy pendiente de cuándo se va a producir una explosión entre ustedes. Esta
mañana fuiste terriblemente ruda con él, Mariana. Y la forma en que te
miraba... ¡Vaya, que me sorprende que tu sombrero no estallara en llamas!
Lali se echó a reír.
—Sólo intentaba intimidarme
con una mirada feroz.
—No, aquello no era una mirada
feroz. —Candela dio una ojeada a su alrededor y bajó la voz—. Aquello era mirar
de verdad. Agustín solía mirarme así antes de que nos casáramos. Créeme, no hay
ninguna duda, Peter está loco por ti.
—¡No seas tonta! Admito que le
gusta discutir conmigo, pero...
—A él le gustaría hacer algo
más que discutir contigo. Te lo digo en serio, Mariana; si, de vez en cuando,
te mostraras amable con él, estaría comiendo de la palma de tu mano.
—Yo no quiero que coma de mi
mano. Ni siquiera quiero que esté cerca de mí.
—Ésta no es la primera vez que
lo veo mirarte de esta forma. Ya lo había visto mirarte así antes.
El desinterés de Lali
desapareció de inmediato.
—¿Ah, sí?
—Sí.
De repente Lali sintió una
gran curiosidad. ¿Más allá de su sarcasmo y frialdad, Peter albergaba algún
tipo de interés romántico hacia ella? Aquella idea debería horrorizarla, pero,
de algún modo, la hacía sentirse muy complacida. Lali se avergonzó al oír su
propia y tímida risa.
—¿Cuándo?
—¡No me puedo creer que no te
hayas dado cuenta! La otra noche, durante la cena, le pedí que me pasara la sal
y él estaba tan distraído observándote que me pasó la pimienta. Yo no dije
nada, claro, y cogí la pimienta como si fuera eso lo que le había pedido.
—¿Observándome? ¿Y qué estaba
haciendo yo?
—Sólo hablabas. Él te presta
atención siempre que hablas y escucha todo lo que dices. Agustín también quería
preguntarle algo, pero Peter no dejaba de volver la cabeza para escucharte. Al
final, Agustín renunció a preguntarle lo que quería saber. Si te mostraras un
poco zalamera con Peter, Mariana, él picaría el anzuelo y podrías pescarlo con
tanta facilidad como...
—¿Por qué habría de querer
pescarlo? Ya tengo a Benjamín. Creí que todos querían que me casara con Benjamín.
—Bueno... Benjamín y tú hacen
una buena pareja —reconoció Candela—. Yo siempre lo he creído, pero entre ellos
dos, yo sin dudarlo elegiría a Peter Lanzani.
—¿Elegirlo para qué? ¿Para que
sea mi pretendiente? Ésta es una idea ridícula y, aunque opinara lo contrario, Peter
se partiría de risa sólo con pensarlo. Ya oíste a mamá la otra mañana. Peter es
un solitario y nunca querría tener una relación con una mujer respetable.
—Yo no estoy tan segura. A
mamá, a veces, le gusta exagerar. Sólo pretende alejarte de Peter porque no
quiere que te cases con este tipo de hombre. Ella opina que se parece demasiado
a papá.
—¿Y qué hay de malo en esto?
—En cierta ocasión, mamá me
contó que, aunque ama a papá, su vida habría sido más fácil si se hubiera
casado con uno de sus pretendientes del Este y se hubiera quedado a vivir allí.
Ya sabes que, en el fondo, nunca le ha gustado vivir aquí. Nunca ha sentido que
perteneciera a este lugar. Ella procede de un entorno distinto.
—Papá me contó algo parecido
el otro día —comentó Lali con aire ausente.
—Papá es un hombre muy tozudo.
Supongo que mamá no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde. Ella creyó que
podría influir en él, pero no lo ha conseguido, de modo que siempre quiso que
nuestra vida fuera más fácil que la suya. Por esto me animó a casarme con Agustín.
Y por la misma razón, desea que tú te cases con Benjamín. Ambos son hombres amables,
aunque un poco... blandos. ¿Entiendes lo que quiero decir?
—¿Blandos? Pero Cande... Tú
amas a Agustín, ¿no?
Candela titubeó de una forma
casi imperceptible.
—Claro que lo amo. Agustín es
un buen hombre, un buen marido y un buen padre. Es estable y leal, y tiene buen
carácter, pero no hay vinagre entre nosotros.
A pesar de la naturaleza seria
de la conversación, Lali no pudo evitar sonreír.
—¿Vinagre?
—¿Te acuerdas del truco que
mamá nos enseñó, el que consiste en echar un poco de vinagre en la receta de la
torta de nueces para que no sea demasiado dulce? A esto me refiero. Mariana,
ésta es una conversación privada entre dos hermanas. Simplemente no quiero que
cometas un error. El tipo de error que yo...
Candela se interrumpió y se
encogió de hombros con resignación.
—Te escucho —declaró Lali
temerosa de que Candela no terminara lo que le estaba contando.
Lali estaba muy interesada en
escuchar lo que Candela le estaba explicando. Alelí y ella nunca habían tenido
aquel tipo de conversación. Alelí no sabía demasiado acerca del matrimonio y Lali
nunca se había sentido muy interesada en aquel tema hasta entonces.
—Bueno, no quiero que te
formes una impresión equivocada, Mariana, yo soy muy feliz. Muy feliz. Sólo te
digo que tienes que ser cuidadosa cuando elijas al hombre con el que vas a
pasar el resto de tu vida. No elijas a alguien a quien puedas manejar con
demasiada facilidad. Tú, especialmente tú, necesitas un poco de vinagre en tu
matrimonio.
—¿Me estás diciendo que no
crees que deba casarme con Benjamín?
Candela suspiró y soltó una
risita.
—¡A veces eres tan directa!
Eres tan contundente como papá. No, no me estoy refiriendo a Benjamín en
concreto. Sólo te aconsejo que te cases con alguien que haga que tu corazón
lata con fuerza. Mamá y papá siempre nos han enseñado que el matrimonio es algo
que tenemos que calcular y planificar. Yo... a veces desearía no haberles hecho
caso al pie de la letra. Ninguna mujer debería casarse con un hombre al que no
ama de verdad, Mariana. Después no hay nada que compense ese error, no importa
lo que te digan.
—Cande, se te ve tan triste.
—A veces lo estoy. Me
entristezco cuando pienso en los errores que he cometido.
—¿Ha habido alguien en quien
todavía pienses?
—Es posible. Hace ya mucho
tiempo.
—¿Y sentías algo especial por
él?
—¡Oh, sí! Sentía algo especial
por él. —Candela sonrió con melancolía. De repente, parecía más joven y, al
mismo tiempo, terriblemente nostálgica—. Siempre nos estábamos peleando. Como
perros y gatos. Igual que tú y Peter. Verlos a ustedes dos me recuerda un poco
a cómo era nuestra relación. Él dirigía el transporte del ganado para papá. Era
el mismo tipo de hombre que papá y Peter, un hombre encantador, pero le gustaba
salirse siempre con la suya. Era muy tozudo. Al principio, yo creí que lo
odiaba, ¡me sentía tan nerviosa cuando él estaba cerca! Él siempre creía
saberlo todo. —Candela sacó un pie del zapato y flexionó los dedos mientras
exhalaba un suspiro—. ¡Dios, qué cansados tengo los pies!
—¿Qué ocurrió entre ustedes?
Tienes que contarme el resto de la historia —pidió Lali con ansiedad.
Le intrigaba la idea de que Candela,
con su rostro sereno y sus modales perfectos, hubiera tenido una relación
romántica con el jefe del transporte del ganado de Nicolás. ¡Qué extraña pareja
debían de haber sido!
—No puedes contarle esto a
nadie nunca. Tienes que prometérmelo.
—Te juro que no se lo contaré
a nadie. Sobre la Biblia. O sobre lo que tú quieras.
—De acuerdo —la interrumpió Candela
sonriendo ligeramente—. El resto de la familia ya lo sabe, salvo Stéfano, de
modo que es probable que oigas hablar de esto tarde o temprano.
—No sabía que te había
interesado otro hombre aparte de Agustín.
—Conocí a Agustín durante los
dos años que estuve estudiando en la academia de Virginia. El asistía a la
academia militar y nos fijamos el uno en el otro durante un baile. ¡Agustín
tenía muy buen aspecto con el uniforme! Claro que... ¿qué hombre no lo tiene?
Iniciamos una relación y empezamos a escribirnos. Después, durante una de
nuestras últimas vacaciones académicas, él me llevó a conocer a sus padres. ¡Agustín
era tan amable y tenía tan buen carácter que todo encajó sin problemas! Al poco
tiempo nos prometimos, pero entonces vine al rancho a pasar una temporada y
conocí a Vico. Tú eras sólo una niña. ¿Te acuerdas de él?
—Un poco —mintió Lali—.
Supongo que era demasiado pequeña para fijarme en él.
—Nada más conocernos, Vico se
fijó en mí. No me dejaba nunca sola y esto me enfurecía, y a mamá todavía más.
—Candela sacudió la cabeza y exhaló un suspiro nostálgico—. Vico era tan...,
tan... No puedo describirlo. A su lado, me sentía una mujer distinta. Yo
siempre había sido una mujer tranquila. La hija mayor de Nicolás Espósito. Tan
correcta, tan bien educada... Ningún hombre había intentado nunca nada conmigo,
¿sabes? Pero Vico me acorraló un día en la casa cuando no había nadie cerca
y... —Candela contempló el rostro expectante de Lali y enrojeció intensamente—.
Me contó lo que sentía por mí. ¡Era tan tierno, inquietante y excitante! Después
de que me lo contara todo, supe que me amaba, pero yo estaba decidida a casarme
con Agustín, pues esto era lo sensato e inteligente. Mamá sabía lo que yo
sentía por Vico e hizo lo imposible para mantenernos alejados el uno del otro.
Durante el verano, Agustín y yo continuamos prometidos e hicimos planes para la
boda mientras Vico hacía lo posible para convencerme de que me casara con él en
lugar de con Agustín.
—¿Tú lo amabas?
—Los amaba a los dos. Amaba a Agustín
con mi mente. Con él estaba a salvo. Pero amaba a Vico con el corazón. Amaba su
pasión, su insensatez. Me resultaba imposible decidirme.
—Pero terminaste casándote con
Agustín.
—Así es. Tuve miedo de
arriesgarme con Vico.
—¿Qué fue de él?
—Después de la boda, se quedó
en el rancho durante unos meses. Yo le supliqué que se fuera, pero él no se
rendía. Ni siquiera después de saber que yo estaba embarazada. Aquello era un
infierno, no sabes lo que... ¡Dios, no te lo puedes ni imaginar! No tenía ni un
momento de paz. Entonces descubrí la diferencia que existe entre amar a un hombre
con tu mente y con tu corazón. Entonces me di cuenta del error que había
cometido y creí morir de pena. Tomé la decisión de huir con Vico. Nada me
importaba tanto como él, ni el dinero, ni la familia ni el honor. Ni siquiera Agustín.
Íbamos a escapar juntos cuando regresara de transportar una manada de mil
cabezas a Dodge. Pero una noche, las reses se asustaron. ¡Locos animales! Salen
en estampida por cualquier cosa. Incluso por un estornudo. Y Vico murió.
Lali sintió una oleada de
compasión.
—¡Cande...! Lo siento.
—Sucedió hace diez años. Ya ha
pasado suficiente tiempo para que me resulte tolerable. Al principio, no podía
soportarlo, pero tenía a Agustín y, en cierto sentido, siempre lo he amado.
Esto me dio la fuerza suficiente para soportar el dolor. Estoy casada con un
hombre muy especial.
—Yo creo que tú eres especial
—declaró Lali con voz suave.
Y lo dijo de corazón.
—¿Yo? ¿Por qué?
—Por cómo has sobrevivido.
—¡Oh, no hay ningún secreto!
Te sorprendería las cosas a las que las personas podemos sobrevivir. Siempre
hay algo a lo que agarrarse. Siempre hay alguien que te necesita. Algo que
requiere tu atención. Y así no tienes tiempo para sentir lástima por ti misma.
—Me da miedo amar a alguien.
Cuando pienso que podría perderlo...
—No debes preocuparte por
esto. Es mejor amar aunque sólo sea durante un tiempo que no amar nunca, ¿no
crees?
Lali rió con voz grave.
—Supongo, pero no estoy
segura.
Candela la contempló durante
largo rato.
—En estos momentos, me gustas
más de lo que me has gustado nunca, Mariana. Durante un tiempo, creí que papá
te había malcriado tanto que te habías vuelto mala. Pero no lo ha conseguido.
Eres una muchacha muy dulce.
—Gracias —declaró Lali con los
ojos brillantes.
Por primera vez se sentía como
si fueran de la misma familia y entonces se dio cuenta de que se preocupaba por
Candela. Sentía que había un lazo entre ellas, un lazo de confianza y afecto
tan fuerte que parecía que siempre hubiera estado allí. Lali se sintió como si
de verdad fueran hermanas, y el cambio se había producido de repente, como el
chasquido de unos dedos. ¡Qué corta era la distancia entre la indiferencia y el
amor!
Candela se inclinó hacia ella.
—Te contaré algo que sólo
saben mamá y Agustín —le susurró.
—No tienes por qué contarme
tus secretos.
—Pero quiero hacerlo. Quiero
que recuerdes lo que te he contado. Nunca tengas miedo de amar a alguien. Si
no, cometerás el error que yo cometí. No me permito recrearme en lo que podría
haber sido, pues me dolería mucho, pero tengo algo muy especial que me permite
acordarme de Vico. Algo más especial que los recuerdos. Se trata del tesoro más
grande que podía haberme dado.
Lali se quedó paralizada.
—¿Alelí? —preguntó de una
forma casi inaudible, y sus labios apenas se separaron.
Candela asintió con la cabeza
y sonrió de una forma temblorosa.
—¡Has sido tan amable con ella
últimamente! ¡Has pasado tanto tiempo con ella! Sientes algo especial hacia Alelí,
¿verdad?
—Sí. ¡Oh, sí, sí que lo
siento!
Lali se inclinó hacia Candela
y la abrazó con fuerza.
—Antes de casarme con Agustín,
Vico y yo pasamos algunos momentos juntos —susurró Candela—. Él nunca supo que
esperaba un hijo suyo y yo le prometí a Agustín que no se lo contaría. Pero
sólo con mirar a Alelí, me acuerdo de lo mucho que Vico me amaba. Todas las
mujeres deberían ser amadas de esta manera, Mariana. Al menos una vez.
—Algunas veces yo también
deseo ser amada de esta manera —declaró Lali con humildad mientras la esperanza
y el deseo ardían en su interior. De una forma involuntaria, pensó en Peter, en
su sonrisa sensual y en su encanto intimidador—. Aunque, otras veces, deseo
vivir libre para siempre.
Como había vivido Alelí. Alelí
había vivido una vida plena sin estar casada. Había sido feliz, ¿no? «No
siempre», le susurró una vocecita en su interior. A Alelí le preocupaba que Lali
se convirtiera en una solterona como ella, y, a veces, se sentía muy
nostálgica. Había habido muchas horas solitarias y silenciosas en la vida de Alelí.
Sí, una parte de ella debió de haber deseado tener un marido y una familia
completa.
—¿Libre para siempre? —comentó
Candela—. Yo no querría esto para ti, Mariana. Piensa en todo lo que te
perderías.
—Pero ¿qué ocurriría si me
enamorara del hombre equivocado?
—¿Equivocado en opinión de
quién? ¿De mamá? Seguramente estarás mejor con el tipo de hombre que ella no
quiere para ti. Con alguien como..., bueno, como Peter.
—¿Por qué lo mencionas a él?
—preguntó Lali sintiéndose enfadada de repente—. ¿Qué ves en él que yo no vea?
Si esperas que surja algo entre Peter y yo, sufrirás una decepción. Yo,
sencillamente, no confío en él. ¿Cómo sabes tú y todos los demás que no se
convertirá en una mala persona? ¿Cómo sabemos que no se volverá en contra de
papá o algo igual de horrible? Peter es atractivo en la superficie, pero en el
interior... No sé, no puedo decirte cómo es en realidad.
—¿Es esto lo que piensas de
él? —Candela parecía sorprendida—. Bueno, supongo que en el interior puede ser
distinto a lo que parece en el exterior, aunque yo siempre me he fiado de él.
Pero te diré que la única forma de averiguar cómo es en realidad, es acercarse
a él. —Candela contempló a Lali de una forma inquisitiva—. ¿Existe alguna
posibilidad de que te intereses por él?
—Es posible —admitió Lali a
desgana. Entonces pensó en Nicolás y apretó los labios—. Por determinada razón.
—¡Entonces arriésgate! Pasa
algún tiempo con él. Quizá te sorprenda lo mucho que tienen en común Peter y
tú. Si se lo permitieras, él sería muy amable contigo. Estoy convencida.
Lali reflexionó acerca de
aquella idea y empezó a encontrarle sentido. Pasar algún tiempo con Peter,
conocerlo, intentar granjearse su amistad. Si podía caerle bien a Peter, él se
mostraría un poco más vulnerable y a ella le resultaría más fácil manejarlo. No
tenía sentido que él la considerara su enemiga, pues entonces, cuando ella
estuviera cerca de él, siempre estaría a la defensiva. Y ella era la única
persona que se interponía entre él y su plan de matar a Nicolás. Sin embargo,
¿su intento de hacerse amiga de él resultaría convincente?
—El nunca se mostrará amable
conmigo —comentó Lali titubeante—. Y si creyera que yo estoy interesada en él,
lo único que haría sería reírse de mí.
Candela sonrió con
satisfacción.
—A mí nunca me convencerás de
esto.
Continuará...
+10 :o
++++++++
ResponderEliminarBrabooo cande genia con sus consejos
@x_ferreyra7
Seguiii quiero beso laliter pronto!!
ResponderEliminarjajajja no creo que a peter le guste que sea linda con el, va a pensar que quiere algo
ResponderEliminarCande la mejor hermana!
ResponderEliminarQue linda Cande
ResponderEliminarmas mas mas
ResponderEliminarquiero otro capitulo mas porfavor
ResponderEliminarSabiduria de Cande jajaja
ResponderEliminarOTRO
ResponderEliminarMAS
ResponderEliminarOtroooooooooooooooooooo!!!
ResponderEliminarque confesion la de cande
ResponderEliminarla verdad q de a poquito voy entendiendo la historia, pero me resulta dificil jajaja
igual me encanta
besos
me leí los últimos capítuLos tan perdida como en la tercera temporada de ca Jajaja besos
ResponderEliminarAyy q triste la historia de cande y vico
ResponderEliminarMaass
Alelí hija de Vico :o Me cae bien Cande aconsejando a Lali
ResponderEliminarAmo a Cande ,x Dios k forma d hablarle mas sincera.
ResponderEliminarMe encanto como Cande se sincero, que historia fuerte la de Vico y ella... igual Agustin me gusta porque acepto al bebé de otra persona y en ese tiempo era demasiado dificl eso
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